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Orhan Pamuk parece inquieto.
Como invitado estrella del Hay Festival Arequipa de este mes, el premio Nobel de Literatura 2006 sigue una agenda cargada: charlas, entrevistas, comidas, autógrafos…
Pero el turco Pamuk quiere conocer el otro lado de la ciudad peruana, que en su casco histórico es de un blanco resplandeciente por la piedra volcánica "sillar" con que construyeron su catedral y otros edificios emblemáticos.
"Todavía no he visto los suburbios de Arequipa. Todos me muestran cosas bonitas; vamos a los suburbios y equilibremos esto", dice Pamuk en una entrevista con BBC Mundo.
Tal vez encuentre algo que lo inspire. "Mi mente produce proyectos todo el tiempo", comenta Pamuk, quien recientemente incursionó en la fotografía y se apresta a publicar algunos de sus dibujos y pinturas.
O quizá quiera aprovechar al máximo el anonimato que tiene en Latinoamérica, a diferencia de Estambul, su ciudad natal y foco central de su obra, donde debe andar con guardaespaldas.
El autor de novelas como "El libro negro", "Nieve" y "Me llamo Rojo" se manifiesta frustrado por la situación política de Turquía: "Si alzas demasiado la voz, terminas en prisión. ¿No estarías preocupado?".
Pero a los 67 años se define como alguien feliz, que sin embargo, experimenta sentimientos como la frustración, los celos y la melancolía.
Lo que sigue es un resumen de la charla con Pamuk, vestido elegantemente en una sala blanca de su hotel en Arequipa antes del fin del festival y su regreso a Nueva York, donde enseña escritura y literatura durante un semestre por año en la Universidad de Columbia.
Le gusta tomar notas cuando viaja. ¿Ha tomado alguna desde que llegó a América Latina?
Sí, antes de que me interrumpieran para una entrevista, estaba arriba en mi habitación tomando notas sobre dos o tres cosas.
Una es que estuve en el convento de Santa Catalina (Arequipa) y vi un estilo de pinturas de los siglos XVI, XVII y XVIII que encontré en otras partes de Perú. Se basan en pinturas religiosas que se hicieron en Amberes, que llegaron a París para ser grabados que fueron a Madrid en manos de peregrinos católicos y desde allí llegaron a América Latina, a la cima de Arequipa en este convento.
Fue interesante ver el estilo manierista que produjo estas pinturas religiosas poéticas. Debo confesar que no me interesa la poesía religiosa. Soy musulmán no practicante. Pero son tan hermosas y poéticas...
Otra cosa que me impresionó es la piedra blanca. Estoy escribiendo una novela histórica ambientada en una isla imaginaria en el Mediterráneo. También tenía piedra blanca, pero nunca se me ocurrió de dónde provenía, poner un pequeño volcán en mi isla. Así que robaré una idea de Arequipa para mi nuevo libro.
En su libro de memorias "Estambul, ciudad y recuerdos" escribe entre paréntesis que ciudades como la suya o Sao Paulo tienden a fusionarse en las variedades de pobreza que se pueden ver en sus suburbios. ¿Ve más similitudes entre las urbes latinoamericanas y Estambul?
Sí, las similitudes continúan, pero hay menos pobreza en Estambul, Perú y Ciudad de México.
Me di cuenta de aquello cuando estuve por primera vez en Ciudad de México en 1985, yendo del aeropuerto, y todos los barrios pobres eran como los barrios pobres de Estambul: el concreto, una pequeña publicidad en color, algunas personas que decían algo...
Pero el año pasado estuve en México y aquí en Perú caminé mucho en Lima el otro día, es muy similar. Una vez le dije a Mario Vargas Llosa, quien vino a Estambul hace unos 15 o 20 años, "leí tus novelas y siempre pienso que Perú y Turquía son lo mismo". Y él dijo: "No, Turquía es un poco más rica".
Quizás ahora estamos nuevamente en la misma situación. Pero comparados con 25 años atrás, Perú y Estambul son más ricos. Las ciudades son más pobres que en Europa o Estados Unidos, pero también subieron: llegó nuevo concreto, nuevos rascacielos y nuevas compañías globales. Hay una pobreza similar, pero la gente pobre también se está volviendo más rica.
Pero todavía no he visto los suburbios de Arequipa.
Comenzando por la larga historia de Estambul en comparación con la historia relativamente reciente de nuestra región, hay muchas diferencias entre nuestras ciudades. Pero ¿nota en algunas urbes latinoamericanas la resignación social o la noción de que han perdido el esplendor o la magnificencia de su pasado que describe del Estambul donde creció?
De acuerdo, pero la magnificencia del pasado es si lo exageras y lo pones demasiado en un pedestal. Entonces alabas a la aristocracia y a la Iglesia por cierto, al viejo sistema y la vieja forma de pensar.
En mi Estambul, en mi forma secular y moderna, elogio algunas cosas otomanas porque los turcos proeuropeos y liberales olvidaron demasiado.
Yo digo: "Oye, olvidaste demasiado de tu otomanismo, demasiado de tu Islam no de una manera religiosa, demasiado de tu arte tradicional y estás flotando en el aire; lo otomano tenía algunas cosas hermosas, olvídate del lado político y religioso, pero trata de ver eso".
Vi algunas de las bellezas de la literatura otomana a través de los ojos de Borges o Calvino.
No estoy exagerando la opulencia o la extravagancia otomana por sí misma. Si presto atención a las cosas otomanas, debo decir políticamente a mis amigos seculares de izquierda: ¡lo otomano también es interesante! Porque todos admiran a Balzac, París y Versalles, pero no miran las cosas turcas.
Usted escribió en "Estambul" que vivió luchando contra un sentimiento de tristeza...
Eso ha cambiado.
¿Cuánto ha cambiado?
Mira, "Estambul" es internacionalmente uno de mis libros más populares. No en Turquía, porque los turcos viven en Estambul y no quieren leer sobre mi Estambul.
Cuando el libro se publicó por primera vez en Turquía, las generaciones jóvenes de escritores dijeron: "Bueno, señor Pamuk, nos gustan sus libros, pero este es tan melancólico y nostálgico".
No es nostálgico. Sin embargo, es melancólico. Y no estaban listos para aceptar mis elogios de la vieja opulencia o cultura otomana otomana. En su mayoría dijeron: "Estamos felices en Estambul, no melancólicos como tú". Y estaban en lo cierto, porque esa es mi autobiografía que terminó en 1973.
En estos 46 años, Perú, Turquía y América Latina se enriquecieron. La melancolía proviene de la pobreza y de estar en la periferia, al margen del mundo, no pertenecer a la historia total.
Las comunicaciones, internet, la televisión, el mundo moderno nos unen. Hoy escribo una novela en Estambul, en dos años está traducida y los lectores la están leyendo en América Latina.
El mundo no era así. Estábamos más apartados. Debido a esa pobreza y aislamiento, nos sentíamos provinciales. Ya no somos provinciales. El mundo es uno. Y ese sentimiento de tristeza también pasó.
Los jóvenes turcos que me criticaban tenían razón. También señalaban sobre mi libro "Estambul" que las ciudades no tienen cualidades esenciales que continúen por muchos años. Cambian.
Mi Estambul hasta la década de 1970 fue melancólica. Ahora, en la década de 2000, Estambul era muy turística y colorida, y aquella melancolía desapareció de alguna manera. Ahora tenemos otras cosas: ciudades siendo destruidas, rascacielos, intensa lucha política... Por cierto, siempre hubo una intensa lucha política.
Pero ¿aún puede encontrar melancolía en algunos rincones de la ciudad?
Sí, especialmente en invierno. Si vienes, te lo mostraré y también serás melancólico.
Para un escritor como usted, ¿existe un vínculo entre la creatividad y la tristeza o la felicidad?
Sí, claro. Nuestras obras están fuertemente influenciadas por nuestros sentimientos, incluso por el día. A veces me siento muy poético y otras, muy frío, cruel y racional.
De hecho, escribir una novela es conocerte a ti mismo y manejar tus sentimientos. ¿Este es tu día poético? Bueno, entonces escribe el capítulo que necesita poesía. ¿Este es tu día cruel y racional? Edita ese capítulo y ponlo en un lugar.
Mi tipo de novelas requiere muchos estados de ánimo. A veces quieres escribir poéticamente. A veces quieres escribir descuidadamente lo que se te ocurra. A veces escribes con mucho cuidado porque estás preparando al lector para una escena: todos deben entrar en la habitación y algún objeto debe estar allí, eres como un director de teatro.
Un escritor, como cualquier persona, tiene todos los sentimientos. Por supuesto, algunos de nosotros en la vida estamos muy tristes, algunos somos más felices.
Si me preguntas, soy una persona feliz, pero experimento frustración, ira, celos, melancolía, tristeza... Todos estos sentimientos tengo.
Si sabes cómo manejarlos, los estados de ánimo son buenos para escribir.
Ha dicho que su deseo de ser pintor finalmente lo convirtió en escritor. ¿Cómo fue eso?
Lo explico en mi libro "Estambul", que termina diciendo: "No voy a ser pintor. Seré escritor". Pero no hay una sola explicación para eso.
Quizás porque el Islam y la pintura no son muy felices juntos, no hay mucho interés, incluso mis amigos no estaban mirando mis pinturas, no había galerías en 1970 en Estambul. Quizás mi mano no era lo suficientemente buena.
Pero estoy feliz de ser escritor. Pasé de pintar a escribir. Quizás no quiero saber la razón.
Por supuesto, este tipo de deseo de pintar me preparó para la vida del artista solitario. Si eres pintor o escritor, debes estar solo en una habitación haciendo algo que no es racional. Haces arte y literatura solo en una habitación y esperas que a alguien le guste. Esa fue la posición más desafiante en mi vida temprana.
¿Y el hecho de haber ganado el Nobel ha afectado de alguna manera su creatividad como escritor?
No mucho porque trabajo duro. No es que después del premio Nobel dejé de escribir; ese es un cliché sobre el premio.
Cuando recibí el Nobel, estaba escribiendo mi novela "El museo de la inocencia" y después de dos meses de disfrutar el premio, continué y lo terminé.
También el Nobel me llegó relativamente joven y tuve muchos proyectos. Eso me dio aún más lectores, más traducciones. Me hizo feliz, más prolífico, porque todos recibían lo que escribía.
La idea de una pérdida de identidad o un pasado glorioso que refiere a su trabajo como escritor paradójicamente ahora se está utilizando para extremos políticos. Por ejemplo, esta idea de "que Estados Unidos vuelva a ser grande" alude a un pasado indefinido.
Después de la Segunda Guerra Mundial: como la ganaron, fueron grandes… (ríe).
Pero ¿cómo ve este fenómeno?
Esto es típico populismo de derecha. También es populismo de izquierda. Siempre hay un imperio al que aspirar; todos tienen su imperio perdido. Nosotros tenemos un imperio otomano y otros tienen otros imperios.
No me importa adorar imperios pasados. Pero me interesa la vida cotidiana en los imperios: cómo pensaban las personas, qué leían, qué comían, en qué creían, qué soñaban y en qué idioma. O en qué mitología o historias creían. Quiero aprender sobre ellas.
Estoy interesado en la cultura otomana no por su bandera, geografía e imperio; no me importa eso. No soy un populista de derecha. Soy un escritor de izquierda tratando de ser un escritor liberal de izquierda.
Ahora que menciona el populismo de derecha, ha habido algunas comparaciones entre los presidentes Donald Trump y Recep Tayyip Erdogan. ¿Ve parecidos entre ellos?
Hay algunas similitudes, pero también diferencias.
Trump es un político descuidado e imprudente que dice cosas absurdas, no calculadas. Y la gran burocracia estadounidense siempre cancela sus comentarios absurdos y los edita. Mientras Erdogan es más cuidadoso, no es imprudente ni descuidado.
No olvidemos que EE.UU. maneja el mundo y la población turca es la centésima parte del mundo. Eso hace la diferencia. Un líder turco debe ser más cuidadoso y calculador, mientras que EE.UU. puede darse el lujo de una persona loca e imprudente que dice cualquier cosa y los demás siempre le corrigen.
Por supuesto, también son de alguna manera populistas y de derecha.
¿Cuán preocupado está por la situación actual en Turquía?
Mucho. He estado muy preocupado durante los últimos cinco años: 50.000 personas están en la cárcel debido a sus ideas. Están construyendo más y más cárceles.
Ya no hay libertad de expresión, tenemos 14 periódicos y 12 de ellos están controlados por el gobierno. La oposición no tiene voz. Si alzas demasiado la voz, terminas en prisión. ¿No estarías preocupado?
Estoy enojado, frustrado. Pero es lo que ocurre.
¿Tiene miedo de ser arrestado?
No, no creo que me arresten porque soy popular. Pero como dije, 50.000 personas están en la cárcel. Y están haciendo más y más cárceles.
¿Qué está escribiendo actualmente?
Estoy escribiendo una novela que tiene lugar en una isla otomana imaginaria en 1901. Es una novela muy política.
En general trata de una plaga pandemia proveniente del oriente, que mata a decenas de millones de personas en China e India. Pero en Europa, muy pocas personas fueron asesinadas por esta bacteria de la peste.
Entonces mi pregunta es ¿por qué? Por supuesto, la respuesta es la cuarentena, la profesión médica, que es muy importante.
Pero los otomanos estaban en el medio. Y decían: "Esta plaga viene de allí, mejor que la paren y, si no, iremos con nuestros barcos, invadiremos y la detendremos".
Estoy escribiendo la historia de un médico que quiere detenerla. Pero los musulmanes locales dicen: "¡No, no queremos métodos cristianos!".
Así que escribo sobre una persona como yo, que tiene ideas occidentales modernas, quiere ayudar a su gente pero la gente lo rechaza.
Es este tipo de temas, el dilema del modernizador en un país musulmán, tradicional, donde la gente local no quiere demasiado modernismo. Son tradicionales, conservadores, mientras que un poco más de modernismo y ciencia ayudarían a la gente. Incluso un poco más de pensamiento global y ciencia moderna ayudaría, pero su gente no lo quiere.
Es una tragedia, drama y a veces incluso comedia. Estos son los sentimientos que expreso en mis novelas "Nieve", "Me llamo Rojo" y también, con suerte, en esta nueva novela.
Usted mencionó a dos escritores latinoamericanos durante esta entrevista: Vargas Llosa y Borges. ¿Algún otro?
Borges, por supuesto, es un escritor importante. Me gusta Mario Vargas Llosa. He leído al escritor peruano (José María) Arguedas y a muchos latinoamericanos: Juan Rulfo, Carlos Fuentes, a quien también conocí...
La literatura latinoamericana en general, a partir de finales de los años 60 y 70, fue más creativa, más inventiva que la escritura europea y estadounidense. Eso me ayudó a liberarme del dominio de las formas clásicas europeas.
Debido a los escritores latinoamericanos, pensé: "¡Miren en América Latina a todos estos escritores surrealistas experimentales! También quiero hacer acrobacias de ficción, incluso si escribo en turco". Los escritores latinoamericanos realmente me dieron ese coraje.
*Esta entrevista es parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa 2019, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó en esa ciudad peruana entre el 7 y el 10 de noviembre.
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