La blusa color turquesa que perteneció a su madre se combina a la perfección con pantalones de mezclilla y un grueso cinturón de cuero café. También su hija adolescente la combina con su minifalda gris. Es una blusa afortunada. Mientras el promedio actual de uso de una prenda es de alrededor de 60 puestas, ésta, por lo menos, ha quintuplicado la ecuación, pero no es un escenario común. Según cifras de la , especialista en economía circular basada en investigar nuevos modelos de negocio que sean menos consumidores de recursos, el promedio de uso de una prenda, antes de desecharla, ha disminuido 40% en las últimas dos décadas.

El consumo excesivo de ropa ha provocado el aumento de desechos textiles. La tendencia de la llamada moda rápida incentiva a comprar ropa nueva y deshacerse de la vieja, aun cuando sigue en buenas condiciones. La nostalgia vintage y el ahorro al adquirir ropa de segunda mano aún no vencen la competencia fashion. Los fabricantes responden a la demanda de los consumidores desarrollando una gran cantidad de prendas de baja durabilidad a precios aparentemente más económicos. El saldo: gran cantidad de ropa se tira y crece como montañas de basura.

La situación de los residuos textiles es crítica para el medio ambiente en todo el mundo. Según cifras del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la ropa es el tercer producto más consumido, detrás del agua y el uso del suelo. Cada año se confeccionan 100 mil millones de prendas en el mundo y más de 90 millones de toneladas de textiles acaban contaminando, al no tener estrategias para desecharse, además de que su producción implica un peso medioambiental difícil de sortear.

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Fuente: Laboratorio Lincoln del MIT y la Universidad de Michigan
Fuente: Laboratorio Lincoln del MIT y la Universidad de Michigan

La industria de la moda depende principalmente de tres fibras: poliéster, algodón y rayón viscosa. El poliéster representa muchas ventajas para la elaboración de prendas. Es una materia liviana con buena absorción de tintas y facilidad para mezclarse con otras fibras, pero se trata de un material elaborado a partir de plástico que tarda cientos de años en descomponerse. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, las microfibras como la de este material representan hasta el 32% de los microplásticos que contaminan el océano y están presentes en el aire que respiramos.

El algodón es un cultivo que consume mucha agua y utiliza grandes cantidades de fertilizantes y pesticidas. Existen cuerpos hídricos que han desaparecido para alimentar estos monocultivos, como el Mar de Aral, que alguna vez fue el cuarto lago más grande del mundo y se secó casi por completo, drenado por campos de algodón en Uzbekistán y Kazajstán. Producir una blusa de algodón se calcula que requiere 2 mil 700 litros de agua, lo que bebe una persona en dos años y medio.

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El rayón viscosa se fabrica a partir de madera que a veces procede de bosques antiguos. Se calcula que este textil implica alrededor de 300 millones de árboles talados anualmente para fabricarlo, pero está previsto que ese consumo se duplique en la próxima década. Es una materia prima que paradójicamente no es insostenible en su origen, ya que al ser una fibra vegetal puede ser obtenida de la celulosa de una gran variedad de árboles y plantas, además es biodegradable al final de su ciclo de vida, pero el problema es la falta de control de la materia de donde se extrae (muchas veces, mediante tala ilegal) y que utiliza gran cantidad de productos químicos tóxicos para convertir la materia prima en fibra, como hidróxido de sodio y ácido sulfúrico.

Es así que las fibras sintéticas originadas a partir de petroquímicos son responsables de las emisiones de dióxido de carbono, pero también las fibras vegetales y animales (es decir, algodón o lana) generan contaminación ambiental debido al gran uso de tierra, agua, fertilizantes y pesticidas. Según cifras del PNUMA, las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción de fibras como la lana oscilan entre 1.7 kg CO 2 y 36.2 kg CO 2 equivalentes por kg de fibras. Tan sólo en este ejemplo, las prácticas de reciclaje y reutilización podrían tener beneficios ambientales que resultarían en un ahorro de alrededor de 16 kWh de energía por cada kilogramo de lana, pero se necesitaría reciclar al menos el 75% de los residuos pre consumo para obtener una reducción significativa de la huella de carbono de un producto textil.

Soluciones en marcha

La industria de la moda es una de las más contaminantes del mundo, pues además de los materiales de donde se obtienen los textiles, se suman otros procesos como los de teñido que aportan más cerezas al pastelazo medioambiental. Cada proceso tiene muchos retos en pro del medio ambiente. Las soluciones para controlar la tasa de consumo de la moda van desde reducir la sobreproducción y el consumo excesivo hasta fabricar prendas más duraderas e incorporar la circularidad en el diseño de productos.

Los expertos consideran que el reciclaje de fibra a fibra, es decir, convertir desechos textiles en nuevas fibras para fabricar ropa u otros productos textiles, es uno de los escalones más sostenibles. La ciencia forma parte de esta jugada que busca procesos más efectivos y amigables con el medio ambiente.

Europa es muy ambiciosa, ha puesto en marcha algunos de estos procesos y tiene una aspiración que serviría de ejemplo al mundo: busca que para 2030 todos los textiles sean duraderos y reciclables (fabricados en gran medida con fibras recicladas), libres de sustancias peligrosas y producidos con respeto a los derechos sociales y al medio ambiente.

Se necesita que las nuevas premisas de la moda sean un pilar esencial en su Pacto Verde Europeo, un conjunto de propuestas ambiciosas con el que la Unión Europea (UE) espera alcanzar la neutralidad climática en el futuro, reduciendo, entre otras cosas, la huella de carbono un 55% en 2030. La moda debe reinventarse más allá de un dicho publicitario, hasta convertirse en una estrategia funcional para mantener vivo al planeta durante más tiempo.

La estrategia de convertir desechos textiles en nuevas fibras suena ideal, pero concretarlo no es tarea sencilla. La clasificación manual requiere mucha mano de obra y se vuelve más difícil debido a etiquetas desgastadas o faltantes que identifiquen el tipo de material empleado; además, las técnicas más avanzadas que analizan la química de una tela a menudo no son lo suficientemente precisas para identificar los materiales en las mezclas de tela.

Recientemente el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), patentó un proceso con el que espera contribuir a este proceso. Se trata de integrar fibras que ayuden a identificar cada material a la hora de clasificarlo. Dependiendo de las longitudes de onda de la luz que refleja la fibra cuando se escanea, los recicladores sabrían qué tipo de tejido es.

La nueva fibra funcionaría como un código de barras óptico para identificar un producto mediante color estructural basado en la fotónica. Según los investigadores, se podría adaptar un detector del tipo que se utiliza para clasificar los plásticos en la industria del reciclaje. Aunque aún es un proceso en ciernes que suena futurista, en realidad está basado en un tipo de fibra creada por el MIT desde hace más de una década, pero con una nueva aplicación que le ahorraría millones de dólares a la industria facilitando el proceso de reciclaje.

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Además, en la fase de corte en el diseño de ropa, se calcula que se desperdicia alrededor de 13% de la materia prima a nivel industrial, no sólo los diseñadores están pensando como reinventar estos materiales en la fabricación de nuevas prendas, sino para su empleo en otros artículos. Un estudio del Departamento de Diseño, Ingeniería Civil y Arquitectura del Politécnico de Bari, Italia, señala que este tipo de materiales se pueden convertir en parte fundamental del futuro de los materiales de construcción de viviendas.

Los especialistas italianos realizaron varios estudios sobre el buen rendimiento térmico y acústico de los materiales de construcción fibrosos, en donde los subproductos textiles representan una nueva oportunidad para ser utilizados como nuevas materias primas para la producción de compuestos de construcción de alta eficiencia.

El consumo de recursos naturales vírgenes se podría reducir en 30% aplicando los principios de la economía circular al promover métodos más eficientes en el uso de recursos para producir componentes de construcción. La imaginación no tiene límites. Reutilización de recursos, fibras más sostenibles y nuevos procesos buscan reinventar una poderosa industria que no solo vista al hombre, sino al planeta.

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