Desde el cambio de planes sobre si retratar a Carlos III o a Carlos IV, la fundición del bronce en el patio del Colegio Jesuita de San Gregorio —espacio que el arquitecto Manuel Tolsá rentaba a 50 pesos anuales—, su trote por el Zócalo, por la Real y Pontificia Universidad, por Reforma y Bucareli, hasta llegar frente al Palacio de Minería, en la Plaza Tolsá, el libro Caballito de Tolsá: lances y bretes (Pluma y martillo, 2021) es el primer libro histórico que hace el registro de los 226 años del devenir de la famosa escultura ecuestre conocida como El Caballito.
El volumen, coordinado y editado por Luis Ignacio Sáinz, filósofo y experto en arquitectura, cuenta con textos de los arquitectos Luis García Galiano de Rivas, Jorge González Aragón, el profesor emérito de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, Carlos González y Lobo; Sergio Zaldívar Guerra, quien fue responsable de la mudanza de la escultura a su ubicación actual; Luis C. López Morton y Rodrigo Rivero Lake.
“Pretendieron restaurarlo y lo que hicieron fue bañarlo con ácido nítrico y eliminar 70% de la pátina y buena parte de bronce. Hablamos de este incidente y de cómo no tenemos todavía, pese a la Ley Federal de Monumentos, realmente lineamientos que impongan mesura a las autoridades al momento de querer intervenir espacios públicos o modificar la nomenclatura o de la presencia de ciertos monumentos o marcadores históricos de la urbe”, apunta Luis Ignacio Sáinz sobre el incidente y la “ligereza” con la que autoridades tienden a decidir sobre el patrimonio.
Luis C. López Mortón realizó el texto introductorio y Sáinz la suma de los traslados de la pieza.
Por su parte, el arquitecto Carlos González y Lobo, profesor emérito del posgrado de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, escribió sobre la traza original del monumento en el Zócalo capitalino, mientras que Sergio Zaldívar Guerra dio testimonio sobre el viaje de El Caballito a su ubicación actual, proyecto que él lideró en 1979 como director de Sitios y Monumentos y que acompaña con fotografías de su autoría, inéditas en su mayoría.
Documentar esta larga historia que data de 1803 llevó a los autores un año, uno muy complicado por la pandemia de Covid-19 y porque, “entre las edades y la pandemia” —dijo Sáinz—, Zaldívar y González y Lobo fallecieron.
“Alcanzaron a ver el libro impreso, a tener sus ejemplares. Creo que es un homenaje fantástico”, sostiene el editor.
El libro, que es distribuido por Océano, será finalmente presentado hoy a las 19 horas en la antigua sede del Senado de la República, Casa de Xicoténcatl.
“Es un libro de investigación, con humor y soltura, muy riguroso. Es un volumen académico, pero que no se solaza en lo hermético, sino que sí tiene un compromiso con el lector para que disfrute la historia y peripecias de este corcel”, describe Sáinz.
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Tambor opaca a un monarca y protege a la escultura
La publicación del libro se da en un contexto en el que, a nivel mundial, las esculturas ya no inspiran respeto entre la población joven. Durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19, las protestas antirracistas impulsaron la destrucción de monumentos coloniales en Estados Unidos y Europa, postura que también tuvo repercusión en México, donde el caído fue Cristóbal Colón, su escultura estaba ubicada en la Glorieta de Colón, en el Paseo de la Reforma.
Desde su retiro, se ha gestado un debate en torno al rol que juegan los monumentos. A su vez, familiares de víctimas de feminicidio hicieron suyo el espacio colocando la escultura de una mujer que clama justicia con su puño en alto y rebautizando este espacio público como la Glorieta de las Mujeres que Luchan. Mientras que el Gobierno de la Ciudad de México intenta recuperar, sin ser inmunes a las críticas, el lugar, primero con un fallido proyecto con una escultura del artista Pedro Reyes y ahora con una réplica de la joven de Amajac, una gobernante de la cultura huasteca, bajo el argumento de rendir homenaje a las mujeres indígenas.
El Colón de Paseo de la Reforma, antes de ser retirado, y el Colón ubicado en la intersección de Buenavista y Héroes Ferrocarrileros, han sido pintarrajeados a modo de protesta en distintas ocasiones. Ahora, la escultura de Buenavista cuenta con una valla de protección permanente.
De hecho, las esculturas de Paseo de la Reforma también han sido blanco de manifestantes. Pero, ¿cómo es que El Caballito, un monumento al monarca Carlos IV, ha sido inmune a los ataques? La falta de conocimiento y el carisma del equino son su escudo de protección, responde Sáinz.
“Creo que la maravilla es que nadie la asocia con Carlos IV, es rara la persona que entiende quién es este personaje que fue emperador español, de la decadencia de los Borbones. Para nosotros, siempre fue un tema de El Caballito. No lo vemos como un gesto simbólico en favor de la nobleza, nosotros lo vemos como un animal que nos es grato. Buena parte de nuestra identidad pasa por la idea de la monta, del vaquero, del charro… esto es constitutivo de nuestro ser nacional”, explica el editor.
Quien roba protagonismo al monarca es Tambor, un percherón que provenía de los establos del Marqués de Jaral del Berrio y que modeló para Tolsá.
Sobre la postura de quitar monumentos por ser considerados “una afrenta”, el también escritor considera que estas acciones son “una forma de banalizar el espacio público” y cree que es necesario “ser más reflexivos” y tomar “distancia crítica” a la hora de analizarlos.
“Tenemos un conocimiento muy pobre de nuestra historia y queremos verlo todo en esta condición de lo bueno y lo malo y no, la historia es una entramado entre una asociación de grises, de matices, nada es totalmente luminoso ni nada es totalmente sombrío. Tenemos que aprender a ser más maduros y tener una distancia crítica para poder expresar las cosas”.