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Alí Chumacero fue todos y muchos. No sólo fue el poeta de tres libros fundamentales, fue gran conversador, hombre pícaro y editor brillante. Fue el habitante más notable del barrio de la Ch, esa mítica calle de Acaponeta, donde nació el 9 de julio de hace casi 100 años, como lo contó Alma Vidal; también fue el Alí “roble, árbol que hablaba”, como lo describió Carmen Boullosa; y Alí, el abuelo legendario definido por Luis Jorge Boone.

Las facetas de Chumacero fueron evocadas ayer en el Festival de Letras en Tepic —dedicado en su honor en los 100 años de su nacimiento— por cuatro de sus admiradores y devotos lectores.

“Alí siendo chiquilistrillo, supo de las avenidas del río y de los ahogados que la corriente engulló. El aprendizaje pueblerino lo llenó de encantadora picardía. Tal vez, en el chispear de los copechis o en el oscuro vuelo de los chinacates encontró el misterio, y el ansia contenida se vio envuelta en el lenguaje, y con sus telares de palabras tejió los signos que enuncian lo perpetuo, la poesía”, señaló su amiga y también poeta, Alma Vidal.

Recordó los primeros años de vida del poeta, cuando se fue a estudiar a Guadalajara; evocó la calle y los vecinos de la casa donde nació; su osadía de sólo llamarse Alí y quitarse Antonio Eustolio Mohamed; su uña larga que fue promesa de juventud y que mantuvo hasta su muerte. “Alí y yo fuimos lectores de la misma generación. Crecí, como él, leyendo a Nervo, la Biblia, y otros clásicos; de adolescente encontré a Rilke y a López Velarde, y leí de joven mucho a Quevedo. Nos hubiera sido imposible reconocernos”.

La poeta recordó encuentros y momentos. Dijo que era una suerte escucharlo, que era también un gran proveedor de anécdotas, un socarrón y sabio. “Dominaba el arte de la conversación con elegancia, era más que un torero, sostenía un ritmo sin igual”.

Luis Jorge Boone lo definió como su abuelo legendario, como ese abuelo que vivió la Revolución que uno nunca conoció pero del que llegan anécdotas. “Empecé a leer a Alí en una antología pequeñita del FCE y me seguí leyéndolo todo, pronto empecé a tratar de escribir mis propias cosas y pronto también empecé a transcribir sus poemas y a cambiarles palabras porque de alguna maneras sus poemas nos pertenecen a todos”.

El escritor y editor aseguró que le gustaba esa poesía tan concentrada, una poesía que está pendiente de las formas, que trata los temas que nos interesan a todos. “Alí me hizo un paro como los verdaderos cuates, eso que amigos que cuando pasas por problemas sabes que siempre te sostienen”.

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