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Marcelo Expósito (Puertollano, España, 1966) es un artista, activista, exdiputado español y el protagonista de la nueva exposición del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC): Nueva Babilonia: designar o no un trabajo como arte es una decisión táctica y, en paralelo, de Nueva Babilonia: Primero sueño y tormenta, que se exhibe en el Centro Cultural de España en México.
Las muestras son una retrospectiva de los últimos 40 años de carrera de Expósito, cuyo arte tiene la particularidad de ser difícil de clasificar por su variado manejo de técnicas y temas. El español, famoso por su enfoque crítico y teórico, es un referente en el videoarte, también explora la instalación y la archivística; su obra indaga la relación entre el arte, el activismo y la política, trabajando temas como el franquismo —como lo hizo en su obra 143.353 (los ojos no quieren estar siempre cerrados), donde en un video hace “arqueología histórica” al exhumar restos de los muertos por la Guerra civil española—, el poder y el artista como productor.
Hasta hace poco, Expósito ya no consideraba las exposiciones como una vía para mostrar su trabajo. Ahora, en un momento en el que un factor de medición de éxito de una exhibición es su capacidad de ser fotografiable para redes sociales, el artista regresa al museo —con los curadores Cuauhtémoc Medina, Valentín Roma y Virginia Roy— apostando por una exposición donde el documento y el enfoque académico son parte fundamental, pues considera que en tiempos de crisis global, el museo adquiere un nuevo rol: el de ser un laboratorio para experimentar nuevas formas de reconstruir la sociedad.
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Así que, ¿cómo el visitante mexicano puede acercarse al trabajo de este español que empuja los límites que definen el arte?, como entrar a la obra del artista que expuso en la Bienal de Venecia y tuvo una retrospectiva en el Festival Internacional de Cine de la UNAM en 2021. En entrevista, Expósito reflexiona sobre la relación cultural entre México y España y habla sobre el posible desenlace de la “crisis de época” que se vive a nivel global.
Designar o no un trabajo como arte es una decisión táctica, es el subtítulo de la muestra en el MUAC. ¿Una táctica con qué fin y quién es quien la designa?
El subtítulo tiene fundamentalmente dos sentidos. El primero es el hecho evidente de que si hablamos de una práctica artística que echa mano de herramientas, de procedimientos, metodologías, de referencias que no son solamente característicos de la historia del arte o de la teoría estética, sino que también tiene que ver con la politología, sociología, con el psicoanálisis, con movimientos sociales, de la literatura, de la poesía, es siempre una discusión la designación o no de eso como artístico.
Los artistas, los movimientos, los colectivos le han disputado a la institución artística, caracterizada a la imagen del museo, qué designarse como arte, en este sentido la historia del arte radical y de vanguardia consiste en forzar los límites de lo que se entiende como artístico en cada momento histórico. Yo diría que una característica de las prácticas artísticas que están vinculadas a la política y al activismo es que se plantean intentar ser reconocidas como prácticas artísticas en los momentos donde no se las reconoce, es intentar operar de manera que no parezca arte en los lugares donde es necesario. Es decir, camuflar el carácter artístico de una práctica, justamente para que pueda tener más propagación y ser más inclusiva.
¿Qué nos puede decir al público en general sobre cómo estos documentos y archivo que exhibe en esta muestra son arte y qué tratamiento debió dárseles para que sean considerados así?
En el mercado de los años 80, y parte de los 90 se produjo un sistema de arte global con la idea del artista como genio, la obra de arte como obra maestra. Como respuesta, en los años 90 surge un fenómeno en el que muchas prácticas artísticas se desplazaron al formato del archivo, es decir, las exposiciones como un contenedor en el que cabían muchas cosas, algunas entendibles como obra de arte y otras no inmediatamente entendidas como obras de arte: documentos, fotografías, papeles… Esto fue característico de los 90, oponerse al entendimiento más grandilocuente del arte. Los dispositivos archivísticos tenían esa intención, de convertir la exposición en un valor de uso, más que en un templo de veneración para las obras de arte. Nosotros lo que hemos intentado es trabajar con la exposición como un archivo, pero que no esté basado en el formato de vitrinas. Una exposición de arte no significa que todo lo que contiene sea artístico.
Hoy la tendencia es que las exposiciones deben ser “instagrammeables” (fotografiables para redes sociales). ¿Cómo invitaría al público en general que no está familiarizado con su obra para que abran su mente y se acerquen a esta muestra?
Hemos intentado que sea tanto exigente con el espectador, que requiera tiempo de estudio, como que también sea “instagrammeable”. Ese es el ideal, que uno tenga diferentes formas de acercamiento a la exposición.
Por un momento dudó en realizar esta exposición, porque consideró que ya no era el medio para exhibir su trabajo. ¿Cuál diría que es el rol de los museos hoy en día?
Los museos son uno de los lugares donde podemos experimentar formas nuevas de reconstruir la sociedad. Estamos en un momento en que, por muchos motivos y de diferentes maneras en cada territorio, el mundo está absolutamente en crisis y los museos tienen que ser lugares donde se puedan experimentar formas nuevas de estar juntos y que esos prototipos sean replicables, es decir, que se expandan hacia los movimientos sociales, mirar cómo vincularse con otras experimentaciones, si no, la sociedad se nos va a hundir todo alrededor.
En su obra aborda el tema del franquismo y aunque no es tan lejano para el público mexicano, ¿cómo diría que los asistentes pudieran conectar con su obra?
Hace como 20 años tengo una relación estrecha con América Latina y fue determinante para mí. Hacer esta exposición en el MUAC es como una devolución con lo que uno debe, una rendición de cuentas.
Con respecto a la cercanía o lejanía con las temáticas que mi proyecto toca, yo creo que el arte tiene que ser capaz de analizar lo particular, sabiendo cómo lo particular tiene cosas que son comunes. Mis trabajos del franquismo evidentemente tocan la particularidad de esa cuestión histórica, pero en un momento en el que estamos afrontando el ascenso de formas nuevas de fascismo y de autoritarismo, algo nos tiene que poder decir el analizar un caso histórico como el caso del franquismo en España.
Si hay un sitio en el que la cuestión del franquismo español se pueda entender en perspectiva histórica es México, porque fue uno de los principales lugares de acogida del exilio político-cultural español y además fue el país que por más años reconoció la legitimidad del gobierno republicano durante el franquismo. Gracias a México, la cultura progresista española existe tal como la entendemos históricamente. Si México no hubiera sido el lugar de acogida que fue para el exilio intelectual español, hoy, culturalmente, España sería un país devastado sin absolutamente ningún tipo de pasado.
¿Cuál es su opinión sobre el estado actual de las relaciones entre México y España? Usted como artista, político, académico y activista, ¿qué nos puede decir sobre el panorama político de hoy?
Nos encontramos en un momento en que el mundo que ha construido el neoliberalismo ha estado en crisis. Es conveniente no entender las múltiples crisis en el mundo como aisladas: la crisis económica global de 2017, de la pandemia de 2020, del fenómeno de las violencias del Estado, paraestatales o paramilitares en México y el resto de América Latina, de la militarización que se está produciendo en Europa con la invasión rusa en Ucrania… Toda esta complejidad se puede reducir en una dicotomía: o se sale de esta crisis hacia un escenario más autoritario o se sale a escenarios más radicalmente democráticos. Dentro de esa dicotomía puede haber mucha discusión de cómo se consigue.
A la hora de tener disputas políticas sobre relaciones entre países, modelos de gobierno —que son disputas que existen y que deben existir— es conveniente diferenciar entre las disputas que se dan entre quienes estamos de acuerdo que el mundo tiene que ser más democrático y las disputas que tenemos con quienes consideran que el mundo se tiene que convertir en un lugar mucho más fascista.
Volviendo a su creación artística, ya ha dicho que en términos de arte no le gusta encasillarse en un estilo, pero ¿en términos generales cuál diría que es su motivación para hacer arte?
Creo que lo que caracteriza toda la diversidad de esta exposición en particular son diferentes maneras de conjugar el arte, la política y el activismo. El arte tiene que ver siempre con poner en relación una forma de ver el mundo.
La función de la cultura y del arte es pensar técnicas de estar juntos, que respete la diversidad y sea incluyente, porque el fascismo también piensa en formas de estar juntos, pero siendo todos iguales y eliminando a los diferentes.
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Trayectoria
Marcelo Expósito es artista, docente y crítico cultural. De 2016 a 2019 fue diputado de España.
En 1993 participó en la muestra colectiva Aperto, en la Bienal de Venecia.
Ha publicado una veintena de libros, como Walter Benjamin, productivista y Modos de hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa.
Sus obras más conocidas son Escenas en una biblioteca, Políticas de género. Feminismos, representación, arte y medios y 143.353 (los ojos no quieren estar siempre cerrados).
En 2021, el FICUNAM le dedicó una retrospectiva.
Ha impartido clases en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Castilla-La Mancha (España) y en la de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
"Estamos en un momento en que el mundo está absolutamente en crisis y los museos tienen que ser lugares donde se puedan experimentar formas nuevas de estar juntos”