”El cuerpo femenino es el lugar de las batallas”, asegura la escritora Verónica Murguía al hablar del cuestionamiento central que tienen los siete cuentos que conforman su libro El ángel de Nicolás, que reedita Ediciones Era, en su colección Alacena, 21 años después de la publicación de este que es su primer libro de cuentos dedicado al poeta David Huerta, su esposo que falleció en octubre de 2022; un libro atravesado por la mitología griega, medieval y bíblica, que tiene como tema de fondo la violencia.
Sin negar que los hombres mueren en mayor cantidad debido a la violencia, la también autora de la novela juvenil Loba y de novelas para adultos como El cuarto jinete, apunta que quienes interponen el cuerpo en esa violencia tan latente, por desgracia, en nuestra realidad mexicana actual, son las mujeres, “quienes mueren más sin participar directamente en el conflicto, sin ser perpetradoras, son las mujeres. Son sus hijos, sus hermanos, sus esposos, sus padres quienes mueren, sus novios, sus amantes, quienes mueren, pero ellas siempre están ahí”, dice y lamenta que la violencia siga tan presente.
Dice que le da mucha tristeza comprobar que la violencia se ha incrementado en los cuerpos de los niños y de las mujeres, y cita los asesinatos de de mujeres y niños en León, Guanajuato; que devuelve a la pregunta que más le intriga y la lleva a escribir: ¿por qué matamos?, ¿qué pasa por la cabeza de alguien que mata mujeres y niños?
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“México se está embruteciendo, se está encanallando de una manera que no reconozco. La muerte del niño Dante Emiliano en Tabasco, todas estas cosas no las reconozco, no las entiendo. Este era un país en el que se cometían muchos crímenes, siempre ha sido un país bronco, violento, un país que incluso se ha preciado de su capacidad de violencia, se ha regocijado; esto está en esos dichos de ‘La vida no vale nada’, ‘lo que tenga que tronar, que truene’, pero recuerdo un momento en que el que había un cierto código de honor, que ha desaparecido por completo, entonces que entren y maten sólo mujeres y bebés, eso como mujeres hay una forma distinta de percibir el cuerpo, y sobre todo el cuerpo de los niños, el cuerpo infantil, es devastador”, afirma la narradora.
Por su formación de historiadora, la escritura de Verónica Murguía ahonda en la violencia del pasado, pero escrita desde la violencia actual, como un espejo de esa deshumanización. Escribe desde el presente y desde lo que le indigna y le duele. “Estoy asustadísima y preocupada, es un momento muy arduo, yo no entiendo la dinámica de la guerra de Israel contra Palestina; la agresión de Israel nos cuesta mucho trabajo entenderla por la historia del pueblo judío, no de Israel que siempre ha sido un país beligerante, pero el pueblo judío tendría la obligación histórica de reconocer a la víctima cuando la ve. Es una guerra en la que se han matado muchos niños y por eso a las mujeres nos escandaliza de una manera especial. Pero también Ucrania, las grandes migraciones de refugiados me tienen muy preocupada y trato de ver al pasado, a ver si hay alguna respuesta”.
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Afirma que a lo largo de la historia los seres humanos hemos aprendido muy poco, y lo que hemos aprendido está plasmado en el derecho, por eso discrepa de expresiones del gobierno, “cuando se le preguntó a López Obrador qué opinaba de la venta de muchachitas, dijo que eran usos y costumbres. Voy a citar a mi marido, ‘si esos son nuestros usos y costumbres, hay que cambiarlos. Punto y aparte’. Si el linchamiento es parte de los usos y costumbres, hay que quitarlo; si el machismo es parte de los usos y costumbres, se debe acabar. Punto”, asegura Murguía, quien aún no retoma la escritura, desde la muerte de David Huerta, pero sabe que en algún momento lo hará porque no deja de atosigarle la pregunta de ¿por qué matamos?, ¿con qué derecho matamos?, ¿por qué mata el yo fuerte? Mi marido me decía: ‘porque puede’. Y yo digo, eso hay que detenerlo”.