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El libro "Siempre fueron libres", que acaba de editarse en Argentina, saca a la luz cartas enviadas por presos políticos durante la última dictadura militar en este país y que sirvieron de "oxígeno" en aquel duro cautiverio, según señaló el compilador de la obra, Jorge Giles , en una entrevista con Efe.
"Eran prácticamente el oxígeno necesario para seguir respirando. Nosotros no recibíamos nada, por tanto las cartas tenían el efecto de llenarnos el alma", sostuvo Giles, que recopiló misivas enviadas por una veintena de detenidos políticos durante el régimen de facto que gobernó Argentina entre 1976 y 1983.
Las cartas, entre ellas algunas del propio Giles -militante peronista que estuvo preso entre 1975 y 1983-, fueron enviadas en los "años de plomo" a las Madres de Plaza de Mayo , dedicadas a reclamar por sus hijos secuestrados y desaparecidos por la dictadura.
El libro, publicado por la editorial de la Universidad Nacional de La Plata, también contiene poesías y dibujos de los presos y es fruto de un proyecto que Giles inició seis años atrás, con la colaboración de la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, y Ana María Sabio, también presa política durante la dictadura.
Según cuenta Giles, además de las visitas semanales de una hora que algunos presos podían recibir, las cartas eran una especie de "cordón umbilical con la vida", y no solo para ellos, sino también para las Madres de Plaza de Mayo.
El periodista explica que para madres como Hebe de Bonafini, principal destinataria de las cartas incluidas en el libro, compartir los sueños y los riesgos que corrían esos jóvenes revolucionarios a través de las letras era el modo de aliviar la ausencia de sus propios hijos desaparecidos por el régimen.
Los presos reflejan en las cartas una visión optimista de la vida y del porvenir pese al sufrimiento circunstancial.
En muchas ocasiones, presos y Madres se conocieron a través de las cartas por lo que abundan anécdotas y recuerdos de cuando vivían en libertad , pero también noticias estimulantes sobre sus familiares y divertidos toques de humor.
Pese al dolor, la impotencia, las persecuciones, las humillaciones y el maltrato que relatan las misivas, los presos sorprenden con su entereza, sus ganas incansables de vivir y de luchar.
"A pesar de todo lo que pasa en este mundo, me gusta vivir", se expresa, por ejemplo, en una carta colectiva escrita por presos en una cárcel de la ciudad bonaerense de La Plata.
Según Giles, este epistolario es un medio para alentar a las personas que hoy viven injusticias a que mantengan ese "pulso de vida", ese afán por vivir "desde el amor" y no "cargarse de odio", para que, como reflexiona el escritor en el epílogo, "sigan luchando por sus sueños y convicciones".
Enviar aquellas hojas desde prisión -un "monstruo de cemento y acero", como la define Giles- suponía correr el riesgo de ser sancionado con temporadas indefinidas en el calabozo si no las edulcoraban adecuadamente.
Todas las cartas que salían y entraban pasaban por un "comité de censura" y por ello debían simular que el destinatario era un familiar directo y no mencionar ciertas palabras, como "pueblo".
"Correr el riesgo de ser descubiertos era defender sin límites el valor del amor como arma transformadora para cambiar el mundo", apunta en el libro el también autor de "Allí va la vida - La Masacre de Margarita Belén" y "Los caminos de Germán Abdala", publicaciones que también abordan asuntos de política y derechos humanos.
Giles destaca la importancia de hacer memoria de lo sucedido en la dictadura para poder encarar el futuro.
"Hay que mirar para adelante, pero con memoria. Nos podemos estrellar si vamos para adelante sin memoria, pero también si vamos conduciendo y mirando solamente por el retrovisor", afirmó.
akc