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¿Por qué el ser humano es el único que atenta contra su propia especie? ¿Cómo encuentra placer en la maldad y llega a gozar de la tortura? Los alumnos preguntaban y el escritor colombiano Miguel Mendoza intentaba descifrar con ellos el origen de uno de los rasgos más oscuros de la condición humana.
Ocurría en el año 2000, en la Universidad Javeriana. Era un curso electivo sobre mentes criminales. Mendoza lo había propuesto porque le apasionaba la relación entre crimen y literatura, pero jamás se imaginó que el aula estaría desbordada año tras año.
Cuando el curso cumplió 10 años, comenzó a escribir su propio libro sobre lo aprendido, que tituló "Asesinos en serie: Perfiles de la mente criminal", un catastro detallado de casos, rasgos psicológicos y de cómo cometían sus crímenes. Fue un éxito.
Pero algo comenzaba a fallar para el autor: ¿cansancio?, ¿encasillamiento?, ¿paranoia?
Por eso dio un vuelco a lo luminoso y se lanzó a la escritura infantil con "Vladimir, el niño vampiro" y "Abraza tu miedo", dos de los libros que compartió con el público más joven del reciente Festival Hay Arequipa. A ellos les siguió la magnífica novela para jóvenes "Los diarios secretos de las chicas (in)completas".
Y este año fue premiado por los cuentos de su última publicación, "El asesinato de Edgar Allan Poe y otros misterios literarios", que "apela a algunos temas siniestros, pero ya desde la literatura. Y aunque a veces recaigo, porque es un vicio volver sobre los monstruos humanos, para entender quiénes somos, me alejo cada vez más del crimen real".
Hablamos con él.
¿Llegaste a responder las preguntas de tus alumnos sobre el origen de las mentes criminales?
La conclusión, casi aterradora, es que es un tipo de ser humano que se configura hacia la maldad a partir de las decisiones que toma.
Me casé con el enfoque de que nuestros actos modifican nuestro cerebro y nuestro comportamiento nos convierte en lo que somos, no son nuestros genes ni los neurotransmisores. Es una trampa echar la culpa a algo que está fuera de mí, cuando el problema está dentro.
¿Cómo te convences de esa teoría?
Sin ánimo de decir que anticipé los tiempos por venir, veía una maldad sistémica que nos iba a condenar a estas nuevas formas de totalitarismo que ves cuando entras en una red social. La gente se está atacando, se está odiando. Comprendí que el gran tema de la condición humana era la decisión.
Estaba en novelas como "Dr Jekyll and Mr Hyde" y en "Ricardo III" de Shakespeare, que dice "yo decido hacer lo peor por los demás".
Esa idea de que hay una fuerza, una obsesión o que la locura es justificación para el crimen o la maldad, ¡no! Al final del día, nosotros tomamos las decisiones hacia lo peor de nosotros mismos.
¿Y qué es lo peor?
La peor adicción que hay es a uno mismo, porque siempre vas a querer más: dinero, placer... Luego pasas a matar a alguien, después a torturar. Fue algo que se me reveló y yo no lo quería.
El libro me trajo cosas maravillosas, muchos lectores, pero también me llevo a dar testimonios en televisión, hablando de perfiles de casos reales, expertos en investigación criminal me buscaban, yo me dejé tentar, pero hubo un momento en que no pude más, es un tema muy duro.
¿Tu cuerpo y tu mente dijeron basta?
Tenía pesadillas, para mí eso era lo normal y sufrí un par de ataques de ansiedad, sobre todo cuando editamos el libro, al revisar otra vez ese material con descripciones de las cosas más atroces.
Tal vez era joven cuando partí y me creía a prueba de balas, pero me afectaba, me deprimía. Si vives en una ciudad como Bogotá ya eres paranoico y estos temas te lo aumentan. No tengo la fortaleza para mirar la maldad de cerca, realmente.
Si abandoné el tema fue por miedo, por cobardía. Entonces pensé en la opción de inventarme una burbuja y ahí es donde nace mi hija y yo me reinvento.
Y decides saltar del crimen a la literatura para niños...
Crear burbujas ilusorias a través de la literatura se critica mucho, pero creo que la fantasía está ahí para pensar un mundo alternativo, un mundo feliz, donde los monstruos pueden ser lindos.
Quise crear esa burbuja a mi hija, para que jugara con libros cuando empezara a gatear, pero no podía mostrarle mi colección de literatura de crímenes, de true crime como le llaman los gringos, era obscena: destripadores, estranguladores y esas cosas.
Esperaba que pudiera coger un libro mío y no prevenirla de nada.
¿Cómo nace la historia de "Abraza tu miedo", donde una niña y sus amigos animales identifican sus temores, por ejemplo, a dormir solos?
Mi hija no dormía y para los padres que sufrimos eso, es muy duro, porque uno está agotado, entonces tiene algo biográfico. También el miedo es un tema recurrente, sobre todo para los niños, que viven en un universo tan complicado, que nosotros les entregamos.
¿Cuáles son los miedos de los niños?
Tienen miedo al fracaso, porque les hemos creado expectativas desde los juegos. Ves padres tratando de que su hijo gane, que sea el mejor, no solo que sepa inglés, sino también chino mandarín. Los siento ansiosos por no defraudar, compitiendo.
También le temen a descifrar cómo son los otros y al hecho de no ser aceptados.
Me parece que esas violencias llegan a través de los medios y es normal que un niño de 5 años te pregunte '¿bueno, tú te vas a morir?' Pero en su complejidad, los veo con una resiliencia fuerte y decididos a ser ellos mismos.
¿Y qué hay de esos temores más arcaicos, como a la oscuridad, las sombras, la noche?
En un curso sobre terror que aún imparto, hablamos de los miedos instintivos, que son legítimos y están ahí para protegerte de los peligros reales.
El problema es cuando se combinan con la vida cotidiana: la noche sí es peligrosa, la oscuridad oculta algo, no solo espectral.
Cuando nuestra hija tenía que dormir, nos callábamos, bajábamos la luz, la televisión, entonces, sin duda que ella sentía que pasaba algo raro.
En vez de tranquilizarla, le provocaba una ansiedad terrible y claro que no se dormía, estábamos fortaleciendo esos miedos instintivos.
¿Qué otros identificas?
Los miedos sociales son muy fuertes. El miedo a la propia imagen, que también está en el cuento, con los animales que no hablan o temen mirarse en el espejo.
En los adultos están haciendo estragos. La gente no está feliz con su cuerpo, con su forma natural de ser.
Todo el tiempo nos maquillamos a través de las redes sociales, creando imágenes alteradas. Hay ahí un problema generalizado y yo quería plantear eso desde pequeños.
¿Cuál crees que es gran temor de estos tiempos?
Que la verdad, lo que yo creo y siento como verdadero, no coincida con la realidad. Mi verdad es que las personas que me rodean son buenas, pero de pronto son los malos. Creo que mi amor protege al otro, pero en realidad lo encarcela. Creo que mi equipo es el mejor del mundo, pero pierde los partidos.
Vivimos entre realidades paralelas, fake news, confrontaciones, en la política, en la economía, en la educación.
La realidad es que todas las verdades son igual de válidas. Pero la discordancia hace que me aferre a mi verdad, porque es una locura pensar que todo lo que sucede es contrario a lo que uno piensa.
La pregunta es: ¿cómo lo hago coincidir? ¿Te convenzo a las malas?, ¿Te argumento mediante la agresión? Mi verdad tiene que ser real y te la voy a imponer.
¿Y tú, Miguel, has superado tus miedos?
He tenido muchos, el último, que puede ser el más estúpido, es a las puertas abiertas, me genera una ansiedad terrible. Se lo decía a mis alumnos. Tiene que ver con la ilusión de que puedes controlar el espacio.
El mundo se está derrumbado afuera, pero en el salón de clases por una hora vamos a pensar en otra cosa. Es mi forma de asegurar el destino. Mi hija lo ha heredado.
Lo cierto es que cuando nació me tocó superarlo, para poder escucharla si se despertaba. Fue muy difícil. Es un miedo tonto, pero me ha hecho entender que no hay que demeritar ninguno.
Hay gente que tiene fobias que no puede confesar, por temor a la burla. Eso les ha hecho perderse de cosas y los mantiene aislados.
Al contrario de Mariana, la protagonista de tu libro "Los diarios secretos de las chicas (in)completas". Ella nunca tuvo miedo de que le amputan la pierna por causa del cáncer.
Es muy valiente. Mariana está inspirada en María, una alumna real, que afrontó su enfermedad con mucha valentía.
Los médicos estaban empecinados en conservar su pierna pero ella tenía dolor, había complicaciones y dijo: córtenla.
Si tuvo miedo, fue capaz de superarlo de una forma que pocos lo harían. Su deseo era jugar fútbol y cuando le dijeron que aunque salvara su pierna, no podría hacerlo, prefirió amputarla para volver a la cancha.
Yo quería escribir una novela juvenil y no me daba cuenta que la tenía enfrente, en la historia de María, que ahora es Martín, porque ha hecho el cambio de identidad de género. Me pareció la persona más valiente del mundo.
Mariana le pone nombre a todo. Al tumor lo llama Thor, a las quimios, Sombrerero loco de Alicia en el país de las maravillas y al cáncer, Moriarty, como el villano de Sherlock Holmes, "peligroso pero no invencible"...
Mi madre murió de cáncer y siempre evitó la palabra, en mi casa era impronunciable. Ella le tenía mucho miedo. Y cuando me tocó escribirla me costaba. Así surgió la idea de que Mariana fuera inventando un lenguaje. Quienes creemos en las poder de las palabras, sentimos que podemos usarlas para decir las cosas de una manera más bella, pero también como talismanes, como defensa.
El lenguaje le puede ganar a la realidad y al miedo a través de su poder poético.
¿Y cuánto hay de Drácula en Vladimir, el niño vampiro, tu primer libro infantil?
Es mi alter ego, un chico que encuentra en las historias de terror una forma de ser. El vampiro se revela como un símbolo de maldad y de inmortalidad, pero también de alteridad, porque te permite ser otro de noche.
Harry Potter no le gusta a todos los niños, algunos son un poco más oscuros y también son bellos, porque encuentran fascinación en lo fantasmal, en lo siniestro.
Este libro es un homenaje a ese niño que no es tan convencional, pero que al final descubre que la tristeza puede ser romántica y atractiva, pero que alguien triste nunca es algo lindo.
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