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nestor.ramirez@clabsa.com.mx
Árboles de cerezo y jacaranda son parte de los símbolos poéticos y naturales de Japón y México, dos naciones separadas por dos lenguas diferentes y miles de kilómetros a través del océano Pacífico, pero cercanas a partir del sincretismo de su tradiciones y modernidad.
“Para mí, Japón es tradición, modernidad y un corazón siempre dispuesto a ayudar a los otros”, sostiene la escritora y traductora Cristina Rascón, quien a través de sus textos busca vincular sus raíces con las experiencias que vivió en el país oriental, así como contribuir al interés por la cultura nipona.
En entrevista con EL UNIVERSAL, la escritora asegura que “hay un boom de unos cinco años para acá tanto en teatro, poesía, narrativa, cuento y novela, del japonés al español. Hay mucho interés no sólo por esta cultura mística del budismo o el samurai, sino un interés desde la crítica literaria”.
Junto con Isami Romero, Virginia Meza y Aurelio Asiain, Cristina Rascón forma parte de los mexicanos que buscan posicionar el haiku en las editoriales nacionales, pues la mayoría de la literatura japonesa traducida a nuestra lengua viene de sellos españoles que a su vez “permitieron la creación de editoriales especializadas en literatura japonesa”.
El impulso de la escritora por compartir lo que leía en otras lenguas la llevó a traducir sus primeros versos en los primeros años del siglo XXI. “A veces disfrutas mucho un poema en un lenguaje ajeno y lo quieres compartir, pero es difícil porque los demás no pueden acceder al texto”, señala la autora de Hanami, El agua está helada y El sonido de las hojas.
A partir de esa inquietud comenzó a traducir haiku para un portal de Internet llamado Nipoweb, plataforma por la que conoció al traductor de Shuntaro Tanikawa al inglés y logró que él le permitiera entrar en contacto personal con el japonés y luego traer su obra a nuestro país.
“Haiku”, ese poema japonés basado en el asombro y la emoción, es una composición de 17 sílabas que cuenta con una palabra de estación que relata una escena de la cotidianidad que marca al autor. Libros como Dos mil millones de años luz de soledad, de Shuntaro Tanikawa; y Agend'Ars, de Keijiro Suga, son algunas de las obras que ha traducido la mexicana.
Flor del alba, antología de la monja budista y poetisa japonesa Chiyo-Ni; y Zoológico de palabritas, que cuenta con textos de su autoría, son los últimos libros que buscan abrir una ventana a la mirada de la poesía japonesa en México.
El último de ellos, Zoológico de palabritas, cuenta con poemas que Cristina Rascón empezó a escribir en 2007, pero que adaptó a la musicalidad hispana con un lenguaje que los niños puedan entender y recordarán cuando tengan 40 años.
La obra editada por Andraval cuenta con ilustraciones de la sinaloense Elizabeth Arosemena Elizondo. “A mí como autora sus imágenes me hicieron resonancia y sentí que había una cercanía muy importante con la etapa de la infancia”, dice Rascón.
La escritora reconoce que a veces el adulto “pierde la mirada del haikuista, una mirada de inocencia y asombro”, pero que en los trazos de Arosemena se sintió identificada.
El libro contó con el subsidio de la Fundación Japón en México para la publicación de la obra en Sinaloa, con el fin de descentralizar la cultura. La traductora sostiene que “la mayoría de los apoyos son para proyectos que se gestan en la Ciudad de México”. También un grupo de empresarios, entre ellos la familia Kuroda, financió la impresión para que hubiera más ejemplares.
Flor del alba, editado bajo el sello Dragón Rojo, reúne los versos de la poetisa Chiyo-Ni en tres lenguas: japonés, español y náhuatl, esta última a cargo de Mardonio Carballo; y se complementa con las imágenes de Fabricio Vanden Broeck como si fueran hechas con tinta china que causan una inmersión en los haiku.
Entre sus proyectos, además de la escritura y traducción de obras literarias, está la creación, junto con Diana Lucinda González de Cossío, del diccionario digital haikukigo.com, que será el primero en su tipo en castellano y que recogerá palabras de estación para la elaboración de haiku.
Rascón dice que hay muchísimo apoyo para la traducción y recordó que el primer apoyo que ella tuvo fue recibir una beca de la Embajada de Japón, así como una serie de reconocimientos del Programa de Apoyo a la Traducción (PROTRAD) y una ayuda para ir al Centro de Traducción Literaria de Banff.
Recuerda que en 2004, cuando comenzaba a dar clases de literatura japonesa, sus únicas referencias tenían ser en inglés porque no había libros en español para abarcar los temas que quería, pero en la actualidad hay más información e interés por la literatura de la nación del sol naciente.
“En español y en inglés hay poca información de qué es realmente un haiku, más allá del poema de 17 sílabas. De hecho, lo primero que se rompe en el haiku de vanguardia es la métrica, pero permanece la esencia de la palabra de estación (Kigo) y la pausa gramatical, que es lo que en realidad le da mucho sentido al poema”, afirma la escritora.
Sus traducciones van no sólo del disfrute de la poesía, sino que buscan que el lector entre a un nuevo mundo de contemplación estética que no busca la rima, la metáfora ni el lirismo; sino la contemplación de la cultura mística de Japón.