A un año de la muerte de , los coreógrafos Melva Olivas, Víctor Manuel Ruiz, Raúl Tamez y Claudia Lavista llevan a escena los cuartetos del compositor. La obra “Luz sonora”, dirigida por , es una reflexión sobre lo que pasa después de la muerte, al perder el propio cuerpo.

“Mario Lavista tuvo una relación con la danza desde muy joven. No sólo fue un vínculo profesional, sino de auténtico interés estético.}

Desde los 20 años, comenzó a colaborar con maestras como o Gloria Contreras y después, un poco más grande, cuando se acercó a los procesos de improvisación, trabajó con gente como Lydia Romero”, señaló Claudia Lavista, quien también es hija del compositor.

Otros coreógrafos internacionales, abundó, usaron la música de Lavista: “Más allá de estas colaboraciones, mi papá amaba la danza. Era una de sus disciplinas favoritas; siempre fue cercano a los coreógrafos, los bailarines y la comunidad. Tenía una relación profesional y un profundo amor por dicha disciplina”.

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En la obra participan 30 artistas. “Decidí evocar y celebrar no sólo la música de Mario, sino su visión artística y su manera de trabajar durante muchos años de forma colaborativa”.

Para el proyecto se convocó también a ciertos músicos que le dan vida al cuarteto de cuerdas Luz Sonora: el primer violín Francisco Ageo Méndez Peña; Itzel Conde, segundo violín; Alexander Bruck, viola, y Jorge Andrés Ortiz, en violonchelo. Además del flautista Alejandro Escuer y una serie de bailarines del Ceprodac (Centro de Producción de Danza Contemporánea), “que en este momento dirige la maestra Cecilia Lugo”. Por último, hay una serie de elementos visuales a cargo de Aurelio Palomino.

También se convocó al cineasta Alexander Dahm. ”El espectáculo comienza con una videodanza que filmé con Alexander en Jerusalén durante mayo. Utilicé una pieza de mi papá, "Ofrenda", que interpreta Horacio Franco. La obra es una reflexión visual sobre el duelo, el luto”, señaló Claudia.

Es un homenaje, recalcó, no sólo a la creación del compositor, sino a la forma en que Lavista vio la vida: "Él tuvo un amor particular por el cine, la poesía, las artes visuales y la danza (…) El espectáculo, como ya se sabe, empieza con una reflexión visual sobre el luto. Después se abre paso a la parte coreográfica; todas las piezas y el concepto se relacionan con la idea de los ciclos y los finales, la luz y la sombra, las cosas que se terminan y uno cree que son la muerte. Pero no: después habrá un nuevo nacimiento, nuevas manifestaciones”, recalcó.

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“Toda la obra se construyó a partir de una indagación sobre lo cíclico en la vida del hombre. Las cuatro coreografías son distintas porque somos cuatro artistas trabajando desde su propia estética”, afirmó la también ganadora, hace una década, del Performing Americas Program Creative Exchange Award, que otorga la National Performance Network (NPN) y Difusión Cultural de Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A Las interpretaciones del Cuarteto Luz Sonora “las acompañan unos audios con la voz de mi papá. Para mí es importante que la música de él esté viva y que él se siga manifestando a través del sonido. En eso consiste también el espectáculo”.

“La obra tiene varias capas: una es el homenaje a un ser humano excepcional, como lo fue mi padre, un músico querido y reconocido; pero también es una celebración de una forma de vivir la vida de forma generosa, abierta, integradora y cercana a otras disciplinas”, concluyó.

El 15 y 16 de octubre, a las 19:00 y 18:00 horas, se presenta “Luz sonora” en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris (Donceles 36, Centro). Mientras que el 20 y 21 de octubre, a las 21:00 horas, se presenta en el Teatro Juárez (De Sopena 10, Centro), durante el 50 Festival Internacional Cervantino.

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