Este es el año de Héctor García, el que capturó la Ciudad de México desde la mitad del siglo XX hasta su muerte en 2012. Hay seis exposiciones para celebrar el centenario de su natalicio, y tres más se abrirán. Pero el fotoperiodista no anduvo solo por las calles de las que fue cronista visual, a su lado estuvo, otra gran fotógrafa. Por algo su fundación se llama Fundación María y Héctor García.

Para recuperar el legado de María, Norma Inés Rivera –periodista y su alumna–, ha publicado el libro "María García. Esta soy yo, una biografía de María del Carmen Castañeda Sánchez" (Irapuato, 1936), quien más allá de ser la esposa de Héctor García, es la primera fotoperiodista en México.

García no sólo aprendió fotografía de forma autodidacta, sino que se codeó con sus colegas, a quienes al inicio les costó trabajo aceptarla. Fotografió grandes momentos de la historia mexicana, como el Movimiento del 68, e inventó su propia técnica: las “marigrafías”.

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Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
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“Ella fue la pionera del fotoperiodismo femenino, fue la primera cuando no se hablaba ni de empoderamiento, ni de feminismo, ni nada de eso, o sea ella lo hizo porque siempre ha pensado que la mujer es capaz de todo”, dice Rivera, quien sostuvo conversaciones con María, para escribir el libro.

Lo irónico es que, incluso en tiempos de una nueva ola feminista y de reivindicación de la mujer, el desconocimiento y desinterés obligaron a la autora y a la propia María García a financiar por su cuenta este libro. Una situación distinta a la que vivió Rivera en 2009, cuando publicó la biografía Pata de Perro: biografía de Héctor García, que encargó Conaculta.

La historia inicia en la juventud de María García, quien a sus 17 años trabajaba como modista. El contacto con Héctor fue a través de su tía, quien era asistente del fotógrafo. Luego de casarse, María trabajó en la agencia Foto Press, que él fundó. Ahí ella contestaba el teléfono y enviaba fotografías, hasta que un día, Héctor se fue a una cobertura y dejó sus rollos sin revelar. Para adelantar trabajo, María reveló todo el material; había aprendido de ver a Héctor realizar ese proceso una y otra vez. “Lo hizo tan perfecto que él le dejó toda la responsabilidad, no sólo administrativa de la agencia, sino también del laboratorio”, cuenta Rivera, quien tuvo oportunidad de convivir con el matrimonio.

Ese fue el arranque para que María se lanzara a hacer su propia carrera como fotógrafa. Fue en 1965 cuando tuvo su primera asignatura a petición de Elena Poniatowska. “La acompañó en más de 400 entrevistas”, agrega Rivera.

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Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
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Nace una fotógrafa

Su destreza en el laboratorio, llevó a María a crear su propia técnica de revelado, bautizada por su esposo como “marigrafías”; consiste en colocar objetos sobre el papel fotográfico y jugar con los químicos y la luz, el resultado se fija en el papel. “Ella hizo esto sin saber que Man Ray había hecho algo similar que llamó ‘rayogramas’, por su nombre. Héctor dijo que como María los había inventado aquí, eran ‘marigrafías’”, dice Rivera.

Pero más que experimentar, María salió a las calles de la Ciudad en búsqueda de imágenes. Destacó su cobertura del Movimiento Estudiantil de 1968, con las marchas previas a la matanza del 2 de octubre, como por ejemplo el bazucazo a San Ildefonso.

“Fue de las primeras en tomar fotografías del movimiento de 1968. Había un descontento por la represión del gobierno, fue cuando los estudiantes empezaron a hacer marchas. Luego del bazucazo en San Ildefonso, el rector Javier Barros Sierra encabezó una marcha desde la Universidad y María tomó esas fotos y de esas primeras manifestaciones, como la de una tarde lluviosa en Bucareli donde tomó a los granaderos. Ahí estaba la agencia y desde ahí vio esa marcha y se bajó a fotografiar. Entonces Héctor no estaba, se había ido de viaje”, detalla Rivera.

“No era fácil, era otro mundo. Ella dice que sus compañeros se burlaban, la movían y se paraban frente a ella para no dejarla tomar fotos, pero ella no se dejó y siguió trabajando, y alcanzó un lugar muy preponderante en la fotografía mexicana”, afirma Rivera.

En su práctica, también fotografió a Lupe Marín, Graciela Iturbide y la Madre Teresa de Calcuta.

Como se puede ver con las “marigrafías”, María también tenía interés en la fotografía artística. Rivera destaca que el retrato es el fuerte de María García. Sin embargo, sus desnudos “tienen una poesía que los hace inigualables. No son morbosos y experimenta mucho con las luces”.

Su labor como mujer pionera en el fotoperiodismo, también se reflejó en el vestir. María García salía a fotografiar en vestido y tacones. “Era una mujer muy arreglada, maquillada y peinada. Cuando habla de la marcha del rector Barros (1 de agosto de 1968), dice que tomó esa foto desde un edificio en construcción y que se tuvo que quitar los zapatos de tacón para subir las escaleras”, cuenta la autora del libro.

Foto: EL UNIVERSAL, Archivo.
Foto: EL UNIVERSAL, Archivo.

Fue hasta tiempo después que comenzó a usar calzado más cómodo, en particular unas botas que Héctor le envió desde Europa, con las que “le hacían mucha burla, le decían domadora, porque entonces no se usaban”, dice Rivera. La fotografía de María usando las botas fue incluida en el libro por petición especial de la fotógrafa.

“Cuando la conocí en 1978, ella ya siempre usaba pantalón y tenis o zapatos bajitos, porque a veces había que correr, subir, bajar; sobre todo por la cuestión de estar trabajando en el cuarto oscuro, que es muy cansado, son muchas horas de pie”, agrega la periodista.

Confusión, olvido y reivindicación

Fotografías de María García han sido atribuidas a Héctor. Al contar la historia, Rivera es cuidadosa y aclara que el hecho de que su obra haya sido relegada no fue intencional por parte de Héctor García. “Fue su esposo, obviamente le dio todo su apoyo y por eso quedó un tanto relegada, no en cuanto a la importancia de su trabajo, sino a la difusión. Se dedicó a ayudarlo, sin dejar de lado su trabajo como profesional y sobresalir”, afirma Rivera.

La confusión de quién hizo qué foto fue más que nada circunstancial: al trabajar en el mismo espacio, en la misma agencia, María usaba el sello de Héctor para firmar las fotografías. Hizo el cambio a su propio sello, cuando colegas comenzaron a decirle a María que las fotografías se publicaban en los periódicos con el nombre de Héctor, sin que él hubiera estado en el suceso.

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Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
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“A los fotógrafos hombres se les negaba el crédito, tuvieron que luchar mucho para que se les pusiera el crédito a sus fotos. Entonces dice que mandó hacer su sello y le puso María García; ya después reconoció que muchas fotografías suyas se le atribuían a su esposo. Ha de haber sido muy histórico el que no sólo apareciera el crédito del fotógrafo, sino que ese fotógrafo fuera mujer”, declara Rivera.

Por su edad, María García ha ido dejando de tomar fotos, pero el trabajo no se detiene. Es “la guardiana” de la obra de Héctor García y administra la Fundación que lleva el nombre de los dos, por su cuenta. Ella cubre los gastos de sus empleados, así como los servicios.

Durante la presentación de las exposiciones del centenario de Héctor García, su hijo, quien no sólo sigue la tradición familiar al ser fotoperiodista, sino que también se llama Héctor García, dijo que la Fundación requiere fondos para preservar el acervo que contiene más de un millón de negativos y es el registro de la segunda mitad del siglo XX de México. Hasta ahora no ha habido apoyo por parte de la Secretaría de Cultura, pese a que sí han habido conversaciones.

“Ha batallado para que siga funcionando. No ha recibido ningún apoyo, desde que inició la Fundación en 2008. Me consta que ha tocado a puertas con Bellas Artes, el gobierno… desgraciadamente estamos en una época en que a la cultura no le dan la importancia que tiene”, concluye Rivera.

María García. Esta soy yo, que va en su segunda impresión, está a la venta en la Fundación María y Héctor García; próximamente se venderá a través de Amazon.

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