La música celta,

que cuenta con sus canciones historias ancestrales de la cultura europea , retumba de una forma especial en oídos latinoamericanos por su sabor de lo antiguo y sus reminiscencias a otras músicas de raíz folclórica populares en la región.

Así lo destacaron en una entrevista con Efe los integrantes del grupo de música celta galés-uruguayo "Trelew" Karen Ann y Pablo Faragó, quienes coincidieron en que este género tiene el poder de fascinar a todo el que esté abierto a escuchar una música de otra cultura.

Para Karen Ann, una galesa que, como el estereotipo de los galeses manda, tiene una predilección por el canto y que tras llegar a Uruguay en el 2000 después de haber vivido en Costa Rica, Argentina y Estados Unidos se abocó nuevamente a cantar: la música celta está presente aún donde menos se la espera.

Es que si bien, según Ann, la música celta tiene raíces "muy diferentes" a la latinoamericana, para los melómanos de la región, y especialmente para los suramericanos por su fascinación con el rock inglés de los años 60, los sonidos celtas están ligados a esa memoria musical y no se sienten como ajenos.

"Cuando uno piensa en el rock de los Beatles de los años 60, en esa gente que escribió esas canciones increíbles, ellos habían escuchado toda esta música folclórica, que es parte de nuestra historia en Gran Bretaña; es como el folclore en América Latina", expresó la cantante.

Asimismo, la artista subrayó que mucha gente que escucha lo que hacen dice: "wow, me transporté a una montaña, al mar" aunque, en su opinión, su música no es algo "tan inesperado" ni "ajeno del todo".

En la misma línea, Faragó, un músico argentino radicado en Uruguay desde hace unos 30 años, sostuvo que la música celta, al igual que otros tipos de música, trasciende el mero entretenimiento y conlleva "reminiscencias internas", por lo que para algunos puede evocar sentimientos especiales.

"En el Río de la Plata en especial hay mucha gente que proviene del exterior, que provenimos de familias de inmigrantes, entonces obviamente ese tipo de sabor, que es un sabor europeo pero muy antiguo y muy exótico también, retumba de una manera muy especial en nuestro continente", apuntó.

Además, Faragó valoró que dado que ambas son músicas populares la música celta y el folclore latinoamericano tienen similitudes y se pueden fusionar combinando instrumentos como la guitarra, el cajón peruano, el violín y el tiple.

"Hay mucho parentesco por el hecho de que las músicas populares tienen esa interconexión, que se desarrolla a lo largo de los siglos por supuesto. Entonces obviamente la combinación ya sea con instrumentos de viento, de cuerda o percusión es fantástica", recalcó.

Por otro lado, Ann, que ideó el proyecto de Trelew junto al reconocido músico uruguayo Jorge Galemire, consideró que si bien las historias antiguas y muchas veces trágicas plasmadas en sus letras son una parte esencial de la música celta, no todo en este género es "de museo".

"Mucha gente cuando escucha música celta dice o tiene gaitas o es Enya o Lorena McKennitt por ejemplo y yo diría que no, que tal vez la música celta también puede sonar como rock, como blues o inclusive hasta como flamenco", opinó.

Ann explicó que hay "muchos sonidos diferentes" en sus interpretaciones donde a veces canta con un sonido muy potente que no se asemeja a "esas voces etéreas" que el público se imagina cuando piensa en la música celta.

La artista, que canta principalmente en galés y actuó a su paso por Costa Rica con el compositor y exministro de Cultura de ese país Manuel Obregón, entre otros artistas, reconoció sin embargo que tanto la tradición galesa como su pasado familiar fueron impulsores de su carrera musical.

Un ejemplo de ello es la anécdota de cómo su abuela, que tenía una gran voz pero no pudo estudiar canto por falta de dinero, consiguió eventualmente actuar con una banda en Londres en los años de la Segunda Guerra Mundial , aunque luego debió abandonar el canto definitivamente, historia que inspiró una canción de Trelew.

Otro está en el propio nombre del grupo, que es el de un pueblo de la Patagonia argentina fundado por inmigrantes galeses que llegaron a esa zona hacia finales del siglo XIX y marcaron un hito al convivir pacíficamente con los indígenas locales.

"Hay unas fotos maravillosas de los líderes de los galeses con los caciques y realmente vivieron en paz y con mucha ida y vuelta, socializaban juntos. Entonces fue una historia tan diferente a la historia general de los blancos que llegaron desde Europa", concluyó.

akc

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