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Una silla de madera vacía en medio de un fondo verde ilustran la portada del libro para niños El maestro no ha venido, de la escritora Marcela Arévalo. El relato cargado de ausencia aborda la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, quienes en este 2020 ya estuvieran ejerciendo como maestros.
En complicidad con la ilustradora Natalia Gurovich, Arévalo construyó en verso la historia de Cuco, un niño de la montaña que habita Tierra Caliente, que cuenta la vida en su comunidad y en la escuela, pero un buen día cuenta que su maestro dejó de ir porque se fue a la lucha para buscar mejor futuro.
“Ahora que presento el libro digo que no son temas para niños, pero que es bien importante que ellos sepan qué es lo que sucede en su país y a su alrededor para que no se nos olvide, para que siempre tengamos estos hechos guardados en la memoria y siempre recordemos que no queremos que esto vuelva a suceder. Siempre digo que para ser feliz necesitas haber sentido antes qué es no serlo; hay temas que son tristes y horrorosos pero así es la vida”, señala la escritora.
Su apuesta literaria es abordar temas que permitan a los niños salir de la burbuja en la que muchos están metidos, hacerlo con temas que los hagan ir formando su propio criterio, temas que les hagan pensar en que hay muchos mundos.
“Cuándo me enteré de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, sentí empatía hacia los padres y una conexión; sentí que si les había pasado a ellos le podía pasar a mi hijo, a todos y que era imposible que no hiciéramos algo por protestar; ni lo pensé mucho, dije: ‘Tengo que escribir algo y tengo que escribirlo ya’”.
Así nació El maestro no ha venido (Pearson), libro que es también un homenaje a los maestros, “hoy los 43 desaparecidos de Ayotzinapa ya serían maestros; además esta relación tan entrañable que tiene Cuco con el suyo es como una oportunidad para hablar de la importancia que tienen los maestros en la vida”.
Su interés es que los niños se imaginen qué pasaría si no hubiera maestros; y a los adultos pensar en ese maestro que llevamos en la mente y en el corazón. “Yo nunca voy a olvidar a mi profesor de tercero de secundaria, también se apellidaba Arévalo y que fue el que me regaló mi primer libro de poesía, hoy es el género que más me gusta”.
El libro ha tenido varias presentaciones, incluso fuera de México, pero las más simbólicas han sido en Iguala, Guerrero, y con los padres de los estudiantes de Ayotzinapa. En Iguala, Marcela confirmó que los guerrerenses son aguerridos, alegres, valientes y generosos, “refrendé que en Iguala, como en el resto del país, merecemos paz; hubo muchas preguntas, lágrimas y un trío de música de Alfonso Salgado, un músico de 80 años que me dijo: ‘Yo tocó y usted lea’”.
Con los padres de los desaparecidos ha habido dos presentaciones, una cuando hicieron el campamento en Reforma, hace como dos años. “Uno me pidió que le firmara su libro: ‘Pero no me lo firmes a mí, fírmaselo a mi hijo porque yo se lo voy a dar cuando él vuelva’. Hace un año lo volví a presentar con ellos en Coyoacán”.
A la también editora y traductora que siempre escribe en verso y siempre escribe para niños le interesa contar otras historias. Trabaja en un libro sobre el narco, pero también quiere escribir sobre migración, sobre estar lejos, sobre no sentirse ni de aquí ni de allá y ser un invisible.
Le gustaría hablar de la violencia contra las mujeres, del empoderamiento de las niñas y también de los feminicidios. “Lo que querría es, sí hablar de la realidad, pero también para que quede bien claro que mientras más sepamos, preguntemos, dudemos y desobedezcamos y mientras más unión haya entre nosotras será más difícil que dejemos de desaparecer. No es así de simple, pero sí quisiera un final de esperanza”.