Madrid. —La uruguaya Cristina Peri Rossi, quien recién fue galardonada con el Premio Cervantes 2021, se considera una escritora poliédrica, interesada por casi todo lo que la rodea, aunque es consciente de las muchas fronteras que le quedan todavía por cruzar.
“Me siento renacentista, en el sentido de que mis intereses son múltiples y me falta tiempo para indagar todavía más”, señala Peri Rossi en entrevista con EL UNIVERSAL.
La escritora, quien reside en la ciudad de Barcelona desde los años 70 tras exiliarse en España cuando la dictadura militar se impuso en su país, reconoce que en sus páginas ha abordado lo divino y lo humano, porque son muchos los temas que la atrapan y le gustan, incluido el futbol, como buena uruguaya que es.
Defensora a ultranza del feminismo, desde los tiempos en que este movimiento no provocaba tantas adhesiones, Peri Rossi tiene claro que su condición de mujer sí supuso un obstáculo durante su trayectoria profesional: “Mientras la literatura fue un terreno exclusivo de varones, a las mujeres no se nos tomaba muy en serio”.
A sus 80 años de edad, recluida en su casa de Barcelona y delicada de salud, a Cristina Peri Rossi le cuesta un poco hablar, todavía más con la afonía que carga en estos días.
Por ello, lo primero que hace la narradora es advertir amablemente al periodista que sea breve, que está desbordada, sobre todo por el aluvión mediático. Pero encarrilada la entrevista, la autora no duda en explayarse. Al otro lado del hilo telefónico su voz suena atenuada, pero también resuelta, animada por momentos, y se muestra tan enfática como siempre cuando expresa algunas de sus creencias más arraigadas.
“Puede que al final quede una fama póstuma o algo así. Pero cuando uno se muere, se muere, y se acabó. Si deja algo, mejor. Y, si no, no pasa nada”, sentencia de manera convincente.
¿Qué impresión tiene de la lectura que el jurado del Premio Cervantes hace de su obra literaria, sobre todo cuando dice que responde a una mentalidad indagadora, renacentista, abierta a todos los temas que afligen o motivan a la humanidad?
-Me siento muy bien representada por ese discurso. Siempre me he sentido interesada por esas cuestiones, ya sea desde el punto de vista científico o humanístico, intentando dar una versión moderna. En última instancia, los términos de la filosofía y la literatura son prácticamente los mismos, a los que vamos dándoles distintas respuestas sociales o políticas, pero los motivos de reflexión no varían tanto.
Escritora, activista política y feminista, tres facetas en las que Peri Rossi se ha empleado a fondo. ¿Pero cuál ha contribuido más a su desarrollo personal?
-Soy mujer, feminista, catedrática de literatura y he estado militando contra todas las dictaduras. Me gusta el cine, me gusta la música y también me gusta el futbol. He escrito sobre casi todo lo divino y lo humano. En México hay una edición muy completa (titulada El pulso del mundo), que selecciona generosamente algunos de mis artículos periodísticos, que creo que rondan los 5 mil. Pienso que en esa edición se puede apreciar que, a diferencia de muchos escritores, yo me intereso por la ciencia, por la pintura, por la música, tanto popular como clásica. Me siento renacentista en el sentido de que mis intereses son múltiples y me falta tiempo para indagar todavía más. En último término y recurriendo a la máxima filosófica: sólo sé que no sé nada.
¿Considera que su condición de mujer ha opacado su difusión en alguna etapa de su vida literaria, sobre todo por su proximidad al boom latinoamericano en el que predominaban los escritores varones?
Ha tocado prácticamente todos los palos de la literatura: poesía, novela, relato, pero considera a la poesía el género mayor. ¿Por qué?
-Julio Cortázar dijo en algún momento que unos de los sueños de su vida era ser poeta. También Vargas Llosa comentó que le hubiera gustado; y García Márquez dijo lo mismo. ¿Qué pasa? Que la poesía no es solamente verso, aunque en ocasiones haya sido reducida a eso. Hay mucho verso que no tiene poesía. Para mí, mi novela Solitario de amor es el mejor poema que he escrito en mi vida. No podemos ser tan serviles como para encerrar los géneros en ciertas formas. Hay prosa muy lírica, y hay poemas muy prosaicos que no merecen ser llamados como tales. La poesía es una esencia, no una forma.
El conflicto entre lo que uno desea y lo que le depara la realidad sigue estando muy presente en su última obra autobiográfica, La insumisa. En su caso, esta frustración parece haber funcionado como estímulo literario…
-Por supuesto. Al existir la muerte, la frustración tiene que aparecer muchas veces a lo largo de la vida, sobre todo cuando buscamos la radiante juventud. Pienso que la frustración tiene dos opciones. O se convierte en demencia, melancolía e inhibe al ser humano, o bien se convierte en un estímulo. Siempre doy un ejemplo. Yo tengo desgraciadamente la salud muy endeble y me dicen que es un caso muy difícil, con aire despectivo. Y yo respondo que me extraña que siendo médico no me llegue a entender porque soy un caso difícil. A mí me gusta lo difícil, porque lo fácil no tiene gracia. Sólo de lo difícil se aprende; de lo fácil uno aprende en la escuela.
¿Le ha servido de algún modo la literatura para saldar cuentas con la vida?
-Creo que no tengo cuentas con la vida. Voy a contar una anécdota que nunca he compartido. Cuando yo era muy chica le pregunté a mi madre, a la que aturdía a preguntas, si todos nos moríamos. Me dijo que todos. Entonces yo estaba leyendo el diario de Ana Frank y me preguntaba: ¿por qué yo no soy ella y soy Cristina Peri Rossi? ¿Qué es lo que determina tal sufrimiento en una persona? Después me tocó sufrir mucho, pero entonces yo no lo sabía. Mi madre me respondió: tú sos tú y Ana Frank es Ana Frank. Y ahí se terminó la cuestión. Pero empecé a sentir que gozaba de un privilegio, que era en esos momentos mi libertad para poder leer, salir a pasear por una ciudad, ir caminando al liceo, que era algo que no había podido hacer Ana Frank. Y de ahí que piense que cuando tenemos un privilegio tenemos que devolverlo a la realidad haciendo el bien. Se lo expliqué a una editora. Y me dijo, sorprendida, que nunca se había sentido culpable de ser quien era. Y yo le respondí: efectivamente, no culpable, pero sí responsable.
Argumenta que el poema hace más soportable el dolor profundo que a veces se vive y se ha referido concretamente a las mujeres violadas en México ¿por algo en particular?
-Por supuesto que tengo una especial simpatía hacia los pueblos latinoamericanos. Me siento totalmente hermanada con las mujeres del mundo que sufren el machismo en la diversidad de formas que aparece. Y creo que es mi deber, ya que gozo del privilegio de escribir bien, de hacerles un homenaje y hacerlo ver. La escritura no tiene por qué ser complaciente, aunque lo sea el uso del lenguaje. El lector se tiene que sentir emocionado. Decir que en México son violadas mil mujeres por año es un dato frío, como cualquier información; pero si escribo un poema, o hago una canción o un documental, logro emocionar al receptor. Creo que para ser un gran escritor hay que emocionar.
Como exiliada usted vivió uno de los tantos apagones democráticos en América Latina... y las crisis siguen pesando en la región; parece que el continente no logra levantar cabeza…
-Vivo en Europa, que padeció un siglo XX terrible, con guerras civiles y mundiales. ¿Es Europa un ejemplo a seguir? Creo que lo es en una cosa, en tratar de conseguir mediante la unión que los pueblos más desfavorecidos reciban más ayuda. Ese es el modelo que tenemos que seguir en América Latina, donde hay recursos suficientes para abastecer a la población. Si el continente cumpliera el sueño de Bolívar, de Artigas y de San Martín, estaríamos mucho mejor de lo que estamos. Pero es un continente que tiene apenas 200 años. Si Europa, con toda su historia, no consiguió evitar dos guerras mundiales, no seamos tan exigentes con América Latina. Eso sí, hay que hacer una unidad, como han hecho los europeos.
Su salud es delicada, pero sigue hallando tiempo para escribir. ¿Ha pensado alguna vez en su legado literario o siempre le ha podido el presente, incluso ahora?
-Soy muy consciente de que soy mortal y que la vida me ha enseñado que el porvenir no tiene por qué ser justo. De manera que sólo pienso en el presente y espero poder seguir escribiendo; pero no es más que un deseo, con 80 años cumplidos. Tengo tres o cuatro libros acabados hace ya tiempo, sin publicar. Queda, digamos, entonces, una fama póstuma o algo así. Pero cuando uno se muere, se muere, y se acabó. Si deja algo, mejor. Y, si no, no pasa nada.
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