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Los retos que enfrenta la educación artística son complejos, al igual que sus soluciones, pero docentes coinciden que es en las aulas donde se requiere redoblar esfuerzos, tanto en cómo se percibe la necesidad de aprender las diferentes disciplinas, como en el contexto de su enseñanza (planes de estudio, estímulos a profesores, presupuesto).
Laura Monroy, violinista de Bogotá, observa que la problemática de la enseñanza en artes es de dimensión regional . Al igual que en México, en Colombia es "una materia de relleno" y no se le presta la misma atención que a otras, como matemáticas o español. Lo más preocupante es que los mismos alumnos "crecen con esa idea" de que no es importante, y piensan que la clase es "para ir a hacer desorden", señala.
La falsa creencia de que la música es una materia "relajada" también es responsabilidad de los profesores, que necesitan estar más conscientes del importante papel que tienen al formar a personas, apunta la instrumentista.
Con ella concuerda la profesora Eloisa Lafuente, que desde hace 22 años imparte clases en la Escuela Nacional de Danza "Nellie y Gloria Campobello" y de la Escuela de Iniciación Artística 2 del INBA.
Las materias de artísticas "prácticamente han desaparecido o quedaron en manos de maestros sin mucha capacidad pues no hay suficientes con una buena formación de docente", asevere Lafuente, que se muestra escéptica ante la reforma educativa en México. "El nuevo modelo educativo , basado en evaluar a los maestros bajo amenaza de perder su empleo, si llega a dar resultado será en un plazo muy largo". En ese sentido, "no creo que haya un lugar importante para la educación musical", opina.
La situación laboral de los docentes en música también se torna difícil. Monroy, de 27 años, ha trabajo en diversas escuelas y academias, además de dar clases particulares. En Bogotá, cuenta, el número de artistas es alto pero "la ciudad no puede abastecer a todos, los salarios no son justos y el trabajo no es estable".
"Hay mucho por hacer en cuanto a la dignificación del arte como profesión y su enseñanza", finaliza Lafuente.
¿Para qué la música?
Emocionada, Laura Monroy recuerda el año y medio que trabajó para un proyecto escolar de la Orquesta Filarmónica de Bogotá , dirigido a niños de bajos recursos en las escuelas públicas distritales, para dotarlos de una formación en el área sinfónica de forma gratuita.
Sus alumnos pertenecían "a barrios marginados donde los niños vivían cosas que no tenían por qué vivir: casos de violaciones, violencia intrafamiliar y pobreza". Gracias a programas como ese, la música llega a ellos. Había niños que se encontraban por primera vez con un instrumento musical, narra.
La desventaja de algunos programas sociales es que ven a los niños "sólo como números" ya que no se busca formar músicos sino cambiar un poco su perspectiva.
Ello contribuye a que los estudiantes entiendan que la música es un asunto serio, "que hay que tomar con disciplina y orden" como cualquier otra profesión, Monroy apunta que es necesario insistir en su relevancia.
Es necesaria porque "se les desarrollan muchísimas habilidades en su cerebro que ninguna otra disciplina logra: esto les puede ayudar en sus otras materias". Además, les provoca un sentido de "responsabilidad, trabajo en equipo, concentración, motricidad fina". Aunque los niños no se dediquen de manera profesional a la música, ésta "les puede ayudar en su día a día", concluye.
sc