Con amplios y actuales estudios sobre las ideologías y creencias del crimen organizado, el antropólogo (Chile, 1957) trabaja en el entendimiento de las teologías políticas del narcotráfico en México, un estudio desarrollado en Zacatecas, estado agobiado por las bandas criminales.

El jueves pasado y ayer, en el auditorio principal de El Colegio Nacional, Lomnitz presentó la primera parte de estos análisis en el ciclo de conversatorios “Teología política del crimen organizado”, donde determinó que los barrios están siendo destruidos por el crimen organizado, quienes fragmentan la vida de todas las generaciones de habitantes.

Más preocupante, apunta, es la de estos barrios, quienes son asesinados o reclutados por las bandas para operar en esquemas económicos fuera del orden y el Estado.

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Después de su presentación en El Colegio Nacional, Claudio Lomnitz conversó con EL UNIVERSAL sobre la crisis forense que agobia al país, en un contexto donde las desapariciones aumentan y las autoridades no se dan abasto para enfrentar las metodologías de los grupos criminales.

El investigador afirma que se necesita un apoyo sustancial a la ciencia e investigación, sobre todo en recursos económicos, para especializar las técnicas de búsqueda que hagan frente al poder y terror que ejerce el narcotráfico en distintas zonas del país, por lo que espera que el próximo gobierno tome cartas en el asunto e invierta en ciencias sociales, forenses e investigación especializada.

En los escenarios actuales, donde vemos a madres buscadoras cavando hoyos en terrenos baldíos para encontrar a sus hijos, ¿qué hacer para enfrentar la crisis forense?

La crisis forense comienza desde la falta de investigación en los hechos criminales, incluida la desaparición. El primer punto de la crisis forense es una crisis en los aparatos de procuración de justicia, que incluye a la policía, a las fiscalías, los ministerios públicos, los peritos, los Institutos de Ciencias Forenses, todo ese aparato es insuficiente; crónicamente, no ha habido voluntades políticas para voltear a ver que es una prioridad nacional, necesitamos invertir muchísimos recursos en ampliar las capacidades de procesamiento de los temas de justicia en todo el país, las instituciones no se dan abasto.

¿La antropología puede ayudar a enfrentar la crisis?

Sí, creo que los antropólogos físicos y médicos forenses ayudan, pero hay muy pocos dado el tamaño del problema. Veo un problema de rezago en el tema, primero, y hay un problema que se está generando a diario. Tengo la impresión, sin explorar mucho los números, que una de las ramas para enfrentar esto es la antropología, porque es muy importante conocer los contextos. Sé que en la Comisión Nacional de Búsqueda sí hay estos especialistas, porque por ley las fiscalías y las comisiones de búsqueda locales tienen que analizar los contextos, pero para hacer eso correctamente se necesita mucha ciencia social, y hay poca inversión. Creo que la gente involucrada en enfrentar a los criminales sabe que hace falta ciencia social. Pero en donde no se hace nada es en la prevención, porque, por ejemplo, los grupos criminales usan las redes sociales para contratar y reclutar, y también usan anuncios falsos para atraer gente, eso lo sabe la policía, pero no hay regulaciones que hagan frente al problema. Más sencillo, no hay prevención para que en las escuelas secundarias los estudiantes no compren droga, definitivamente hay mucho qué hacer.

El próximo gobierno dice que apostará por la ciencia y la tecnología para hacer frente a los problemas que azotan al país. ¿Pero realmente qué se necesita para entender y enfrentar al crimen organizado?

Sí, creo que se necesita invertir en ciencia en general y en ciencias sociales, tanto en investigaciones académicas como en instituciones públicas que no son académicas, es necesario la investigación, y es que hay muchísimas cosas que todavía no sabemos, que no entendemos, y hay muchísimas ideas que son creencias pero que no están fundamentadas en la realidad empírica o que no están conceptualmente explicadas. Se necesita hacer una inversión importante en la parte científica, pero también en la parte técnica.

Hoy tenemos un alza en la violencia y un fuerte enfrentamiento entre grupos criminales, el narcotráfico parece que cada vez eleva su poder, son sanguinarios y muere gente a diario. ¿Podemos aventurarnos a decir que el Estado fallo?

Sí, falló. Pero creo que es mejor decir que hubo fallas, sin duda muy serias. Hubo fallas involuntarias que no son culpa directa de nadie. Yo noto que no hubo un diálogo entre el Estado y la sociedad para decidir juntos la clase de inversiones a desarrollar. Pongo por ejemplo el caso de los policías, que ha sido muy difícil de resolver, como su formación y demás. Los gobiernos han metido recursos para mejorarlos, pero creo que la policía se somete a los ciclos electorales, porque los nuevos quieren deshacer lo que hizo el viejo, ponerle marcas a lo que está pasando. Creo que el problema fue que no ha habido una continuidad que permita mejorar.

Sobre su estudio de la presencia del narco en los barrios, ¿cómo explicar que familias enteras, abuelos, padres e hijos se dediquen al crimen organizado?, ¿qué falló o desgarró ahí el tejido social?

Es complejo. Pienso que no es algo que falló directamente, lo que veo es que hubo cambios económicos, y yo ya he dicho que lo que conocemos hoy como el narco son economías ilícitas que tuvieron como punto original de acumulación el mercado de drogas y que se han diversificado de forma exponencial. Entonces, desarmar una economía así no puede pasar por la psicología de las personas que están metidos en ella; es por eso por lo que decimos que se necesita hacer inversión en ciencia, porque no puedes combatir esto solamente desde el ángulo de política de seguridad o desde el ángulo educativo o desde la prevención en la adolescencia, claro que es necesario, fundamental, pero también necesitas políticas económicas eficaces. De hecho, el presidente Andrés Manuel López Obrador tenía la idea de que con los programas sociales se resolvería el problema. Creo que es necesario que estas políticas vayan de la mano, no es un tema sólo de apoyos sociales. Pero en el caso que usted menciona, donde las familias enteras forman parte de grupos, no estoy seguro cómo pararlo, porque son economías prósperas. El problema es un problema económico donde figura la pobreza, y hay que analizarlo como sistema económico, moral, cultural y de seguridad, pero para eso se necesita gente que sepa y que no sólo opine.

Al final del sexenio, ¿ve relación entre la frase “abrazos, no balazos” con la política de seguridad implementada?

El “abrazos, no balazos” es una frase de campaña que rima. No me parece que sea una política ni describe la política del propio Presidente. Lo que ha hecho el Ejército y la Guardia Nacional no son exactamente balazos o abrazos, porque a veces hay balazos y en otras ocasiones no, no es una descripción de la política que se implementó. Lo que veo ahora son propuestas para mejorar la seguridad en el futuro, tendremos que ver cómo se implementan y si tienen sentido.

Usted ha explicado que el narco es un sistema económico que usa la violencia, ¿desde dónde la antropología lo explica?

Para generar esa economía que requiere del uso de la violencia fuera de canales normativos se va violentado la moral, y por eso se van generando otras morales, es la economía la que genera la necesidad de crear otra moral, esto desde el punto de vista de las personas involucradas en los grupos. Ellos generan otras costumbres, ritualidades y eso es lo que yo intento descifrar desde la antropología.

En su análisis mencionó que los barrios son destruidos, ¿pero qué pasa con los habitantes de esos lugares?

Los barrios están siendo destruidos, muchos han sido materialmente exterminados, con ello se ha fragmentado la vida social de todas las generaciones del barrio: los niños no juegan en las calles, las calles y las esquinas han dejado de ser espacios de sociabilidad. Las noches le pertenecen al cártel y a la policía que, a veces, según descripciones, son lo mismo; el chisme de lavadero ya no existe. El miembro del cártel puede ser un conocido, puede incluso ser parte del barrio.

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