Según la antropóloga italiana nacionalizada mexicana , la palabra zapoteca muxhe sirve para nombrar en la región del istmo de Tehuantepec, , a un alma femenina nacida en el cuerpo de un varón; de algún modo equivale a la palabra occidental gay, pero en la cultura zapoteca tiene una connotación particular.

Los muxhes desempeñan un papel similar al de las mujeres zapotecas —las cuales, por cierto, poseen una gran autonomía y una gran independencia económica con respecto a los hombres—, aunque también complementario en varios sentidos.

Ahora han conquistado nuevos espacios de poder. Entre ellos hay profesionistas de todo tipo: historiadores, científicos, matemáticos, físicos, biólogos, fotógrafos, músicos, artistas...

Almas femeninas, cuerpos de varones
Almas femeninas, cuerpos de varones

Violencias

Con todo, el hecho de que los muxhes hayan conquistado nuevos espacios de poder no significa que estén exentos de seguir sufriendo actos de violencia, racismo, discriminación y exclusión por parte no sólo de algunos miembros de su propia comunidad, sino también del Estado.

“Hoy en día, muchos de ellos no gozan de los derechos más básicos, como el de tener un trabajo digno o acceso a la educación. En efecto, se sabe que su condición de muxhes los excluye de los ámbitos educativos formales... Y así como no hay programas educativos dirigidos exclusivamente a ellos, también brillan por su ausencia los programas de atención a la población muxhe joven con alguna discapacidad o a la población muxhe de la tercera edad”, indica Rea Ángeles.

Otro mito que sigue vigente es que los muxhes son quienes se quedan al cuidado de los padres hasta su muerte, porque su condición de eternos solteros, sin una familia propia, los destina a ello.

“En el presente, los muxhes están tratando de desdibujar este otro mito, porque pensar que las labores de atención y cuidado de los padres les corresponden sólo a ellos es otro tipo de violencia. En esas labores igualmente tienen que participar el Estado, los aparatos gubernamentales y los gobiernos estatales y locales, así como las organizaciones de la sociedad civil y los organismos internacionales. Se debe tomar en cuenta que, dada la alta vulneración de sus derechos humanos, los muxhes también requieren cuidados”, afirma la investigadora universitaria.

“Enfrentan estas violencias con los mecanismos que ellos mismos generan. Realmente, los gobiernos locales y estatales, y el gobierno federal tampoco les han brindado ningún acompañamiento en este terreno. Hay mucho trabajo por hacer.”

Lucha histórica

La condición de muxhe se ha transformado a lo largo de los años. Hacia la década de los 60 del siglo pasado aún no había la posibilidad de que uno de ellos les dijera abiertamente a los miembros de su familia que era muxhe, pues los padres, sobre todo los varones, podían maltratarlo, golpearlo, incluso matarlo.

Después hubo cierta permisibilidad hacia ellos, principalmente en Juchitán, siempre y cuando su condición no fuera tan visible. De esta manera, aunque tuvieran otra preferencia sexual, se vestían como hombres con detalles específicos que le permitían a la sociedad percatarse de que eran muxhes.

“Se dice que en las fiestas patronales, por ejemplo, los muxhes usaban botones de oro en sus camisas para que fueran identificados como tales... Y al fin llegó el momento en que unos cuantos individuos se atrevieron a decir sin reservas que eran muxhes. Gracias a esa lucha histórica, muchos jóvenes zapotecas pueden manifestar en la actualidad que lo son, si bien es verdad que no sin sufrir, todavía, alguna sanción social”, comenta Rea Ángeles.

Hacia la década de los 90 surgió en Juchitán una generación muy importante de muxhes que se autodenominó “Auténticas intrépidas buscadoras de peligro”, lo cual dio pie a todo un boom del mundo muxhe.

En nuestros días, los muxhe huinni, jóvenes presentes prácticamente ya en toda la región del istmo de Tehuantepec, son quienes han asumido los nuevos liderazgos y papeles de poder dentro de las organizaciones de la sociedad civil.

“Debemos comprender que los muxhes se organizan con base en una división social del trabajo que no privilegia el hecho biológico como fundamento para la construcción del género. Ellos desempeñan un papel similar al de las mujeres, pero con aspectos particulares de su ser muxhe. Es decir, si bien desarrollan roles de género parecidos a los de las mujeres, también defienden su propia identidad de género”, finaliza la investigadora.

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Almas femeninas, cuerpos de varones
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