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A Paul Auster le extraña y molesta la época por la que atraviesa Estados Unidos, la califica como “un momento muy extraño de su historia”. Pese a todo y a que se niega a hablar de las razones, pues asegura que todo mundo las conoce, el narrador estadounidense es un convencido de que los escritores no deben caer en el desencanto, y dice que si una obligación tienen en este tiempo, es escribir lo mejor que puedan.

El narrador, guionista y traductor, que es uno de los invitados principales de la 31 Feria Internacional del Libro de Guadalajara, asegura que ante el momento histórico que están viviendo en Estados Unidos, un escritor tiene la obligación de escribir lo mejor que pueda y hacer las mejores oraciones que pueda, porque una buena oración es el fruto de un trabajo intenso y también de un trabajo espiritual, “ ahí encuentra el escritor el reflejo de su integridad”.

“El artista o el escritor no debe permitir que el desencanto público que está viviendo en un momento como éste lo distraiga de esa atención rigurosa que le debe prestar al trabajo que realiza”, afirma el narrador que también habló de la curiosidad del escritor, de su interés por la pasión y la lectura, de lo que significó la escritura de 4 3 2 1, su nueva novela; y de los personajes que delineó para esa historia.

Su compromiso es con la literatura, con las historias que tienen que ver con su vida o que parten de anécdotas y hechos que le contaron otros; recuerdos que nunca lo abandonan, como aquel de cuando era niño: en un campamento vio morir a un compañero de su edad porque le cayó un rayo, y ese hecho lo llevó a pensar en la fragilidad de la vida y en que a él pudo haberlo matado. Un recuerdo que arrastró por más de seis décadas y que ahora, a sus 70 años, es el motor de una obra monumental: 4 3 2 1.

A este suceso, que es el que inspiró su nueva novela y le cambió totalmente la vida a Paul Auster, lo llama “un punto de no retorno”, del cual, dice, aprendió varias lecciones, entre ellas que lo que separa a la vida de la muerte es tan delgado que prácticamente es transparente, que el Universo puede ejercer una violencia al azar, enorme, y también que el suelo que uno pisa no es sólido.

“Para contar historias uno está continuamente pendiente de todo, prestando atención; escuchas a la gente, observas las cosas y cuando te cuentan algo que te impresiona, reflexionas al respecto y de ahí pueden surgir historias que tú quieres contar. Sin embargo, no me catalogaría como un ladrón de esos sueños y de esas historias de los otros, sino más bien como alguien que escucha y observa”, asegura el escritor, una de las voces más notables de Estados Unidos.

Entre la historia y la memoria. La curiosidad por la vida, por la muerte, por la naturaleza y por todo lo que le rodea ha determinado la existencia del autor de Trilogía de Nueva York y El cuaderno rojo. Auster ha fincado su literatura a partir de recuerdos, anécdotas, vivencias, sueños y deseos, suyos y de otros. Sus historias nacen de la curiosidad, de mirar con ojos frescos la vida, como lo dijo en la conferencia con la que abrió el Salón Literario de la FIL.

“Entonces ahí estoy yo, una persona de 70 años observándolo todo como si fuera sólo un niño. Eso es parte de ser artista. Los artistas somos personas que, en cierta forma, nos aislamos de los demás o estamos un poco aparte de los demás por esta cuestión, porque nos da curiosidad lo que hay a nuestro alrededor y, de alguna manera, esto nos hace ser perennemente exiliados en nuestro propio país o inmigrantes en nuestro propio país”.

Reconoce que a las personas no les gusta estar aislados, la gente normalmente quiere estar con los demás, ser aceptada, mientras que a los escritores eso no les importa. “Quizás sea por eso que buscamos normalmente a otros artistas como amigos, será porque quizás nos entendemos de esta forma peculiar que nosotros somos”.

Hace 50 años, Auster publicó su primer libro y esa escritura la recuerda perfectamente y con cariño. Dice que ese libro lo escribió en la biblioteca de la Universidad de Columbia. “Comencé a escribir sobre arte, sobre mi percepción de la realidad y de la vida; no lo he leído en mucho tiempo, sin embargo, creo que ese libro establece mi postura estética respecto a lo que significa escribir y tiene unas frases, las dos primeras, que creo que encapsulan lo que después fui desarrollando a lo largo de mi obra, eso es algo que todavía pienso”.

Esas dos oraciones van más o menos así: “El mundo está en mi cabeza y mi cuerpo está en el mundo”. Las recuerda Auster y las cita con una gran sonrisa y mirada que apenas se trasluce bajo sus lentes oscuros.

Hoy, 50 años después de ese libro y cuando él ha cumplido 70 años, confirma esa sentencia y vuelve a la memoria y a la historia en 4 3 2 1, una novela sobre el poder del destino y que tiene a cuatro personajes que son el mismo, todos llamados Ferguson y cuya diferencia es estar numerados del 1 al 4 o del 4 al 1.

“Tenemos a estos cuatro chicos que de alguna manera ya conocía yo sus personalidades, tenemos por ejemplo a Ferguson 1, que tiene muchas dudas y que es inseguro; tenemos al Fergurson 2, que es el que tiene la vida más corta, muere a los 13 años, pero que es un luchador incluso ante los chicos que tratan de intimidarlo en la escuela y le hacen bullying; tenemos al Ferguson 3, que tiene a su padre que muere cuando él tiene siete años y es una persona confundida que comete muchos errores de los que luego se arrepiente, sin embargo creo que es uno de los que le gusta más a la gente”.

Auster agrega que al final está Ferguson 4, una persona que está constantemente en guerra contra su padre, que viene de un matrimonio disfuncional que acaba en divorcio: “Es una persona que es dura consigo misma, que es muy riguroso y se vuelve como un maniático; por ejemplo, tiene esa reacción exagerada: ‘mi amigo murió, le gustaba el beisbol y por tanto, para no olvidarlo nunca en la vida voy a jugar beisbol’. Son cuatro personalidades totalmente diferentes”.

Y aunque son cuatro personajes muy diferentes, y aunque relata un episodio doloroso de su vida infantil y aunque la crítica ha dicho que “estamos ante un ejercicio soberbio de precisión narrativa e imaginación”, para Auster, 4 3 2 1 es una novela que no significa un mayor aprendizaje en su carrera: “Creo que es como cualquier otro tipo de novela que uno desea escribir, lo primero es abrirse, no tener ideas preconcebidas, no tener prejuicios y buscar habitar lo que es la muerte y el cuerpo de los personajes. Yo diría que escribir ficción es como utilizar el método para la actuación. Escribirla fue como empezar a escribir cualquier otra novela; llevo escribiendo 50 años, de alguna manera ya hago las cosas por instinto, lo tengo en la mente y lo tengo en el cuerpo. Ya está en mí”.

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