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Las prácticas y modos en que el gobierno estadounidense ha intervenido en los asuntos internos de México son analizados por el historiador Rodolfo Villarreal Ríos en El Senado estadounidense enjuicia a México y al presidente Carranza, un libro en el que aborda un episodio poco conocido durante la Revolución Mexicana, pero que permite ver la manera en que se han desarrollado las relaciones entre ambos países.

El volumen, editado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) analiza el conflicto diplomático que se generó en 1919, una vez concluida la Primera Guerra Mundial, cuando en el Senado de Estados Unidos se presentó una iniciativa para comprar la Península de Baja California y parte de Sonora con el pretexto de que serían sitios estratégicos para los japoneses. “Alegaban que era un asunto de seguridad nacional, que los japoneses podrían establecerse en Bahía de Magdalena, que el gobierno mexicano tenía abandonado ese territorio que era riquísimo y que seguramente nuca sabría aprovechar el gobierno de México”, refiere el historiador en entrevista.

La propuesta, sin embargo, no fue bien recibida en México, pues el presidente Venustiano Carranza rechazó la idea apegándose a la recién promulgada Constitución de 1917. En represalia, en el país vecino del norte, tanto demócratas como republicanos buscaron acusarlo de antiestadounidese, principalmente porque durante la Primera Guerra Mundial el presidente Carranza mantuvo una posición neutral ante el conflicto. “A raíz de eso nace la leyenda de que el presidente Carranza era antiestadounidense”, dice el autor.

Para comprobar que su política pretendía ir en contra de los intereses de Estados Unidos, en el Senado norteamericano comparecieron mexicanos exiliados, opositores al régimen carrancista, con el fin de legitimar el discurso expansionista que rodeaba al tema. Entre los que acudieron a declarar estaban, por ejemplo, un sacerdote católico que había sido el confesor de Victoriano Huerta. Su argumento contra Carranza, explica el historiador, es que Huerta no había sido el responsable del asesinato de Francisco I. Madero, “que era un católico devoto y que era un hombre que amaba mucho a su país”. “Cualquier historiador que tenga una mínima idea de lo que pasó, sabe que esto era un invento”, dice Villarreal Ríos.

En esa época, añade, senadores demócratas y republicanos resentidos reclamaban a México que les pagaran los daños causados a los ciudadanos estadounidenses y a sus empresas durante la Revolución.

El historiador consultó fuentes del Departamento de Estado en EU, archivos históricos y periódicos de ese país, y archivos nacionales para mostrar el contexto en ambos lados de la frontera. “Todo esto nos demuestra que en EU ni los demócratas nos aman ni los republicanos nos odian, todos actúan en función de intereses y en base a ello toman sus decisiones”.

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