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Con las manos entrecruzadas sobre las piernas y los ojos cerrados bajo un sombrero de paja, la mujer se entrega en silencio a la música. Se encorva en la banca, casi en un gesto fetal, mientras el Coro de Madrigalistas de Bellas Artes interpreta el Réquiem Op. 9 de Maurice Duruflé , en la Catedral Metropolitana.
Afuera llueve. De vez en cuando un trueno se cuela en los ventanales del recinto, pero ni eso distrae a la menuda oyente. Como ella, un centenar de personas ignoró la tormenta y acudió al concierto que la noche del jueves 19 de octubre recordó a las víctimas mortales del sismo, ocurrido justo un mes antes, y que dañó diversos estados de México central, como Puebla, Morelos, Oaxaca, el Estado de México y la capital del país.
Luego de un minuto de silencio en honor de los fallecidos, Carlos Aransay -director invitado y titular del Coro Cervantes de Londres- dio inicio a la música. El contraste entre el eco de los rayos y la apacible melodía del "Introit", con reminiscencias del canto gregoriano, y el "Kyrie", lograron una atmósfera de absoluta concentración por parte del auditorio.
"Domine Jesu Christie", "Sanctus", "Pie Jesu", "Agnus Dei", "Lux aeterna", "Libera me" y "In Paradisum" también resonaron en la Catedral acompañados del órgano, interpretado por Abraham Alvarado.
El Réquiem de Duruflé, compuesto en 1947, es la obra más famosa del compositor francés, que trabajaba en la pieza durante la caída del régimen nazi y que dedicó a la memoria de su padre. A decir de los especialistas, el carácter tranquilo de la composición le otorga un sonido esperanzador, que se distingue de otras misas dedicadas a la muerte.
Antes del Réquiem , el Coro de Madrigalistas de Bellas Artes -fundado en 1938 por Luis Sandi- interpretó "Circumdederunt me" de Cristóbal de Morales, "Ave María" de Vicente Goicoechea y "Salve Regina", de Enrique Granados.
sc