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Eréndira Yaretzi Morales Flores tiene la sonrisa amplia, es tímida, cuando desea explicar sus sentimientos comienza a mover, de manera casi involuntaria, sus manos y sus dedos como si tocara el arpa, se le agolpan las palabras en el pecho y parece que quisiera darles salida a través de sus manos. Tiene 13 años y cada día, junto a su madre, viaja cerca de 30 km para llegar a sus clases en la Escuela de Iniciación a la Música y la Danza del Centro Cultural Ollin Yoliztli (CCOY). El próximo 9 de marzo ofrecerá un recital en el Weil Recital Hall del renombrado Carnegie Hall de Nueva York porque hace unos días ganó el primer lugar del concurso internacional Golden Classical Music Awards, en la categoría Cuerdas, de 13 a 15 años.
Además, ella es una alumna de excelencia, en sexto año de primaria participó en la Olimpiada del Conocimiento y obtuvo el primer lugar de su escuela en Ciudad Nezahulcóyotl. Pero, recuerda, sus compañeros la molestaban porque su gusto por el arpa y por la música clásica la convertían en alguien diferente.
“Cuando iba en la primaria me molestaban mucho porque quién toca el arpa o quién escucha a Mozart; llegaba a mi casa a estudiar con mi arpa tradicional y escogía la pieza con más carácter y empezaba a tocarla con toda la fuerza posible para quitarme esa emoción que tenía; además, como me iba bien en la escuela, pues me decían muchas cosas, como que era la niña perfecta, que todo lo hacía bien, siempre me molestaron; pero a mí me gusta estudiar, hacer mis dibujos de dinosaurios, hago intentos de poesía, me gusta leer, escuchar a Prokofiev, a Mendelssohn”, dice en entrevista.
La joven arpista mexicana toma clases de arpa bajo la guía y orientación del maestro Baltazar Juárez. Su gusto por la música clásica, cuenta, empezó desde muy pequeña gracias a su madre. “Ella me ponía siempre esa música, sobre todo de compositores como Mozart y Bach, también me llevaba a fandangos y tenemos muchos amigos que tocan música tradicional, por eso siempre quise estudiar música. Un día, cuando tenía seis años, me trajo a esta escuela y decidí estudiar el arpa tradicional porque escuché a una niña tocarla y me gustó mucho su sonido; después conocí a un alumno de mi maestro, toca muy bien el arpa clásica y me invitó a conocer ese instrumento, y también me gustó mucho y decidí tocar el arpa clásica”, dice.
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El cambio de arpa tradicional a clásica ha sido un largo proceso. Hace tres años, Eréndira empezó sus clases con Baltazar Juárez, quien ahora es uno de los mayores impulsores del arpa en nuestro país y arpista principal de la Orquesta Sinfónica Nacional. Hubo maestros que no estuvieron de acuerdo con ese cambio. “Alguien me dijo que la clásica la tocan desde que son muy pequeños y mi hija ya tenía 10 años, así que sus posibilidades de crecimiento no iban a ser las mismas que las de los demás, pero el maestro me dijo que sí podía lograrlo. Ella ha tomado todo lo mejor que nos han dado, en la familia no hay músicos, nosotros hemos puesto nuestra confianza en el maestro”, cuenta Eréndira Flores, madre de la arpista.
Baltazar ha sido maestro en la Facultad de Música de la UNAM, en la Escuela Vida y Movimiento y en la Escuela Orquesta Carlos Chávez, además es fundador y director del Concurso y Festival Internacional de Arpa en México; su guía ha sido muy importante porque no sólo ha propiciado que la pequeña participe en recitales, también con la Filarmónica de la Ciudad de México y en concursos nacionales e internacionales.
“Empezamos a trabajar desde cero, la técnica entre ambas arpas es totalmente diferente. La clásica tiene una tensión de dos toneladas, necesitas de una técnica muy importante, de mucha fuerza para producir un hermoso sonido y, sobre todo, para no lastimarte, con tanta tensión podrías lastimarte de por vida; mientras que la tradicional es ligerita, no necesita de tanta fuerza y es muy brillante”, explica el maestro.
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Eréndira no deja de sonreír, recuerda aquél viaje a Croacia en donde descubrió que está en camino a conseguir el nivel que observó en otras niñas. “Me dieron más ganas de seguir estudiando, ellas tenían un buen nivel, pero yo también puedo conseguirlo si estudio mucho. En el concurso gané con la obra La source, de Albert Zabel, pero en Nueva York voy a tocar Au Matin, de Marcel Tournier. Yo no sabía bien cómo era el concurso, pensé que podría ganarme un tercer lugar, me pone muy contenta que haya ganado el primero, toco porque me gusta, la verdad no pienso mucho en el reconocimiento de los demás”.
El arpa con que estudia pesa unos 40 kilos, su costo puede ser de 23 mil a 35 mil dólares, está hecha en EU y pertenece a la escuela. “Me gusta mucho su timbre, sus posibilidades, sus armónicos, para sacarle el sonido necesitas preparar tus manos para hacerlo bien. Su sonido es muy bello, puede ser muy majestuoso, me impresiona lo que puede hacer. Estudio mucho, me voy poniendo retos, quiero ir avanzando y sé que mañana no me saldrá mejor si hoy no practiqué. En la escuela damos dos recitales al año, me vienen a ver mis papás y a veces mis abuelos, me dicen que toco muy bien, pero sé que tengo que trabajar mucho”.
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El repertorio del arpa, dice el maestro, es muy amplio, aunque no se compara con el de piano o violín. “Este modelo de arpa existe desde el siglo XIX y tiene un amplio repertorio, sin embargo no se conoce mucho porque el instrumento tiene exigencias muy específicas, no puedes trasladarlo como uno quisiera; pero hay obras de compositores muy importantes, como Ravel, Debussy”.
Los Golden Classical Music Awards colaboran con el Concurso Internacional de Música Gran Premio Virtuoso, con sede en Europa; participan niños y jóvenes de países como Japón, Rusia, China y Reino Unido. La ceremonia de premiación será el 9 y el 10 de marzo.