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Guanajuato. —Un acontecimiento desafortunado se convirtió en un hallazgo más que afortunado. El gran intérprete indio Ustad Shahid Parvez Khan no pudo ofrecer su concierto en el Cervantino, simplemente los vuelos para llegar a México se le complicaron; sin embargo, el público descubrió a un nuevo talento: Mehtab Ali Niyazi, un joven que apenas rebasa los 20 años y que conquistó el Teatro Juárez y fue ovacionado de pie.
Su rostro moreno de niño, con apenas un bigote delineado apareció sobre el escenario y ocupó su lugar, tomó su sitar, un instrumento legendario y ancestral que aprendió a tocar de pequeño ayudado por su padre, Ustad Mosinali, también músico, y comenzó el encanto.
Mehtab Ali Nizayi, quien ya ha actuado en varias ciudades dando cuenta de su valor personal e incluso ya es un artista multipremiado a su joven edad con presentaciones en reconocidos foros, como el International Art Fair en Pragati Maiden Nueva Delhi, convocó a los dioses de la India y llevó a los asistentes que ayer se dieron cita en el Teatro Juárez, a tocar el cielo.
Su genialidad es inmensa, su interpretación portentosa. Nadie se mantuvo en su asiento al final del concierto en el que Mehtab estuvo acompañado del maestro de la tabla Hindole Majumdar y el violinista Danish Ali Khan. Confirmó que es heredero de un legado generacional y que el talento de su padre ha quedado protegido e incluso podría ser superado.
El joven intérprete que aspira a difundir la magia de la música clásica india en todo el mundo con la compañía de varios maestros y la dedicación de su padre, demostró ser un gran heredero del reconocido Ustad Shahid Parvez, quien por su ausencia provocó un acontecimiento supremo: descubrir a un enorme talento joven.
El Teatro Juárez atestiguó un hecho, que no hubo necesidad de cancelar el concierto y que Mehtab Ali Nizayi mantuvo la esencia del recital porque es un grande y al tiempo un muchacho de sonrisa fácil cuando termina una interpretación, y abandona ese rostro concentrado a extremo; entonces el niño se asume adulto, cierra los ojos y parce sufrir queriéndole sacar toda la potencia y delicada fuerza a su sitar.