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El autor japonés Haruki Murakami empezó a escribir a los 30 años, luego de experimentar una “epifanía” durante un partido de beisbol y sentir que podía ser novelista. Tres décadas después, sus obras se han traducido a más de 40 idiomas, goza de fama mundial y ha ganado una docena de galardones, entre los que se cuentan el Premio Kafka y el Hans Christian Andersen. Pero hay un reconocimiento que se le ha negado: el Premio Nobel de Literatura.
Para dar cuenta del impacto que suelen generar los libros de Murakami basta recordar que su novela “Tokio Blues” ha vendido en Japón, desde su publicación en 1987, cuatro millones de ejemplares. En 2013, también en su país, se reservaron vía web diez mil ejemplares de “Los años de peregrinación del chico sin color”. y en siete meses se habían vendido 985 mil tomos en librerías. Cuando se publicó la primera parte de “1Q84”, los ejemplares se agotaron en sólo un día en su nación.
Hace unos días, la Academia Sueca nombró a Kazuo Ishiguro (escritor británico nacido en Japón) Nobel de Literatura y de nuevo sonó el nombre de Murakami. ¿Por qué no ha ganado el Nobel? ¿Merece obtener ese premio?
Para responder a ese par de interrogantes, EL UNIVERSAL consultó a tres expertos: el ensayista y crítico cultural Ignacio Sánchez Prado , profesor de Español y Estudios Latinoamericanos en Washington University in St. Louis; Takaatsu Yanagihara , catedrático de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Tokio y al escritor Aurelio Asiain, profesor en la Universidad Kansai Gaidai, en Osaka.
El precio de ser best-seller
Con su primer libro, “Escucha la canción del viento”(1979), ganó el premio de la revista “Gunzo” y ya desde entonces en su país fue señalado por los críticos. Como recuerda el propio Murakami en “De qué hablo cuando hablo de escribir” (2017), cuando comenzó su carrera de escritor “no había leído sistemáticamente literatura japonesa contemporánea (es decir, eso que llamaban literatura pura) y, por lo tanto, no sabía lo que se leía en Japón entonces ni tampoco cómo escribir en mi propio idioma según determinado canon”.
Más allá de su estilo, para Sánchez Prado, el principal problema que enfrenta Murakami es su popularidad, pues considera que el Nobel “no es un premio a la calidad literaria” sino que intervienen otros factores. “Creo que a Murakami le afecta el éxito comercial. Aunque no está fuera de posibilidad que gane el Nobel algún día, los escritores literarios que alcanzan el estatuto de best-seller suelen no ser reconocidos en el Nobel. Éste ha sido el caso de Milán Kundera, de Salman Rushdie, de Umberto Eco y otros”.
Yanagihara explica que a Murakami se le criticó en los años 80 en Japón por la sencillez en su estilo, “lo ubican dentro del contexto contracultural o subcultural. Que su obra sea considerada como ‘light-novel’, novela ligera, es para sus atacantes otro motivo para ser criticado”.
El catedrático japonés señala que el reto es un cambio en la noción de la literatura. “Los que se aferran a la literatura de alta calidad, literatura como Bellas Artes, literatura pura, etc., lo tomarán por algo insensato, algo que no merece la pena leer seriamente. Los que disfrutan, no sólo de la literatura seria sino también de cómics, juegos, novelas ligeras, pensarán que Murakami es un autor altamente estimable”.
“Lo que reprueban en Murakami los lectores japoneses conservadores (no en términos políticos sino literarios: pienso en Oe) es la influencia anglosajona en su prosa, que es muy poco japonesa. Pero me parece que esa opinión es cada vez más minoritaria. Fuera de Japón se le reprochan a Murakami otras cosas: el lirismo y la fantasía y una inmediatez con el lector que vuelve su literatura fácilmente internacional. No comparto esa opinión”, detalla Aurelio Asiain.
¿Podría ganar Murakami el Nobel?
“Si bien puede suceder, yo creo que eso sería inusual. Sobre si Murakami ‘merece’ el Nobel, pues sí en la medida en que es un escritor de buena ambición y calidad con una obra que significa mucho a una comunidad sustancial de lectores. Si fuera a premiarse la literatura japonesa, sin ser especialista, me gustaría ver un premio a algún escritor más osado, como Natsuo Kirino. Murakami, como su precursora también muy famosa pero ya no tan leída, Banana Yoshimoto, me parece un escritor más predecible”, indica Sánchez Prado.
En opinión de Yanagihara, “tal vez el criterio de la selección del Nobel está cambiando. No sé si el vector del cambio del Nobel va paralelo con el del cambio en la literatura o si algún día las dos líneas se encontrarán en sus extensiones. Si se cruzan, entonces será cuando Murakami por fin sea galardonado con el Premio Nobel de Literatura”.
A Aurelio Asiain no le parecería mal que el escritor japonés obtuviera el Nobel. “Creo que buena parte de la gracia de Murakami es imperceptible para quien no conozca la sociedad japonesa. (Ocurre lo mismo con el cine de Ozu o, más cerca de nosotros, el de Miyazaki.) Mucho de lo que en sus relatos parece fantasioso es estricto realismo. El encanto de su prosa, tan poco convencional, impura, transgresora, es desde luego incomunicable en una traducción”.
Tal vez sea al propio Murakami a quien menos le interesa si gana el Nobel o no. Como explica en “De qué hablo cuando hablo de escribir”:
“Lo que permanece en el tiempo para las generaciones futuras, ni que decir tiene, son las obras, no los premios. Dudo que haya mucha gente que recuerde las obras ganadoras del Premio Akutagawa de hace dos años o quién ganó el Nobel hace tres. ¿Lo recuerda usted? Por el contrario, si una obra es buena de verdad, todo el mundo la recordará y habrá superado así la prueba del tiempo”.
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