Enrique Krauze (Ciudad de México, 1947) halló en la conversación con José María Lassalle la forma de escritura de su biografía intelectual. Se halló y se reveló a través de indagar en sus orígenes y en su herencia judía, su pertenencia, su identidad, sus pasiones y desencantos; se encontró en su historia judía y en su historia mexicana, que en conjunto conforma su formación intelectual, que nació en las conversaciones paseando por el Parque México con su abuelo Saúl Krauze, un sastre que llegó a México y que, al igual que la otra rama de su familia, los Kleinbort, encontró la libertad.
En las casi 700 páginas de Spinoza en el Parque México (Tusquets, 2022) el historiador, editor, ensayista y crítico del poder ha delineado su autorretrato y el mural de su pensamiento a través de su trayectoria personal, de la conformación de sus ideas y creencias y de su vida familiar; de sus maestros, amigos, colegas, obras y escritores de los que ha abrevado, de las empresas culturales en las que ha estado y las que ha creado, y de sus abuelos: Clara, Dora, José y Saúl, quienes le dieron la memoria, la identidad y la tierra prometida en México, así como el descubrimiento de Baruch Spinoza (1632-1677) “el gran pensador de la libertad”.
¿Esta es la historia de su formación intelectual?
Es un libro de conversaciones hecho como una conversación y las conversaciones son con maestros, familiares, mentores, amigos, con discípulos, con compañeros de trabajo, pero también la conversación con los autores y con su obra. Dijo Gabriel Zaid, y lo repito mucho: “Cultura es conversación”. Yo siempre lo he creído como un primer mandamiento de la vida intelectual.
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¿Una conversación porque siempre ha llamado al diálogo y a escuchar al otro?
Yo he ejercido la crítica en muchos momentos de una manera severa, algunos la han interpretado como cruel, como injusta, como agresiva; así como creo en la admiración, creo en la crítica; siempre he creído en la importancia de escuchar al otro y también exijo que se me escuche. En ese debate está una esencia de la democracia y de la vida civilizada, huelga decir que eso es lo que estamos perdiendo en México, yo creo que con alta responsabilidad por parte del poder político y en este caso del Presidente mismo.
¿Es permanente su llamado al diálogo y a la civilidad?
Lo primero que hay que reparar en México es el diálogo, la civilidad y el respeto; la urgencia y la importancia que tiene el que los mexicanos nos escuchemos. Yo creo que el odio ideológico, teológico y político no ha sido una constante en la historia mexicana, pero que ahora lo está siendo en las redes sociales, y es muy grave. Hay muchas cosas que reparar en México, pero esta es una de las más importantes y en ese sentido, escuchar y ser escuchado, ejercer los valores de tolerancia y de respeto a la libertad de pensamiento, de creencia y de expresión, que son los valores que defendió Spinoza y me parece de la mayor importancia.
¿Spinoza es una evocación a su abuelo Saúl y a la libertad?
Además de ser evocativo de mi abuelo se justifica el título Spinoza en el Parque México, yo quisiera que fuera “Spinoza en México” para introducir un sentido de serenidad, de comprensión, de análisis crítico serio, pero de un respeto invariable a la humanidad del otro que se está perdiendo y es muy grave.
¿De ahí su batalla por la libertad?
La libertad es un valor cardinal fundamental, podemos olvidarlo pero si lo olvidamos muy pronto nos encontraremos en una situación de asfixia, por eso tenemos que revalorarlo. Por desgracia, el ser humano lo olvida con demasiada frecuencia.
¿Ha sido un gran estudioso de otros intelectuales?
En la historia mexicana me interesó estudiar a los constructores, a los fundadores de instituciones, esa fue la genealogía que me interesó, la de Gómez Morín, Lombardo, Cosío Villegas, el Dr. Ignacio Chávez, decenas si no es que centenares de hombres que vertebraron a las instituciones que todavía sostienen a México. Me interesó mucho más estudiar a esos hombres que a los hombres del poder, y a los caudillos, y a los presidentes, que estudié después; pero no los estudié con admiración sino con una especie de intento psicoanalítico de tratar de entender por qué habían ejercido el poder como lo habían ejercido y cómo podía México convertirse en un país democrático en donde el poder presidencial fuera menos opresivo de lo que fue siempre.
¿Al hablar de ellos también se revela?
Debo decir que esa fue mi genealogía intelectual mexicana, la primera fue la genealogía intelectual judía, pero después de la genealogía intelectual mexicana vinieron las genealogías intelectual latinoamericana y europea, cuyas preocupaciones principales eran, pienso yo, la de los grandes cataclismos del siglo XX, el nazifascismo, las dictaduras, la revolución, el totalitarismo soviético, los autoritarismos.
¿Ha hecho una crítica al poder, ha combatido el autoritarismo y ha estudiado el daño del mesianismo?
Yo estudié el mesianismo judío porque es un fenómeno fascinante y lo estudié desde la escuela israelita, es un fenómeno fascinante pero también aterrador, que siempre terminó en una desgracia, porque el mesianismo, que consiste en esencia en depositar toda la vida y la libertad de un pueblo en manos de un redentor, ha conducido en el pueblo judío y en otros pueblos, invariablemente, a la desgracia.
A mí me interesó muchísimo estudiar eso por razones evidentes, porque ese totalitarismo no murió, entró en una gran crisis en Rusia, pero siguió en Chile, y siguió en Cuba y siguió en Cambodia, y no ha perdido su prestigio por entero, y una variación de ese totalitarismo está vivito y coleando en la Rusia de Putin. Era natural que me interesara.
¿Está aquí usted como un buen observador, escucha y estudia?
En el fondo te estoy hablando de un aprendizaje. Eso es este libro, la historia del aprendizaje de un joven que quería comprender al siglo XX. Ese es el objetivo con todos los elementos que tuvo a su mano, que tomó de todos los viejos que conoció lo que pudo para tratar de abrevar de su sabiduría y de su experiencia, y entonces orientarse él mismo mejor en su vida. Cosío Villegas tenía una preciosa frase, decía: “Si los viejos pudieran, si los jóvenes supieran”. Bueno, yo era un joven que quería saber y escuché a esos viejos que ya no podían llevar a cabo sus convicciones, sus proyectos, pero que encontraron en mí, probablemente, una voz, una actitud receptiva.
¿Escuchar, volvemos al asunto de escuchar al otro?
Yo creo que eso hace falta un poco en nuestro tiempo: porque es un tiempo de ruido, de polarización, de odio, en donde los argumentos y los debates se olvidan y lo que queda es la imposición dogmática de creencias. Y bueno, yo estoy radicalmente opuesto a eso y por eso vuelvo una y otra vez a Spinoza, él fue excomulgado por sus creencias, pero no se amargó por eso, se fue a vivir a un pequeño pueblito, vivió de ser un pulidor de lentes en esa pequeña casa que yo llegué a visitar, donde en un cuarto estaba su instrumento de pulido de lentes y al otro lado estaba su biblioteca modesta desde donde inventó una obra universal. Este hombre que creyó en la tolerancia, en la libertad, que fue el fundador del pensamiento liberal moderno está plenamente vigente en una época en donde lo que predominan son los prejuicios de género, de sexo, de raza, de nacionalidad, de clase, de ideología; en esta época de nuevas opresiones, de populismos y de fanatismos de la identidad, un antídoto es leer a Baruch Spinoza.
Usted ya con 75 años es uno de esos mayores a los que escuchamos y leemos, y además como Spinoza, es un empresario.
Spinoza fue empresario, pero renunció a ser empresario, y se dedicó al pulido de lentes. Yo no sé, sobre lo que hice de mi vida después de los 80 en adelante no lo he escrito, no está en mi libro, no sé si escribiré. Yo creo que lo importante es vivir, como decía Ortega y Gasset, hacia adelante; la vida es proyecto y hay que tener proyectos, y yo tengo muchos proyectos.
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¿México sigue siendo para usted una tierra prometida?
México siempre será mi tierra prometida. Nací en México, he vivido en México, aquí he fincado mi familia, aquí he escrito mis libros, creado mis empresas, entablado las relaciones entrañables de amistad y he escuchado la voz de mis maestros: le debo todo.
¿Está desencantado de este México?
No, yo no estoy desencantado de México, nací, he vivido y quiero morir en México. De lo que estoy desencantado es del gobierno de México. No es la primera vez que me ocurre, estoy desencantado de casi todos los gobiernos de México. Estamos los mexicanos en espera de que llegue, no la redención, sino un gobierno democrático responsable que no busque la salvación y mucho menos que alimente la división de los mexicanos, sino que simplemente busque las vías tangibles de mejorar de manera sustancial y sostenible la vida de los mexicanos. Pero esto no se logra destruyendo instituciones ni polarizando a la sociedad ni dividiendo a los mexicanos.
Ya ves, he desembocado en hablar del presente cuando mi interés, en este caso, ha sido escribir un libro autobiográfico, sobre autores cuya obra iluminan por la vía de la razón y la libertad a la época actual.
Sin embargo, ¿está el presente y el futuro en la dedicatoria de esta autobiografía intelectual a su hijos y nietos?
Más bien es el futuro. Hay muchos agoreros sobre el futuro en México y en la humanidad, por supuesto no dejan de tener razón sobre todo ante los temas gravísimos sobre el cambio climático, por ejemplo, y otros muchos, pero concluiré diciéndote que el ejemplo del pueblo ucraniano ahora mismo me ha devuelto la fe, nunca la perdí, pero me ha devuelto plenamente el instinto natural de libertad que tiene el hombre. Si esos hombres y mujeres son capaces de luchar así por la libertad, quiere decir que Spinoza tenía razón y que la libertad es un componente, un atributo esencial en la persona humana, y que no importa cuál sea el régimen opresivo al que los hombres estén sujetos; y a pesar de las muertes, de los exterminios, de las injusticias, la plantita de la libertad va a volver a crecer.
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