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La crítica en torno a la obra de Ramón López Velarde , asegura Fernando Fernández , se ha encerrado en los dos libros que el autor de “ La suave Patria ” alcanzó a publicar en vida: “La sangre devota” y “Zozobra”, y en los libros póstumos que aparecieron: “El minutero” y “El son del corazón”, pero se han dejado de lado otros ámbitos como la prosa política del poeta zacatecano de quien este año se conmemoró el centenario luctuoso.
Fernández, quien en 2014 ya había publicado “Ni sombra de disturbio. Ensayos sobre Ramón López Velarde, asegura que la obra de López Velarde es extensa y alcanza las mil páginas y que si de verdad nos gustan tanto estos dos libritos que él armó en persona “tendríamos que ser más respetuosos con todo lo demás que escribió y darle la dignidad y el interés de investigación literaria que se merece”.
El ensayista y poeta acaba de publicar “La majestad de lo mínimo. Ensayos sobre Ramón López Velarde” (Bonilla Artigas Editores, 2021) que hoy se presenta a las 18:30 horas con la participación de Luis Vicente de Aguinaga y Carlos Ulises Mata, a través de las redes sociales de Bonilla Artigas @BonillaArtigas y @LibreríaBonillaMX, reúne doce ensayos que abundan en la obra y la vida del poeta jerezano fallecido el 19 de junio de 1921.
En su nuevo libro, Fernando Fernández revela hallazgos en torno a la vida y obra de López Velarde: pone en contexto tres retratos del poeta que no se conocían o se conocían poco: un retrato a lápiz que le hizo Saturnino Herrán y que apareció en la revista “Vida moderna”; un grabado de Roberto Montenegro aparecido en la novela “Ejemplo” de Artemio de Valle Arizpe, donde además el jerezano fue personaje de la novela con el nombre de Fray Ramón de la Penitencia; y una fotografía de López Velarde en la avenida Jalisco, hoy Álvaro Obregón, muy cerca de la casa donde murió, hoy convertida en la Casa del Poeta.
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“A mí sobre todo me ha interesado la parte iconográfica de López Velarde que no había sido suficientemente atendida y por eso es que en mi libro hay hasta tres trabajos que tienen que ver las imágenes de López Velarde, una es la famosa foto tomada en la vieja avenida Jalisco hoy Álvaro Obregón y es la fotografía que aparece en la portada del libro, tomada en 1916, que además es el año crucial ese año se enamora de Margarita Quijano, una mujer que lo influyó profundamente, que le acercó ciertas lecturas, que le hizo entender la poesía con otros ojos, era una mujer culta, refinada, que era 10 años mayor que él y de la que se enamoró profundamente”, asegura Fernández.
En entrevista, el también editor señala que al retrato a lápiz de Satunino Herrán llegó gracias a José Luis Martínez, quien dejó anotado el dato; y al grabado de Montenegro le fue siguiendo la pista a partir del trabajo de Alfonso García Morales, el gran especialista en López Velarde.
“Siguiendo las instrucciones de José Luis Martínez llegué al número de esa revista que reprodujo ese precioso retrato a lápiz de Saturnino Herrán de López Velarde y luego por otro lado descubrí un grabado que hizo Roberto Montenegro en vida de López Velarde, se publicó dos años antes de su muerte y que ilustra una novela de Valle Arizpe, ‘Ejemplo’, que está inspirada en Ramón López Velarde, entonces descubrí 100 años después que hay una novela en la que aparece López Velarde y en la que aparece un grabado donde él aparece retratado”, afirma Fernández
Además de esos tres textos que tienen que ver con la iconografía velardiana, Fernando Fernández incluye un ensayo sobre Margarita Quijano, la maravillosa mujer que dejó una huella muy importante en la vida de López Velarde, y lo hace a partir de una apreciación malintencionada escrita por Julio Torri en una carta dirigida a Alfonso Reyes.
“Quise averiguar esto que decía de manera malintencionada Torri sobre Margarita Quijano era verdad o era mentira, por eso me metí a contar otra vez la historia de la relación entre este treintañero y esta muer casi cuarentona que finalmente hizo que López Velarde escribiera los poemas amorosos quizás más bellos y más misteriosos de todo el siglo XX dedicados precisamente a ella, a Margarita Quijano”, afirma el editor de Cataria.
Otro de los ensayos incluidos y es el que cierra el libro “La majestad de lo mínimo. Ensayos sobre Ramón López Velarde” está dedicado a indagar si es verdad eso que está en la memoria popular, contado por José Luis Martínez sobre que López Velarde se enfermó porque no llevaba abrigo y había querido seguir hablando de Montaigne con un amigo, en medio de una noche fría y húmeda de la Ciudad de México a principios de junio de 1921.
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“Este dato me pareció extraordinariamente atractivo. Todos los que conocemos a López Velarde y a Montaigne siempre hemos sentido una fascinación por esta imagen, Yo decidí interrogar a la bibliografía para saber quién había dado ese dato tan valioso y quién lo había citado por primera vez. Me di cuenta que en realidad había sido una intuición de José Luis Martínez que no está basada en la bibliografía porque nadie contó eso, no hay una fuente en la que eso se consigne”, dijo Fernando.
Lo que descubrió es que en realidad de lo que habló López Velarde la última noche que estuvo sano, al menos a partir de los testimonios que halló dichos por amigos cercanos al poeta, fue que uno de los últimos comentarios que hizo fue sobre la poesía de Góngora, “de lo último de lo que habló con felicidad fue de los poemas de Góngora y eso nos cambia totalmente la imagen que tenemos del último López Velarde, y no ha sido explorada la relación entre estos dos titanes de la poesía: nuestro mexicano López Velarde y el gran poeta español del Siglo de Oro, Góngora”.
Tras seguir indagando a Ramón López Velarde, lo que le queda claro a Fernando Fernández es que la obra del poeta zacatecano es increíblemente inagotable, que es una mezcla de inteligencia, de sensibilidad, de profundidad inusitada contenida en una vida tan breve y además en un personaje que no se produce en el centro del país, sino que viene del México llamado provinciano, del México más católico y conservador.
“Ahí fue donde de pronto surge la inteligencia brillantísima y deslumbrante de un hombre como Ramón López Velarde, de quien 100 años después de su muerte seguimos encontrando sentido, matices y nos sigue deparando sorpresas”, afirma.
Pero además señala que en esta generación varios estudiosos de su obra se han dado cuenta que no existe la edición que López Velarde se merece.
“Nos hemos dado cuenta que este libro de casi mil páginas cuidado por José Luis Martínez, está lleno de errores y erratas; los únicos dos poemas que he consultado en su fuente original, en el periódico en el que aparecieron, en la época de López Velarde, los dos están mal transcritos, hay palabras y hasta versos que no tienen nada que ver con lo que escribió López Velarde. Hay mucha tarea respecto a tratar de llegar a una visión definitiva de la obra de López verdad con la que no contamos”, concluye Fernández.
fjb