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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Wendy Guerra mira con tristeza y crítica la situación política y social que vive Cuba, su patria. “En Cuba no ha pasado nada, estamos sin cabeza, sin líderes, sin la banda sonora del ruido y la bruma de Fidel, que aunque ya había desaparecido, ya llevaba como siete años fuera del pandero, había una política antigua y canónica, para los que lo amaban y para los que lo odiaban, igual era alguien que cambió la historia del siglo XX, pero ahora estamos en una especie de aislamiento y de ostracismo con la maldita circunstancia del agua por todas partes y sin posibilidad con Trump de cambiar las cosas. Estamos entre Trump y el muro”.
La escritora cubana nacida en 1970 acaba de publicar con Alfaguara Nunca fui Primera dama, una reedición en la que modificó el último capítulo, que ya habla del fin de Fidel Castro. Su mirada es a través de Nadia Guerra, su alter ego y representante de una generación que hoy en Cuba es un espíritu vital. “Es una generación que está teniendo que mantener a sus padres, está teniendo que guardar a un país sin utopía, un país en el que si dices lo que está pasando la izquierda latinoamericana se embrava, y si no lo dices ¿dónde te pones, dónde pones la cara a tus semejantes? Nadia es parte de este horror, de este debate con nosotros mismos, un soliloquio porque no tenemos a donde debatir”.
Wendy Guerra asegura que Cuba vive una inamovilidad, es un país sin transición y alerta que si no se hace nada va a ser una variación sobre el mismo tema, porque de cualquier modo las personas que están en el poder hoy en Cuba están viviendo su futuro, no les interesa mucho la transición. “Estamos en la conga al revés, es una conga hacia atrás, porque Trump y Maduro representan la derecha y la izquierda inaceptable; yo tuitee ‘si Maduro es la izquierda y Trump la derecha, a mí no me inviten a esa fiesta’. Estamos sin izquierda ni derecha, en una especie de limbo ideológico, en la nada ideológica”.
Nadia Guerra, la protagonista de esta Nunca fui Primera Dama, dice que está también a la deriva como está el mundo entero. Wendy cita el caso de Cataluña que, dice, “está en medio de una especie de trastorno interior” y apunta también el caso de México con todo lo que ha pasado “con los sismos, con la subida de la violencia tan grande, con este Presidente que no da la cara, con desapariciones. El mundo está al revés”. La narradora concluye: “Lo que nos queda a los escritores es contarlo todo”.
Tragedia latinoamericana. La autora de otras novelas como Negra, Posar desnuda en La Habana y Domingo de Revolución se ha adentrado en otra historia más dura que cualquiera que haya escrito. No ocurre en Cuba pero Cuba juega un papel importante igual que lo juegan otros países del continente. La nueva novela que está leyendo su agente literario es sobre el escándalo Irán-Contra, donde uno de los mercenarios es cubano y hoy ese hombre es un coleccionista de arte contemporáneo cubano y caribeño latinoamericano. Incluso es la primera vez que escribe desde la voz de un hombre y desde Centroamérica.
“Es una novela muy distinta a lo mío, es una novela escandalosa, cuando conocí a ese hombre me dijo que era ‘nica’, yo le dije ‘no, tú eres cubano’, cuando le propuse contar su historia, él me pregunto ‘¿sabes tirar?’ Si yo no sabía disparar no me iba a contar su historia. Ha sido duro pero también hermoso, porque en lo más duro encuentras la belleza. La literatura la hacen hombres y mujeres duros, no es cosa de señoritas”.
Guerra ha escrito ficción basada en hechos reales, de entrevistas con un hombre al que amó y odió. Estuve meses caminando a su lado, cenando con él, sintiendo el pulso de la sangre, del asesinato y de todo lo que ha pasado en nuestro continente que está muy manchado de sangre. Ha sido bien duro para mí, y me pregunto ¿cómo pudo tener el valor de matar y coleccionar arte contemporáneo?, ¿de invertir en objetos de tanta belleza, de apoyar el arte de los jóvenes artistas latinoamericanos y de haber desencadenado un conflicto tan profundo como el conflicto Irán-Contra? Es mi novela más dura, a pesar de que Todos se van parecía la novela más descarnada y triste, pero esta habla de la tristeza de un continente”.
Fue duro escribir esta historia no sólo porque era real sino porque significaba mirar el continente y cómo los gobiernos, los cárteles, las revoluciones, los cantautores están metidos en esa gran bolsa. ¿Qué tendrían en común las canciones de Silvio Rodríguez con la Contra, la Contra con Pablo Escobar, Pablo Escobar con los presidentes latinoamericanos de derecha y de izquierda? Ya verán. Es muy duro.