Sobre el escenario de la Ex Hacienda de San Gabriel de Barrera, el utiliza instrumentos de cuerdas, cajas de resonancia adaptadas y flautas de bambú tradicionales para interpretar una canción con elementos de la salsa cubana. El desconcierto y el entusiasmo inicial del público no se pueden ocultar al notarlo.

 
El tsugaru shamisen, el koto adaptado con 25 cuerdas y las seis flautas de bambú les sirven a Sho Asano, Takashi Honma y Koki Sato para crear acciones alegres y festivas a las que sostiene el poder evocativo de los alientos.  "Hola, somos Mikage Project", dice Koki Sato, uno de los dos vocalistas. Con la profundidad de su voz canta, ahora, una canción con tintes de balada pop: "Llegamos desde Japón. Ha sido un gusto conocerlos".


Su pronunciación rápida se escucha antes de que un interlocutor oculto lo traduzca. Explica que el trío hace música tradicional de Japón, que reinterpreta con ritmos modernos, los cuales van de la salsa y la cumbia al rap y el pop. Él —el joven que equilibra la intensidad de las seis flautas— presenta a cada integrante y de Sho Asano dice que "su nombre está grabado en el salón de fama".

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Sobre las flautas, dice que evocan al viento y los sonidos de la naturaleza. Unos minutos después, las cuerdas, que manipula Asano se entretejen con fuerza; en cuanto termina, empiezan las flautas, los instrumentos de aire hechos con bambú, cuyos silbidos son la antesala de una ceremonia, el vestíbulo de una escena oriental, remota, vista e intuida mil veces en el imaginario colectivo.


En la última parte del tríptico no anunciado —cada instrumento en su propio y separado diálogo—, Takashi Honma, con los mechones de cabello que le cubren ambos lados de la cara, se hiperconcentra en los rastros dulces que el koto, la caja de resonancia, deja.


El trío vuelve al presente, a la actualización de los sonidos y su cercanía con la balada pop. Ahora, Sho Asano canta y precede una canción, algo festivo a lo que, tras unos minutos, le incorporan elementos de rap.


A veces, el el tsugaru shamisen, parece un elemento de hibridación; con él, Sho Asano crea una especie de blues oriental. Y el grupo anuncia más música tradicional: el min'yo, con el que se pide que el público marque el ritmo con palmadas. El público aplaude y, en cada aplauso, se le indica que debe frotar sus manos.


Siguen una canción breve y las indicaciones para un baile que los espectadores pueden hacer desde su asiento. Se mueven, entonces, como si jalaran una red de pesca de izquierda a derecha. "Right, left, ok", dice Koki Sato y varios espectadores ríen. La canción empieza a ir más rápido; con ella, también el baile.


Y el siguiente giro es imprevisto: cantan "Bésame mucho". En español se siente más la tesitura de sus voces, intempestivas y dulces.  


"...que tal vez mañana, estaré muy lejos, muy lejos de aquí..."


Un solo del koto empieza como un ritmo introspectivo, parsimonioso, que le da paso a las cuerdas, empalmando sus sonidos. ¿Qué les ha parecido Bésame mucho con nuestros instrumentos?, preguntan.

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En el último segmento se deja ver la fuerza oriental, su marcada presencia. Hiroshima y Guanajuato son ciudades hermanas, este año es el décimo aniversario del hermanamiento, afirma el vocalista y pide imaginar los paisajes de la prefectura.


El público aplaude de pie, pide una canción más. El grupo vuelve a presentar a sus integrantes e instrumentos, empieza a tocar algo con un ritmo cercano al de la cumbia y la gente empieza a bailar.

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melc

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