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ana.pinon@eluniversal.com.mx
En 2013, el periodismo se enfrentó a una de las grandes lecciones de nuestro tiempo: cómo distinguir una noticia falsa. Y es que ese año El País, uno de los periódicos más importantes de España, publicó una fotografía falsa facilitada por la agencia Gtres Online, en la que se veía a un supuesto Hugo Chávez, entonces presidente de Venezuela, intubado en una cama de hospital. En la madrugada el medio tuvo que retirar su edición impresa cuando se enteraron, gracias a redes sociales, que se trataba de una fake news.
“Aquello me llamó poderosamente la atención porque se trataba de un gran periódico, con mucho prestigio, con grandes profesionales, con todos los códigos éticos, con todos los filtros posibles y cayeron en una fake news, ¿entonces qué podemos esperar los consumidores de información?”, explica en entrevista el periodista español Marc Amorós, autor del libro Fake News: La verdad tras las noticias falsas (Plataforma editorial, 2018), en el que explora el origen de esta información falsa que circula como verdadera y que son capaces de crear un caos de consecuencias lamentables.
“Al otro día, El País publicó artículos para narrar lo sucedido, me di cuenta de que la emoción los rebasó, creyeron tener una exclusiva mundial, se quedaron ciegos por la ambición. El subdirector del periódico le pregunta al director de fotografía si la agencia que vendía la foto era de fiar, la respuesta fue: ‘aquí todos creemos que es Chávez’. Fue emoción lo que debió ser rigidez”.
El tema, asegura, no es menor. En un par de años la mitad de las noticias que circulen en Internet serán falsas. Una vía para erradicar este fenómeno es empezar a buscar la viabilidad de comprar la información. “Esto es algo que ahora mismo está fuera del mercado, impera la cultura de que todo es gratis y mucho mas en el mundo de la información. Antes, la gente compraba el periódico y eso era pagar por informarse, pero actualmente esto nos suena muy raro, ¿tenemos que pagar? Para mí, debemos pagar por obtener información de calidad. Lo que no tengo claro es si debemos pagar la información que se difunde tal y como se hace ahora mismo. Quizá el periodismo tiene que apostar por algo distinto. El periodismo debe aportar a la capacidad de análisis, debe ofrecer información contrastada y debe exponer por qué una cosa es importante. Si mejora la calidad, tal vez podríamos pensar en una información premium”, dice.
¿Las fake news son broma? Si las fake news son mentiras, ¿por qué nos las creemos?, ¿por qué las compartimos?, ¿quiénes las viralizan?, ¿cuál es la verdad de las noticias falsas? Estas son algunas de las preguntas que plantea el autor. “Las nuevas generaciones viven en tiempos hiperinmediatos, todo tiene que acontecer a una velocidad extrema, le demandamos al periodista que nos reporte información al minuto aunque no haya nada qué reportar. El periodismo ha pasado de ser el principal emisor de información a ser uno más porque en redes sociales cualquiera puede ser difusor de información”, dice.
Uno de los riesgos no es sólo estar desinformado, también es propiciar que haya políticos o servidores que ante una verdad incómoda juzguen como falsa una información y pongan en duda a uno o más medios de comunicación. Además, los falsos en un momento de crisis pueden añadir más caos.