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La legendaria Maria Callas , su arte, su sensibilidad y el escándalo que protagonizó hace sesenta años con su "espantada" en la Ópera de Roma devuelven el foco sobre la diva, cuya voz es el objeto de una exposición que se abre hoy al público.
Fue una "relación compleja la que mantuvo Roma con la Callas, y viceversa", según describe Marco Stacca, el comisario de la muestra, "Callas e Roma - Una Voce in Mostra" (Callas y Roma - Una voz en exposición).
Alude al escándalo que protagonizó la cantante en la capital italiana, donde recaló por primera vez en 1948 e interpretó importantes títulos - como "Turandot", con el que debutó - "La Traviata", "gran batalla de su repertorio", según Stacca, o "Norma".
Fue precisamente cuando interpretaba este melodrama de Bellini el 2 de enero de 1958 cuando "La Divina" abandonó el escenario del Teatro de la Ópera de manera inesperada al final del primer acto, lo que obligó a suspender la representación.
Se estrenaba la temporada y el público abarrotaba el teatro; estaban desde el presidente de la República italiana en aquellos días, Giovanni Gronchi, hasta la cronista estadounidense Elsa Maxwell o las actrices Anna Magnani y Gina Lollobrigida.
Todo un elenco de la vida social romana congregado para una velada cuyo desenlace fue reseñado por los medios como "la actuación que no sucedió", tal y como describió el noticiario británico Pathé.
Se dijo que fueron los abucheos provenientes del patio de butacas la razón de la retirada de escena de la griega, de la que se comentó igualmente que acarreaba los estragos de las celebraciones de Año Nuevo.
Pero otro de los comisarios de la muestra, Jean Luca Rossi, dice que lo hizo por justicia al personaje que interpretaba y al público, al no verse en condiciones de continuar con el recital debido a una indisposición vocal.
Lo mismo adujo la Callas, que se disculpó en boca de su entonces marido, Giovanni Battista Meneghini, la tarde del día siguiente.
Toda la mañana buscaron los periodistas en el hotel donde se alojaba testimonio de la viva voz de la diva, que mantuvo silencio.
En cualquier caso, y aunque no existe "un punto histórico en el que la Callas diga expresamente 'yo hago la paz con el público de Roma'", Stacca asegura que éste, le perdonó el episodio.
Apunta para ello a la vuelta que protagonizó a la ciudad eterna en 1969, y que sería la última, para presentar su incursión en el filme "Medea", de Pier Paolo Pasolini, con quien la soprano mantuvo una relación de "fascinación intelectual", afirma Rossi.
"La misma que con Visconti, inmediata", agrega Stacca.
Con ambos, la excelsa "se sintió respetada y valorada como artista", refiere la también coordinadora Olga Jesuzum sobre la que considera es "la única cantante lírica del pasado siglo que se recuerda como a una diva, por el modo que vestía y por las personas que frecuentaba".
Un divismo al que también alude Rossi, y que fue "un factor imprescindible en la vida de la Callas, a nivel artístico y personal", si bien, puntualiza, fue "su voz, su forma de moverse en escena y afrontar los personajes" lo que le granjeó "la gran notoriedad" que alcanzó.
"Ella era la música", sentencia el comisario.
"Disciplina, método, totalmente profesional y precisa en su forma de interpretar", abunda otra de los organizadores, Enza Busseti.
En esta línea se estrena esta exposición en el Spazio Tirso de la capital italiana, un proyecto que pone el foco en la voz de la artista, la misma que "se transformó a partir del 58" tras la debacle romana, pero que no le impidió acometer "interpretaciones siempre grandiosas" hasta su retiro en 1965 con "Tosca", opina Rossi.
La exposición presenta diversas grabaciones sonoras del decenio que actúo en la capital italiana, de 1948 a 1958, y se acompaña de vídeos, fotografías o misivas.
Se incluye también el blanco vestido que lució en aquella malograda noche, y algunos archivos inéditos como la cita que reza: "(...) No soy frágil y desvergonzada como parezco (...)".
Abierta hasta el 21 de junio del próximo año, la muestra coincide con el cuarenta aniversario de la muerte de la virtuosa del bel canto, una desaparición no exenta tampoco de leyenda, como la que por algún tiempo contó que ingirió la lombriz de la solitaria a fin de perder los más de 30 kilos de los que se desprendió en pocos meses.
sc