E n los últimos decenios de su vida, el artista plástico mexicano Francisco Toledo (1940-2019) dedicó buena parte de su intensa actividad artística a hacer obras que pueden catalogarse dentro de lo que se conoce como artes aplicadas, es decir, aquellas que incorporan la estética y la creatividad a objetos de uso diario (incluso lúdico), en contraposición a las bellas artes, cuyo objetivo primordial es estimular intelectualmente al espectador.
En algunos casos, el pintor, dibujante, escultor, ceramista e impresor nacido en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, se entregó a la hechura de esas obras con la intención de revitalizar algunas industrias ligadas a ciertos oficios artesanales y en otros casos porque sentía la necesidad de explorar nuevas formas de expresión.
“Fue así como creó, entre otras cosas, piezas de cerámica y de fieltro, alfombras, pisos con baldosas de cemento y obras con papel de china, como sus 43 famosos papalotes ilustrados con el rostro de cada uno de los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero”, señala Cuauhtémoc Medina González, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y curador en jefe del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC).
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Sin embargo, Toledo también ejecutó obras por encargo. Una de ellas es el mural-vitral que se halla en el auditorio “Maestro Jesús Silva Herzog” del edificio del Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM (el cual, por cierto, fue financiado y donado por el banquero Carlos Abedrop Dávila, quien en su juventud estudió en la entonces Escuela Nacional de Economía).
“Toledo lo realizó a pedido del renombrado arquitecto mexicano Ricardo Legorreta, autor de ese edificio de más de cinco mil metros cuadrados construido en la zona sur de Ciudad Universitaria, a un costado de la avenida Insurgentes, e inaugurado el 30 de agosto de 2010”, informa Medina González.
Con mica natural
Esta obra que, hasta donde se sabe, carece de título, está conformada por 13 vitrales redondos de distintos diámetros incrustados en el portón de dos hojas que también hace las veces de fachada del auditorio “Maestro Jesús Silva Herzog”, por lo que puede verse tanto desde el exterior como desde el interior de éste.
Dentro de estos vitrales que semejan monedas encapsuladas, se aprecian las figuras coloridas de diversos habitantes del universo toledano, hechas con mica natural: insectos, peces, camarones…, pero sobre todo cangrejos.
“Al parecer, según me reportó una de las hijas de Toledo, en el istmo de Tehuantepec, a los cangrejos se les identifica con quienes lucran y con los avaros”, indica Medina González.
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