Adolfo Castañón , el ensayista, poeta, traductor, editor, crítico literario, bibliófilo, académico y maestro —sin serlo— de varias generaciones de estudiosos, celebra 70 años de vida y 45 de escritura, con dos libros que se complementan y se reflejan como en un espejo: En una nuez: guía de mis libros (1977-2022) y Catorce voces sobre los 70 años de , ambos editados por Bonilla Artigas. Estas obras que conjuntan su trabajo y revisan sus aportes a las letras, son “una selfie editorial”, como él mismo las define, en palabras mundanas.

“Me siento muy contento de ser una especie de plaza pública del gusto literario mexicano a finales del siglo XX y principios del siglo XXI, con sus diversas tendencias y calidoscopios”, afirma el intelectual y sabio mexicano que en su semana de cumpleaños, rememora para EL UNIVERSAL , su vida pero sobre todo su obra, su pasión por la palabra, por la escritura, por los libros, por los proyectos que acaricia, por los autores que le dieron la mano y por aquellos a los que él se las da, por ser un autor “surdesarrollado” pues se ha afanado en tender lazos con centro y Sudamérica.

El autor de otros libros: América sintaxis, Por el país de Montaigne, La campana y el tiempo y Arbitrario de la literatura mexicana, es Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 y desde 2005 es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua .

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¿Con este par de libros celebratorios hace un balance a sus 70 años?

—Yo venía preparando este tránsito a los 70. El libro En una nuez: guía de mis libros empezamos a armarlo desde antes del 2018. Todavía no estoy en el momento de hacer mis obras completas, pero tuve la idea de empezar a hacer una historia documental de mis libros según la tiene Alfonso Reyes en el tomo 24.

¿En una nuez es el mapa de su obra literaria?

—Puede leerse como una guía para el día de mañana que yo haga mis obras completas en público, pero por otra parte tiene un valor didáctico hacia afuera, porque pone en evidencia, de alguna manera, la forma de trabajo de una persona y el conjunto de cosas que ha hecho, y en ese sentido es una especie de espejo retrovisor de mi itinerario como escritor, investigador, poeta y traductor. Resulta ser un momento editorial y personal interesante porque me pone en situación de verme al espejo y de juntar todos los fragmentos dispersos de mi itinerario y ponerlo en una unidad y hacer una especie de “selfie editorial”.

¿Selfie que se complementa con Catorce voces?

—Cuando salió el libro Juan Luis Bonilla me dice que quiere tener un correlato de recepción de escritores jóvenes que se hayan formado con mi obra e invitan a 14 escritores a participar en un libro, en ese contexto están Malva Flores, David Noria, José Manuel Cuéllar, Alejandro Arras, César Arístides, Gerardo Maldonado, Fabián Espejel, Imelda Sevilla, José Javier Villarreal, Sebastián Pineda, Cristina Villa, Mirna del Carmen, Laura Sofía Rivero, entre otros. Yo digo que los dos fueron un conjunto, todo ese conjunto es un testimonio conmemorativo como a la antigüita.

EL DATO

“Los que escribimos construimos democracia”: Adolfo Castañón
“Los que escribimos construimos democracia”: Adolfo Castañón

En una nuez: guía de mis libros (1977-2022) (Bonilla Artigas Editores, 2022) reúne las fichas de todos los libros que Adolfo Castañón ha escritor a lo largo de 45 años.

¿En una nuezdeja ver los intereses de su generación?

—No sólo es un libro de un individuo que se toma la fotografía, también es la historia de una generación porque por ejemplo, Federico Campbell me publicó y publicó a una generación, porque en los primeros títulos de La máquina de escribir estaban David Huerta, Jorge Aguilar Mora, Coral Bracho, Evodio Esalante, Guillermo Sheridan que no formó parte de La máquina de escribir pero estuvo cerca; y así otros libros; por eso digo que no sólo es un libro de un individuo, sino también es un libro de un paisaje en el que se inscribe ese individuo. Es la autobiografía personal y también una biografía colectiva, en ese contexto estoy muy consciente de que mi autosalvación es también una salvación o redención o transformación de mi época. También están las corrientes de la época y en ese contexto me siento muy contento de ser una especie de plaza pública del gusto literario mexicano a finales del siglo XX y principios del siglo XXI.

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¿Enlaza generaciones?

—Hacia atrás le doy la mano a José Luis Martínez, a Jaime García Terrés, a Octavio Paz, a Huberto Batis, y con el libro de Catorce voces le doy la mano a los nuevos de alguna manera. Hacia atrás tuve conversaciones con Alejandro Rossi que fue discípulo de José Gaos y amigo de Emilio Uranga; y ahora con José Manuel Cuéllar preparamos Epistolario de cartas de Alemania y El diario íntimo de Uranga; hay un hilo argumental de lo que podríamos llamar el paisaje visible y también los paisajes ocultos o no tan visibles de la cultura mexicana contemporánea, debo decir que no sólo soy un escritor conocido en México y también con una cierta resonancia en Hispanoamérica.

¿Su trabajo ha trascendido fronteras?

—Ha sido un poco dejar huella en América Latina y en distintos recodos, porque algunos de esos libros que están aquí han sido publicados en San José de Costa Rica, Caracas, Medellín, Bogotá, Santo Domingo, Guatemala. Me he surdesarrollado; eso me ha dado una posición diversa, no ensimismada. Quizás los mexicanos tenemos a veces la hipoteca de estar mirando nada más al Zócalo y ver nada más a México, y yo he tenido la fortuna de ver hacia América Latina.

"Me siento muy contento de ser una especie de plaza pública del gusto literario mexicano a finales del siglo XX y principios del siglo XXI”

¿Es el reconocimiento de una vida en las letras?

—Sí, y la de haber estado en el momento correcto para haberle estrechado la mano a Octavio Paz, a Carlos Monsiváis, a José Luis Martínez, a Ramón Xirau, a Alejandro Rossi; la suerte y también ganas y el Ángel de la guarda, porque uno no sabe muy bien cómo llegó cierta cosa y de pronto llegó. De haber sido invitado a celebrar a Borges en la Casa de España, en Madrid, todo eso va acumulando memoria. En ese sentido soy muy afortunado de ser parte de este momento que me ha tocado vivir en estos 70 años.

¿Suerte, pero ante todo mucho trabajo?

—Eso tiene que ver con que tenemos la fortuna de trabajar con la creación y la transmisión del sentido, porque uno no hace las cosas sólo para sí mismo, las hace porque tiene un sentido, siempre priva un horizonte que puede ser comunitario. Incluso, en cierto modo, los que arrastramos la pluma, los que escribimos, sí lo estamos y formamos parte de la construcción de la ciudad, de la construcción de la democracia, del trabajo, creando redes de comunicación y en ese sentido pues tenemos que ser muy cuidadosos con nosotros mismos y con nuestras sombras.

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