Dubai, Emiratos Árabes Unidos.— Desde hace meses ya no hay registro de abejas en el planeta, los Cheetos se salan con sal de Marte y el agua extraída de asteroides aún no tiene un sabor agradable. Es el año 2071; se viajó al futuro en el instante en el que se cruzó la puerta del Museo del Futuro, en Dubai.
En el lobby se dan cita turistas de todo el mundo, desde mujeres de la India que asisten vestidas con sus tradicionales saris, hasta gringos en chanclas Birkenstock.
Las expectativas son altas, el excéntrico edificio no dice mucho por fuera y han pasado semanas desde que se planeó la visita; la demanda es tanta, que hay que comprar con al menos un mes de anticipación el boleto, que cuesta 149 dirhams, es decir, 720 pesos.
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El recorrido del museo está situado en el año 2071 e inicia con la presentación de Aya, la “residente digital” del museo que acompañará a los visitantes.
“Todo lo que ven aquí fue creado por narradores, visionarios y artistas. No son predicciones, sino retos”, advierte Aya al público, antes de que éste ingrese a una nave espacial (un elevador inmersivo) y viaje a la estación espacial Hope. Este es el mismo nombre de la primera sonda espacial que envió Emiratos a Marte, en 2021.
Una vez en la estación, se presenta a los “Pioneros”, astronautas de todas partes del mundo que desarrollan soluciones para hacer la vida en la Tierra más soportable. El público puede sumarse a la misión.
Aquí ya se plantean los problemas que enfrenta la humanidad: se necesitan trajes espaciales para niños, pues actualmente sólo los adultos pueden ir al espacio; hay que desarrollar alimentos para vivir en el espacio, el agua se extrae de meteoritos, se necesitan crear materiales resistentes al choque de asteroides o basura espacial.
El espacio es un lugar “violento”, advierten los “Pioneros” que se comunican con los visitantes a través de pantallas y dan el reporte de sus avances más recientes en sus proyectos de investigación e invención.
Al interior de la estación hay un modelo del Sistema Solar, con nombres grabados en varios idiomas, que rinde homenaje a todos aquellos que trazaron el camino para habitar el espacio. Entre ellos se encuentra Christa McAuliffe, la maestra de primaria que viajaba junto a seis astronautas en el Challenger de la NASA en 1986, y que perdieron la vida cuando la nave explotó durante su despegue.
Tras conocer la vida en el espacio, los visitantes regresan a la Tierra.
Unas bque simulan ser ventanas dan una idea de cómo se espera que el emirato luzca en el futuro: con más rascacielos, menos autos y más drones volando. Lo curioso es que la arquitectura dentro de 48 años no es muy distinta a la que se ve actualmente en la ciudad. Si bien hay edificios más altos y que se mueven como si fueran robots, el Burj Khalifa y el Burj Al Arab no desentonan.
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En esta parte del recorrido se presenta “El Jardín”, una recreación del Amazonas que se usa con fines de investigación. Aquí también se encuentra “La Biblioteca”, donde se alberga el ADN de 2 mil 400 especies que habitan o habitaron la Tierra. En frascos luminosos de colores, se encuentran girasoles, aguacates, medusas, caballos, árboles y bacterias. Se trata del espacio más instagrameable del museo; son muchos los que se detienen a hacerse selfies y fotografías familiares, pero son pocos los que se detienen a observar las especies que ahí se almacenan y a reflexionar sobre las razones por las que en el futuro se podría necesitar un acervo de este estilo.
Al colocar un escáner sobre los frascos se puede tener más información sobre el ADN de la especie que ahí se almacena. Cuando el escáner termina su lectura, el frasco se ilumina de blanco. Sin embargo, algunos encienden en color rojo, como el del ajolote, que es descrito como un anfibio mexicano con “cara de bebé”. Cuando un niño lo escanea se sorprende al ver el rojo vivo. “Es porque es un animal que ya se extinguió”, explica una guía al niño. De acuerdo con los datos de “La Biblioteca”, el ajolote se extinguió en México en el año 2027.
Salud mental comprometida
El Museo del Futuro también plantea las problemáticas de salud mental a las que se enfrentará el humano en 2071, un problema que en realidad ya está presente.
En un espacio de muros rosados, que simula ser un spa, está la sala Al Waha, donde se busca que las personas se desconecten de la tecnología y “revivan” sus sentidos, pues los niveles de ansiedad y depresión siguen en aumento, ante el uso crónico de teléfonos celulares.
“Para 2030, la depresión superó a la obesidad como la enfermedad más riesgosa. Muy poco ha cambiado en los últimos 40 años”, se lee en la sala del museo.
En Al Waha hay terapias de vibraciones sonoras, sensoriales y de aromaterapia, así como espacios de meditación para practicar la quietud (¿cuántas veces no ha sentido que debe navegar en más de tres apps para ser “productivo”?).
Al final se encuentra la sala Tomorrow Today, donde se exhiben los inventos que se desarrollan en la actualidad, con el fin de procurar un mejor futuro en el planeta.
Entre ellos hay empaques hechos con algas, como sustitutos del plástico; ropa y accesorios para experimentar la realidad aumentada, materiales de construcción y autos eléctricos autónomos.
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Arquitectura
En una ciudad que busca tocar el cielo con sus edificios, el Museo del Futuro fue en la dirección contraria. Se trata de un edificio que se expande hacia los lados con su forma de aro ovalado. El hueco en el edificio simboliza la historia que está por escribir el humano. Los trazos de caligrafía árabe, que sirven como ventanas, son frases sobre el futuro que expresó el emir de Dubai, el Jeque Mohammed Bin Rashid Al Maktoum. El edificio fue diseñado por Killa Design.
Al salir del recorrido, las primeras sensaciones son de angustia y tristeza por el futuro y aunque uno trate de convencerse de que faltan años luz para enfrentar una vida como la que plantea el Museo, el golpe de realidad llega al abordar la estación del Metro cercana al recinto, pues el primero en recibir a los pasajeros es un robot asistente. Dubai ya está en el futuro y no hay vuelta atrás. ¿Le podremos seguir el paso?