“La enfermedad me condujo a la lectura” contó muchas veces , a modo de preámbulo al relato de los escritores y las novelas que determinarían su obra. Era un énfasis sobre su convicción de que todo autor está hecho de sus lecturas.

Otras veces recordaba que había sido un fallido comienzo de su vida social el que acabó por fortalecer ese refugio entre los libros y las tiras cómicas dominicales que dieron pie a los primeras personajes e historias creados por él mismo, y que representaban a sus padres muertos y a él mismo.

Políglota, fumador, gran lector, conversador, amante de la música clásica y la pintura, hombre de izquierda y con grandes amigos, así era Pitol. Nacido el 18 de marzo de 1933, en Perote, Veracruz, fue traductor y narrador. Este jueves falleció a los 85 años.

Su obra abarca los géneros de novela, ensayo y cuento. Fue el tercer mexicano en recibir el ( 2005), el máximo galardón de las letras en español; recibió también los premios Xavier Villaurrutia (1981) por “Nocturno de Bujara”; Herralde de Novela (1985) por “El desfile del amor”, Nacional de las Artes y Letras de México (1994), Juan Rulfo de la (1999), y Alfonso Reyes 2016, cuya entrega en el mes de mayo de ese año constituyó una de las últimas ocasiones en que se le vio.

En palabras de su amigo, el escritor español , Pitol decía de sí mismo que era “la suma de los libros que ha leído, las pinturas que ha visto, la música que ha escuchado, algunos amores y muchos fastidios".

Sergio Pitol fue uno de los autores mexicanos más cosmopolitas: tras estudiar Derecho y algunos cursos en Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1960, y antes de cumplir los 30 años, emprendió un viaje que se prolongó casi tres décadas por Londres, Varsovia, Pekín, Barcelona, Roma y Moscú, un largo periplo que le permitió conocer y traducir ciudades y culturas, y adentrarse todavía más en las literaturas de autores tan distantes y lejanos en el tiempo como Henry James , Lu Hsun, Joseph Conrad, Elio Vitorini y Witold Gombrowicz. Pitol habló, escribió y tradujo siete idiomas.

Su obra caminó con la obra de cada uno de estos autores con quienes sostuvo un diálogo; con ellos y con otros como con Alfonso Reyes, en torno de quien decía en “El tercer personaje”: “Cuando en mi escritura requiero una cita, muy a menudo acudo a Reyes y a Borges”.

Volver a la infancia es algo que siempre hizo a través de la escritura y de las referencias a sí mismo. Por ejemplo al recibir el Cervantes, en Alcalá de Henares, en 2006, cuando contó que fue un niño huérfano a los cuatro años, que vivía en una casa grande en un pueblo de menos de tres mil habitantes, un pueblo con un nombre “distante a la elegancia”: Potrero, en el cual creció enfermo de paludismo y donde se le grabó la imagen de su abuela (sus cuatro abuelos -Pitol, Demeneghi, Buganza y Sampieri fueron italianos-) que vivía para leer todo el día novelas, y que tenía en Tolstoi a su autor favorito; eso explica que a los 12 años, el niño que habría de concebir libros como “El arte de la fuga” y “Domar a la divina garza” ya hubiera leído las más de mil páginas de “Guerra y Paz”.

“La enfermedad me condujo a la lectura; comencé con Verne, Stevenson, Dickens”, detalló en su discurso del Cervantes; a los 16 o 17, Pitol ya conocía lo que habían escrito Marcel Proust, William Faulkner, Thomas Mann, Virginia Wolf, Franz Kafka, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, así como los autores del grupo de Los Contemporáneos y los de la generación del 27 de España.

El autor publicó “Autobiografía precoz” (1966) y luego el mismo libro bajo el nombre “Memoria 1933-1966” (Ediciones Era), donde apuntó: “A mis 33 me doy cuenta de que todo lo que he escrito es en cierta forma autobiográfico. Estoy presente en todo lo que escribo, a pesar de a veces buscar una forma de desaparición. Acaso esta autobiografía sea una forma irrefutable de lo que digo”.

En ese libro, a modo de prólogo, Eduardo Celis apuntó que sus páginas habían sido escritas desde la periferia como todo lo que escribía Sergio Pitol: “Su obra se constituye como una larga bitácora de un viaje en el que el desplazamiento geográfico implica necesariamente un movimiento interior, un flujo en la memoria que inevitablemente llega a la infancia, pero también al primer encuentro con la literatura, con los maestros esenciales, con el fracaso”.

El propio Instituto Cervantes, cuya biblioteca en Sofía, Bulgaria, lleva el nombre del escritor mexicano, recoge sus palabras para resaltar la importancia de su biografía en su obra:

“Casi toda mi narrativa guarda una estrecha relación con mi vida, hay una especie de juego biológico entre mis relatos y las distintas etapas estéticas, entre la evolución de mi propia vida y los muchos cambios que han existido en ella”.

Recorridos

Pitol llegó a China en 1961 donde permaneció ocho meses y a donde fue con la intención de entrevistar a intelectuales y políticos chinos para Radio Universidad por encargo del dramaturgo español Max Aub; en medio de la Guerra Fría, los cambios políticos le impidieron continuar en ese país con otros proyectos. Amante de la literatura centroeuropea -cuyos grandes autores tradujo--, fue también miembro del Servicio Exterior Mexicano desde 1968; en esa carrera diplomática fue embajador en Praga (1983-1988); y agregado y consejero cultural en Belgrado, Varsovia, Roma, Pekín, París, Budapest, Moscú y Barcelona. En México, fue subdirector de Asuntos Culturales de la SRE y director de Asuntos Internacionales del INBA y secretario académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Barcelona, a finales de los años 60, significó también una relación directa con el mundo editorial; allí trabajó para Seix Barral, Tusquets y Anagrama ?. Fue maestro en Bristol (Reino Unido) y volvió a serlo en Xalapa, ciudad a la que llegó a vivir en 1993; y donde, en la Universidad Veracruzana, desarrolló una obra que se extendió al campo editorial con su colección Pitol Traductor, iniciada en 2007, que superó los 20 títulos, y que ha sido de las colecciones más exitosas de una editorial universitaria en México. “No conozco mejor enseñanza para estructurar una novela que la traducción”, escribió el propio Pitol que trajo al español obras de autores como Joseph Conrad, Jane Austen, Malcolm Lowry, Witold Gombrowicz, Robert Graves, Henry James, Anton Chejov, Alexander Zeromsky, Kazimierz Brandys, Jerzy Andrezjewski y Bruno Schulz.

Su obra, con influencia de muchos de estos escritores, también fue afectada por otro arte: el cine, género del que retomó, dicen algunos críticos, muchas características del montaje.

Desde 1968, Pitol comenzó a llevar un diario de sus sueños y pesadillas. El autor de dos libros de los más importantes libros de la literatura mexicana del fin de siglo: 'El arte de la fuga' (1996) y 'Pasión por la trama' (1998), llevó a su obra, además de referencias autobiográficas, reflexiones sobre arte, crónicas de la actualidad o impresiones de sus viajes.

Otros de sus libros son: 'No hay tal lugar' (1967); 'Infierno de todos' (1971), llevada al cine en 1989 como 'El acoso' por Miguel Barbachano y con guión de Gabriel García Márquez; 'Los climas' (1972); 'El tañido de una flauta' (1973); 'Asimetría' (1980); 'Nocturno de Bujara' (1981); 'Cementerio de tordos' (1982); 'Juegos florales' (1985); 'El desfile del amor' (1985); 'Domar a la divina garza' (1988); 'Vals de Mefisto' (1989); y 'La casa de la tribu' (1989).

De los años 90 son los libros 'La vida conyugal' (1991); 'Todos los cuentos más uno' (1998); 'Soñar con la realidad' (1998); en esta década se reeditaron en la trilogía 'Tríptico de Carnaval' las novelas 'El desfile del amor', 'Domar a la divina garza' y 'La vida conyugal'. Entre sus últimos libros que publicó están 'El viaje' (2000); 'Todo está en todas las cosas' (2000); 'De la realidad a la literatura' (2002); el libro de memorias 'El mago de Viena' (2005); y la selección de cuentos 'Los mejores cuentos' (2005). Sus 'Obras reunidas' comenzaron a ser publicadas por el FCE en 2003; el tercer volumen de estas obras, con “Cuentos y relatos', 'El Mago de Viena' y 'Cuentos completos' fue recopilado por Enrique Vila-Matas, uno de sus grandes amigos.

Otro de sus amigos, y cómplice en la literatura, el escritor Mario Bellatín dijo hace años que Pitol "es una de las pocas personas que conozco que están totalmente entregadas a una vocación y todo a su alrededor está diseñado para esa vocación", que “vive la vida como una gran obra de ficción disparatada", y que posee el talento de descubrir "lo absurdo, rígido o acartonado" de ella y transformarlo en literatura de tono "patético". Otros de sus grandes amigos fueron Margo Glantz, Juan Villoro, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y Vila-Matas.

Pitol, quien fue un activo defensor de las ideas de izquierda, consideraba que “las políticas neoliberales en América Latina habían hecho a los ricos más ricos y a los pobres más pobres", como lo expresó en entrevista a DW World, en 2005.

Julio Ortega, uno de los jurados del entonces llamado Premio Juan Rulfo de Literatura, resaltó en el marco de la concesión de ese galardón que Pitol pertenecía a una gran tradición mexicana: la de los artistas que imaginaron un México más allá de sus fronteras, como Alfonso Reyes. Dijo que Pitol se fue de México para no formar parte de un “chisme literario”, una “mafia”, de un “grupo de poder” o un “grupo disidente”. Esa actidud cosmopolita la encontró congruente con su regreso a su pueblo, a Xalapa; “Ese gesto demuestra que es un cosmopolita auténtico” Agregó que “su aproximación a la literatura es la de un lector hecho a largas lecturas favoritas” y “ha hecho del placer de narrar no una complacencia del mercado sino una indagación, tan sensorial como analítica, vivencial pero también festiva, del milagro episódico y de la comedia fecunda de vivir. Es un escritor narrado por sus propios personajes, feliz de vivir plenamente entre ellos, entre las tapas de la novela que ellos demoran para él.”

No obstante el problema de lenguaje que tuvo en los últimos años, como consecuencia de una afasia primaria progresiva no fluente, que le diagnosticaron en 2009, consiguió por mucho tiempo, a partir de un sistema de señales comunicarse con sus amigos y colaboradores. Sin embargo, esto dio pie a una compleja situación personal entre algunos miembros de su familia y aquellas personas que le habían acompañado en sus últimos años.

A mediados de 2017, EL UNIVERSAL publicó que desde diciembre de 2016 los amigos de su círculo cercano no sabían nada de la salud de Pitol, quien entonces sufría la cuarta y última etapa de la enfermedad que lo retiró de la vida pública. Entonces, el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de Veracruz, seguía como tutor interino del escritor. Tras ser cuidado por sus amigas Elizabeth Corral y Nidia Vincent, su primo y su sobrina Luis Demeneghi y Laura Demeneghi, pasaron a velar por su salud. Le acompañaron también sus perros, Homero y Lola.

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