fue periodista, pero también, y sin lugar a dudas, fue narradora. La prisa del periodismo la obligó a desarrollar una literatura breve, ágil, pero profundísima, íntima y contenida en alrededor de seis mil caracteres. A cambio, como rebeldía apasionada escribió miles de historias durante más de medio siglo, a un ritmo vertiginoso de al menos un cuento o relato corto por semana publicados en papel periódico. A un año de su muerte, que se cumple justo hoy, casi 200 relatos salen de los archivos de lo efímero a una antología que acaba de publicar Tusquets Editores en su colección Andanzas, titulada Mar de historias, libro que en 620 páginas conmemora el primer aniversario luctuoso de la escritora y ante todo recupera su faceta literaria que ha sido opacada por su vocación periodística.

Lectora voraz y escritora prolífica, Pacheco nacida en San Felipe, Guanajuato, el 13 de septiembre de 1941, estudió Lengua y Literaturas hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Aun cuando entre 1983 y 2016 publicó, al menos 11 libros de relatos, entre ellos El corazón de la noche, Amor y desamores, Los trabajos perdidos y El eterno viajero, su literatura publicada en periódicos como El Día, unomásuno, El Sol de México, y en especial, por más de tres décadas, en La Jornada, ha permanecido casi inédita y es hasta esta amplia antología coordinada y seleccionada por su hija, la editora y ensayista, Laura Emilia Pacheco, que sale a la luz y anima la reivindicación de la extensa obra literaria de la escritora mexicana que le robó tiempo al periodismo para explorar la condición humana y hacer retratos profundos de personajes cotidianos, terrenales y casi de carne y hueso.

“Cristina tenía la ilusión de hacer una antología y para ella era muy importante subrayar la diferencia de estos textos de su trabajo periodístico, quizá la gente la conoce más por su obra en la televisión o en la radio, pero para ella eran importantísimos estos cuentos que determinan el aspecto literario de su trabajo”, asegura a EL UNIVERSAL Laura Emilia Pacheco.

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Para dar muestra de la obra literaria de Cristina Pacheco, algunos de los casi 200 cuentos en Mar de historias son: 
“Vivir soñando”
 “No cuelgue, por favor”
 “El jardín de Eva”
 “Cuatro soledades”
 “Cero pesos”
 “Martes, sesión”
 “Nadie, nada, nunca” 
 “Confesiones ante un retrovisor”
Foto: Especial
Para dar muestra de la obra literaria de Cristina Pacheco, algunos de los casi 200 cuentos en Mar de historias son: “Vivir soñando” “No cuelgue, por favor” “El jardín de Eva” “Cuatro soledades” “Cero pesos” “Martes, sesión” “Nadie, nada, nunca” “Confesiones ante un retrovisor” Foto: Especial

La también cronista apunta que su madre le había comentado su deseo de hacer una antología con sus cuentos que publicaba en su columna Mar de historias, pero tras su fallecimiento en su computadora “encontré lo que podría llamarse un ‘pie de antología’, había comenzado brevemente a hacer una antología, pero el tiempo no le dio para tanto. Ella tenía ya algunos materiales seleccionados. No había una lista, había reunido algunos cuentos nada más. Este libro es un intentó por terminar eso que ella empezó”.

A la muerte de su madre, Laura Emilia Pacheco mostró su interés de recuperar la voz literaria de Cristina Pacheco, su voz de cuentista, de narradora, de escritora. “Es un trabajo totalmente literario en su escritura y en su concepción y eso para ella era importantísimo, en primer lugar, porque era un amante de la literatura, era una lectora empedernida y sí sentía con gran claridad que su trabajo periodístico opacaba este aspecto de su obra y yo sí quise rescatarlo con la intención de darlo a conocer más y quizá de ser un poquito más justos con este trabajo”.

En ese afán de mostrarla como una hacedora de historias literarias breves, pero profundas, que exploró las oscuridades, miedos, soledades y también el amor y la vida, Pacheco congregó en un libro, por vez primera, el Mar de historias de su madre. Este gran mural de su trabajo literario lo define como “una gran ola en medio de un enorme mar de historias. Escribió incansablemente y escribió hasta muy poquitos días antes de irse; para ella era una rutina fabulosa pensar en qué cuento iba a solucionar prácticamente cada semana y lo hizo con una entrega y una devoción absolutos”.

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Contiene los temas que a Cristina Pacheco narradora más le importaban, desde luego la soledad, esta enfermedad tan moderna, pero también la infancia, el maltrato a los niños y a las mujeres, el amor y la vejez, que es otro tema del que poco se habla, pero que a la creadora de Aquí nos tocó vivir y Conversando con Cristina Pacheco, la atosigaba: la vejez. “Ella veía y sabía que hay una especie de desprecio infinito por la vejez, por los viejos”, dice Laura Emilia, quien reconoce que hay muchas historias dramáticas, algunas amorosos, pero también algunas con mucho sentido del humor, “mucha gente no sabe que mi mamá tenía un sentido del humor verdaderamente extraordinario, entonces hay muchas historias que están contadas desde el humor”.

En la selección de Mar de historias se agrupan cuentos como “Vivir soñando”, “No cuelgue, por favor”, “El jardín de Eva”, “Cuatro soledades”, “Cero pesos”, “Martes, sesión”, “Nadie, nada, nunca” y “Confesiones ante un retrovisor”, en un afán de dar una muestra de la obra literaria de Cristina Pacheco.

“Me enfoqué en que quedaran plasmados en esta antología los temas que más le importaban, que para ella eran fundamentales”, dice y agrega “quisimos que fuera una manera de conmemorar el primer aniversario de su fallecimiento”.

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Por más de 30 años, cada domingo en La Jornada, Cristina Pacheco publicó una historia distinta, sin fallar nunca. Recuerda Laura Emilia que su madre era muy seria en su trabajo, muy entregada y le fascinaba contar estas historias, abrir estos mundos. “Eso hizo toda su vida, plasmar en el papel o la computadora una cantidad de palabras ansiosas interminable y lo hizo de verdad, entregó su vida a ello. Ella quería ver todas las posibilidades de la ciudad, ver las vidas que se abrían en la ciudad, todo lo que daba y quita la ciudad porque es complicada y también nos quita muchas cosas”.

Igual que José Emilio Pacheco, su compañero de vida, Cristina tenía manías, no contaba lo que iba a escribir hasta que se publicaba. Cuenta Laura Emilia que algunas veces a ella le adelantaba alguna cosita pequeñita de lo que estaba escribiendo, pero no más, en realidad la leía hasta el domingo, en el periódico; por eso ahora que pudo reunión una pequeña selección en esta primera antología, la cercanía le pareció muy conmovedora. El motor de la obra literaria de su madre está en la foto de la portada del libro, el cruce de del Eje central con Avenida Juárez, donde hay un cruce de historias.

“Quizás lo más importante es que no era indiferente a lo que veía, muchas veces nosotros vemos cosas y nos seguimos. No, ella no podía, ella no era capaz de la indiferencia, cualquier señal, por mínima que fuera, a ella le abría la puerta para contar una historia, para revisar una vida, para ver qué es lo que estábamos haciendo y cómo ha cambiado nuestra vida, porque en el libro sí se ve cómo ha ido cambiando la vida con la tecnología, con las nuevas maneras de relacionarse. En ese sentido es un libro también muy interesante porque retrata una buena porción de lo que ha sido la vida en México al menos en estos años”, afirma Laura Emilia Pacheco.

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Mar de historias, la antología, reúne algunos de los mejores relatos de Cristina Pacheco y la edición es un ciclo virtuoso. Luego de un breve texto introductorio de Laura Emilia Pacheco, la edición abre con el cuento “El eterno viajero”, donde una mujer, muy parecida a Cristina Pacheco, con sus manías de escritura y lectura, su amor por la vida y su soledad ante la ausencia de su marido, lleva un diario que le escribe al hombre que emprendió un viaje a la eternidad. Luego de otras 193 historias, el libro cierra con “Adiós, niñito, adiós”, publicada el 5 de noviembre de 2023 y que fue uno de sus últimos relatos.

“Es un ciclo que se cierra y creo que es un buen comienzo y es un buen final. El material era excesivo y decidí empezarlo con el texto que se llama ‘El último viajero’ y terminarlo con un texto que ella escribió ya muy poquito antes de irse. Para mí fue muy impresionante hacer la antología porque realmente a través de todos estos cuentos se escucha la voz de ella, se escucha la voz de una mujer que estuvo siempre al pendiente de los habitantes de esta ciudad y de contar sus historias. Y me entristece un poco también que ahora que ella no está esas voces han quedado en silencio. Ya no hay quien las cuente”.

Dice que fue un año particularmente difícil y sin embargo se pudo llegar a la meta de tener el libro justamente para su primer aniversario. Para el futuro, en el rescate de la obra de su madre, no sabe lo que sigue. El año entrante se cumplen 40 años del terremoto y Cristina tiene un libro extraordinario y muy desconocido que se llama Zona de desastre, que tal vez se podría reeditar.

Trabajar los libros de su madre es una manera de seguirla escuchando, de ver el conjunto completo de su literatura. “Si la vida me alcanza seguiré en este intento de revaloración del aspecto literario de su trabajo, creo que el periodismo va solo, no necesita absolutamente subrayarlo, es un testimonio de la vida en la ciudad, pero esta obra también es otro testimonio de la vida de los mexicanos, de lo que nos ha pasado, de las cosas que padecimos, de las nuevas preocupaciones que tuvimos, de las nuevas maneras que enfrentamos de vivir la vida”, concluye.

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