Siempre una mujer sola, a oscuras, que mira el jardín mientras bebe un gin tonic a breves sorbos, aparece en cada uno de los doce cuentos que el escritor Fabio Morábito reúne en su nuevo libro Jardín de noche (Sexto Piso, 2024), doce cuentos que arrancan con las mismas dos frases: “El tiempo siempre pasa veloz cuando miro el jardín. Y debieron de haber transcurrido muchas horas, porque todo alrededor estaba oscuro”. Frases que pertenecen al cuento de “El monstruito verde”, del japonés Haruki Murakami, que detonaron los cuentos de Fabio Morábito.
Por vez primera, el narrador y poeta relató sólo historias de mujeres, que enfrentan la ausencia o el vacío: “El jardín de algún modo es un punto de principio, es un momento de introspección, ayuda a hacer una especie de balance de la propia vida y el balance siempre es el primer momento de un cambio, de una proyección hacia adelante”, dice Morábito en entrevista, donde relata que acaba de terminar un libro de poemas que publicará a principios del próximo año Era, en México, y Visor, en España.
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¿La frase de Murakami siempre fue el detonador?
Sí, cada historia se me fue dando de una manera diferente, las mujeres son muy diferentes por edad, por condición social, y lo que queda es el jardín, el jardín que puede ser una prisión, y en uno de los cuentos lo es claramente, pero en general puede ser más bien una ventana abierta. Yo las historias no las tenía pensadas, simplemente me dejé guiar por este primer momento y se fueron dando de una manera distinta.
¿Y sin embargo hay una distancia con Murakami?
El cuento del Murakami es totalmente diferente, es un cuento fantástico, medio cómico, a esa mujer que está en el jardín de pronto le sale un monstruo del suelo y se enamora de ella, pero ella lo desprecia y el pobrecito se va achicando y lo que parecía un monstruo terrible se va volviendo una cosa de lo más tierna y patética; es un cuento fantástico totalmente, que yo creo que él se divirtió mucho escribiéndolo, podría ser un cuento para niños de hecho, y no tiene nada que ver con el espíritu de mis historias.
¿Pensaste siempre en protagonistas mujeres?
Me atraía mucho la voz femenina, meterme en esa voz. No es que yo quise emular o construir una feminidad ni mucho menos, tampoco me preocupe demasiado por ser fiel, nunca me pregunté, ¿pero una mujer piensa así?, ¿una mujer siente así? Yo estaba con el personaje, y a esos personajes les ocurren cosas muy diferentes, no me preocupaba si soy fiel a la psicología femenina, como si la psicología femenina fuera una cosa tan segura, tan delimitada.
¿Mujeres que parecen en espera y se reencuentran con ellas?
Están como ante un espejo, en un momento quizás de crisis, todas las mujeres tienen alguna carencia, alguna falta. No están satisfechas del todo y no sé por qué eso me lo dio el gin tonic, es decir, una mujer sola que bebe un trago de alcohol y se relaja, sea mujer u hombre, descubren en esos momentos carencias, insatisfacciones o le vienen recuerdos; toda esa situación me encantaba dentro del jardín, creo que todo por eso cuando leí esa frase de Murakami, que es una frase bastante común y corriente, dije “aquí hay algo”. Hice el primer intento, así empezó, no sabía a dónde iba las cosas, cuando ya tuve mi primer cuento dije “quiero escribir más sobre esa frase” y poco a poco me di cuenta que estaba escribiendo un libro.
¿Historias muy distintas?
Creo que son historias muy diferentes y siempre hay una relación ahí mencionada, recordada o vivida en presente y siempre hay algún conflicto. A veces muy fuerte, a veces de carácter erótico, a veces de carácter parental, o a veces de gran soledad. Por ejemplo, uno de los cuentos que yo sentí con más intensidad que se llama “La hoguera”, es justamente una mujer que al final se plantea “¿qué he vivido yo? he sido una empleada en la oficina gris, codeándome con colegas grises y lo único excepcional en mi vida ha sido este jardín y esta casa que está muy por arriba de mis posibilidades”.
¿Te interesaba llenar esos vacíos de las mujeres?
Yo creo que no buscaba una solución, buscaba un conflicto que se desatara y cuando se desata un conflicto la vida cambia, puede cambiar para bien o cambiar para mal, el conflicto sí se tiene que dar, pero no tenía yo la intención de redimir personajes, de darles una solución. Hay historias que terminan mal, hay historias que terminan mucho mejor; eso casi siempre es la historia la que dicta eso, yo no me preocupo mucho por eso y no quiero imponer una moraleja, por supuesto.
¿Y cómo fue tu experiencia?
Me sentía muy libre porque me daba la posibilidad de reflexionar, todos los personajes reflexionan, parece incluso que se están dirigiendo un poco el lector. Los personajes masculinos suelen ser más severos, más parcos, a veces más avaros, pero los personajes femeninos, por lo menos estos, se abrían fácilmente, decían cosas, a veces poco halagadoras para ellas mismas, pero con más libertad; descubrí que los personajes femeninos a mí me dan más libertad de imaginación.