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cultura@eluniversal.com.mx
El relato de la sociedad estadounidense de las últimas cuatro décadas del siglo XX no sería el mismo sin la marca que le imprimió Tom Wolfe. El periodista, que solía decir que para escribir una gran historia era necesario salir a la calle para contarla y con esa encomienda se convirtió en el gran cronista de la sociedad estadounidense, murió el pasado lunes a los 88 años, en Nueva York.
Wolfe (Richmond, Virginia, 1930) el llamado el mago del “nuevo periodismo”, un testigo que registró con entusiasmo la cultura de su país, desde los Merry Pranksters hasta la carrera espacial, falleció de una infección en un hospital en Nueva York, informó su agente literaria, Lynn Nesbit.
Gran admirador del novelista francés Emile Zola y de otros autores de la llamada “ficción realista”, Wolfe fue autor de obras como La hoguera de las vanidades y Todo un hombre, creador de frases ingeniosas y quien acuñó expresiones como “radical chic” para aludir a la fascinación de los ricos liberales con los revolucionarios, y llamó generación “Yo” a los babyboomers egocéntricos de los años 70.
El periodista, que abordó multitud de temas, desde el movimiento psicodélico hippie, en Ponche de ácido lisérgico (1968) hasta el estilo arquitectónico de la Bauhaus en ¿Quién teme al Bauhaus feroz? (1982), pasando por El Nuevo Periodismo (1973), fue junto con Gay Talese, Truman Capote y Nora Ephron, un creyente de que el periodismo podía ofrecer el mismo placer literario que el que se hallado en los libros.
Su obra rompía incontables reglas pero se basaba en el periodismo de la vieja escuela, con una atención obsesiva al detalle que comenzó con su primer trabajo reporteril y perduró por décadas. “Nada alimenta tanto la imaginación como los hechos reales”, dijo en entrevista con AP en 1999.
Dandy educado y ultrachic con sus trajes blancos o crema, cuellos almidonados, sombrero y polainas, trabajó primero para el diario La Unión de Massachusetts y a partir de 1962 se sumó a medios como The Washington Post, Esquire y The New York Herald Tribune. Fue en este último diario donde bajo la dirección de Clay Felker fue animado junto con otros reporteros a ir más allá del periodismo objetivo. Fue entonces cuando Wolfe rompió las convenciones y dio forma a un nuevo estilo híbrido de reportería y literatura.
El Nuevo Periodismo, que se consolidó en Estados Unidos en las décadas de los 60 y 70 con la contribución de figuras como Truman Capote o Gay Talese, utilizaba técnicas novelísticas para relatar hechos, con diálogos completos o detalladas descripciones de carácter social. Wolfe creó su propia acepción: combinación del impacto emotivo de una novela, el análisis de los mejores ensayos y las bases factuales del reportaje duro.
Autor de una obra que los críticos calificaron de hiperbólica y estilizada, su escritura era una alegre descarga de signos de exclamación, itálicas y palabras improbables. Un estilo que mantuvo vivo hasta su último libro: El reino del habla (2016), donde se refirió a la teoría de la evolución con críticas a Charles Darwin y Noam Chomsky. Con ese libro culmina una obra conformada por 17 títulos, entre ensayos y novelas.
Casado desde 1978 con Sheila Berger, la directora artística de la revista Harper's, y padre de dos hijos, el periodista encontró su estilo cuando en 1962 fue enviado a California por la revista Esquire para hacer un reportaje sobre los fanáticos de los automóviles que rehacían sus coches, reportaje del que nació la novela corta El coqueto aerodinámico rocanrol color caramelo de ron. Hizo crónicas corrosivas sobre la cultura pop estadounidense para medios como Rolling Stone o New York Herald Tribune, donde trataba temas como el mercado del arte o el LSD.
Sin embargo, más allá del estilo su trabajo se apoyó siempre en una profunda investigación y en horas de entrevistas. Para escribir Elegidos para la gloria (1979), su ensayo sobre los pioneros de la conquista espacial, pasó nueve años recorriendo Estados Unidos; luego, ese trabajo fue llevado al cine protagonizado por Sam Shepard. Cuando a los 57 años Wolfe decidió lanzarse a la ficción, conservó sus métodos de investigación.
Wolfe fue un caballero tradicional que estudió en las mejores escuelas y un advenedizo literario que desdeñaba la formalidad del establishment editorial; ridiculizó la renuencia de escritores estadounidenses de confrontar problemas sociales y advirtió que el ensimismamiento y los programas de maestría matarían la novela.
Le asombraba que ningún autor de su generación hubiese escrito una novela de gran envergadura con estilo del siglo XIX sobre la Nueva York contemporánea y terminó haciendo La hoguera de las vanidades.
Sus intereses eran vastos, sus narraciones tenían un tema en común; se burlaba del mundo del arte neoyorquino y conversaba con adictos a LSD, pero su interés era mostrar al hombre como un animal en busca de estatus, preocupado por sobre todas las cosas por la opinión de sus pares.
Recibió el Premio Estadounidense del Libro (hoy Premio Nacional del Libro) por Elegidos para la gloria y una nominación al premio del Círculo Nacional de Críticos Literarios por La hoguera de las vanidades, que fue uno de los 10 libros más vendidos de la década de 1980; Todo un hombre (1988), fue otro éxito de ventas.
Tuvo muchos detractores, incluidos sus colegas Norman Mailer y John Updike y el crítico James Wood, pero sus seguidores incluyeron a millones de lectores, críticos literarios y también autores.
Su bibliografía está traducida al español y circula en México y España a través de Anagrama, editorial que tiene al menos una docena de sus títulos. (Con información de agencias)