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Guillermo Fadanelli
ha construido una novela a partir de un personaje marginado e idealista, un desencantado y pesimista que se parece mucho a él: Esteban Arévalo, el protagonista de su nueva novela “El hombre mal vestido” (Almadía, 2020), y a través de su historia da cuenta de su relación con Tacubaya -el barrio donde estudió en la escuela militarizada-, de su apego a la Ciudad de México -a la que llama la Gran Fosa Común- y de su postura resignada ante la vida.
El narrador y columnista de EL UNIVERSAL se define como un socialista escéptico , un pesimista que a modo de despedida afirma “no me preocupa contagiar de coronavirus pero sí de pesimismo”. Tampoco se asume un resignado como el protagonista de su novela, aunque sí lo es: “la resignación es una de las más altas virtudes del ser humano”, apunta y luego afirma: “soy un peleonero profesional”.
Vestido con su clásico overol y de sombrero, Fadanelli reflexiona sobre las responsabilidades de la sociedad y su falta de solidaridad, apunta las desigualdades mayores que traerá la pandemia , la incertidumbre que ha generado; y aunque habla sobre todo de la ciudad como selva urbana y del ser humano como entes anodinos a quienes no les apura la rebeldía, critica la falta de compromiso de los políticos, su apasionamiento por hablar más que por actuar y asegura que les falta ponerse el overol e intentar modificar la dirección de las instituciones y de la moral pública.
¿En tu novela hay un barrio, una ciudad y la narración de una vida?
La historia de mi vida está relacionada a la historia de la ciudad, pienso que pasear es pensar; el vagar, el andar, el hacer largas caminatas me empuja hacia la reflexión, hacia la observación de mi entorno, pero ya no puedo en este momento tomar una perspectiva sociológica con respecto a la Ciudad de México, en la Ciudad de México sólo se sufre, se sobrevive en ella y si tienes suerte obtendrás algunas pequeñas dosis de placer.
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¿Esteban Arévalo, tu protagonista, muestra los rencores de una ciudad y una sociedad?
A final de cuentas la novela es una reflexión acerca de uno mismo. Esteban como yo mismo, como Guillermo, siempre me pregunto: ¿quién he sido?, ¿por qué tengo el derecho de continuar utilizando un mismo nombre si esa persona se ha ido transformando con el tiempo?, la experiencia nos convierte en otros. Compararse con los demás es el principio de la infelicidad porque nunca serás como el otro, estás en la cárcel del yo y esa cárcel también cambia con el tiempo.
Esteban quiere desaparecer, quiere perderse entre las multitudes, abomina la idea del éxito, le atrae la idea de ser un cero a la izquierda, piensa que cada movimiento, cada acción civil que lleve a cabo terminará hiriendo a los demás y entonces hay una especie de suicidio constante de su yo, de su persona, para él el pasado es un mito que construye a través de un relato.
¿Esteban es un desencantado, como tú, como muchos?
Esteban está cansado, ha observado a la sociedad a fondo, hasta la médula y considera que su apartamiento es el mejor bien que puede legar a la humanidad, es decir, más que su acción es su desaparición, en el caso del personaje; yo tengo otra manera de pensar.
¿De niño quería ser un policía para salvar y de viejo podría ser un asesino?
Hay en el Esteban mayor una especie de pesimismo no escandaloso, porque tampoco posee grandes concepciones sobre el mundo. Él se recuerda de niño queriendo ser policía, una especie de niño justiciero, un pequeño superhéroe que tiene todo el entusiasmo, la ingenuidad y el desconocimiento del mundo y además conciencia e intuición de la injusticia, de modo que a él le parece que el único futuro posible es ser policía porque en la mente del niño, el policía es el que hace bien por antonomasia, es nuestro aliado, nuestro protector; como sabemos la realidad es mucho más compleja. Pero conforme pasan los años el niño se va dando cuenta de que la justicia es una especie de horizonte inalcanzable y comienza una decepción, un retiro prematuro que siempre está acompañado de una voz interior.
"Para mí los gobernadores, presidentes, diputados y demás son empleados, son criados de la cosa pública, lo único que tienen que hacer es llevar a cabo bien sus funciones”
¿Tú eres Esteban y eres Blaise Rodríguez, el narrador de la historia?
Esteban Arévalo, el personaje que narra su historia -Blaise Rodríguez- y yo, no podemos separarnos, es muy difícil tomar distancia en una novela porque no es un tratado médico, no es un documento científico, la novela es la extensión de ti mismo, es demasiado humana, es una mentira que nos sepulta o nos da vida y que finalmente termina convirtiéndose en un espejo. Era Albert Camus quien decía: “Si miras el espejo durante más de diez minutos terminaras viendo un mono”, y Esteban se mira al espejo y una innumerable cantidad de rostros aparecen en ese espejo, él no es uno, es muchos.
¿Soñaba con ser un héroe y termina de antihéroe?
Ese antihéroe no desea que su protesta o su ropaje de antihéroe sea una protesta contra la sociedad, él es un hombre ascético, necesita muy poco para vivir, no lo conmueven ni lo convence la idea del éxito de sus contemporáneos, le parece ridícula la idea del éxito, la idea de tener algo, se conforma con lo mínimo, por supuesto parecería una tendencia a un ascetismo oriental.
Creo que en mi caso de alguna manera como escritor, como persona siempre he necesitado poco para vivir, construir una vida a la altura de todos tus yoes, construir una vida a la altura de tus mínimas ambiciones es un trabajo enorme, requiere mucho sacrificio, poder de observación, incluso hay una palabra que odio, ya sabes que soy un peleonero profesional, pero siguiendo a Schopenhauer diría que en cierto momento de la vida y de la reflexión acerca del ser humano y la vida misma, es la resignación una de las más altas virtudes del ser humano.
¿Cuánto te ha modificado la pandemia y cuánto nos podría modificar?
Yo no he dejado de salir, he hecho en la medida de lo posible mi vida común y corriente, pero me doy cuenta que hay cierto enloquecimiento debido al confinamiento, a la incertidumbre, veo con mucha curiosidad las diversas concepciones de la salud que tienen tanto los individuos, como las instituciones sanitarias, como el estado. “La salud es el silencio del cuerpo”, decía Gadamer, pero en este caso es una enfermedad que relaciona lo social con lo corporal, y nos lleva a hacernos preguntas que antes no nos hacíamos.
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También es un momento de disertación, de recurrir al individuo, de preguntarse para qué quiero vivir, qué tanto me conviene continuar viviendo de esta manera y además la sociedad se revela ante nosotros con todos sus miedos, con toda su locura, con sus rencores pero también con una disciplina inusual. Si esta disciplina con que las personas utilizamos cubrebocas la lleváramos para modificar las instituciones, para exigir a los gobiernos un mayor bienestar social, para evitar la criminalidad que nos azota y poder caminar en las calles libremente y sin miedo, entonces esta sería otra sociedad y otro país.
¿Te sorprende la reacción social?
Me parece que nunca había visto la orquestación y la empatía ante el mal, ante un mal social y que se ha respondido como una especie de ejército, no dócil, pero sí temeroso. Yo creo que no hay que lesionar la individualidad, creo que hay que mantener todas las garantías constitucionales, hay que tomar las medidas adecuadas, los seres humanos tenemos que pensar que la responsabilidad de nuestra vida no solamente está en manos de los gobiernos, sino que está en nuestras propias manos, ¿cómo hemos llevado a cabo nuestras decisiones?, ¿hemos sido rebeldes?, ¿nos hemos opuesto a la injusticia?, esas preguntas que uno debe de hacerse.
La sociedad es una suma de individuos, no estoy hablando de egolatría, ni tampoco estoy hablando yo como Guillermo Fadanelli de un apartamiento ni de un desprecio por los otros, pero me gustaría que este temor casi perturbador, maquiavélico, de grandes dimensiones, con razón, sin razón, se llevara también al espacio público, a la restauración del espacio público.
¿Hay una ciudad y un país con su realidad social, política y cultural?
Mi novela ha sido una isla en la que me he refugiado, la escritura, la conversación, porque sin conversación no hay tejido civil. Para mí los gobernadores, presidentes diputados y demás son empleados, son criados de la cosa pública, lo único que tienen que hacer es llevar a cabo bien sus funciones. Sus acciones hablarán por ellos, no son Mesías, no necesitamos Führers, no queremos salvadores, sino simplemente que hagan bien su labor, no es que los desprecie pero para mí son empleados que se llevan gran parte de nuestro tiempo, de nuestro cuestionamiento, de nuestra capacidad crítica.
¿Los políticos siguen sin asumir su compromiso?
Las acciones son sus palabras. Vivimos desde hace décadas en una política sobrehablada, una política que además se ha separado de su compañera natural que es la ética, la moral pública, la reflexión sobre el otro, la rebeldía ante la abusiva y nociva distribución de la riqueza no nos carcome, cómo es posible que nos dejemos de hacer esas preguntas, no podemos vivir en sociedad sin una mínima justicia; y que los empleados públicos, los funcionarios, presidentes, gobernadores hagan su trabajo, que hablen menos y trabajen más, hay que ponerse el overol e intentar modificar la dirección de las instituciones y de la moral pública.
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¿La pandemia podría modificar la responsabilidad de la sociedad?
Esta sociedad ni tú ni yo vamos a ver que cambie, vamos a insistir en el cambio, eso sí, en transformarla para bien, pero dudo mucho que un solo gobierno, que un solo partido, que una sola persona transformen en unos cuantos años la realidad. Estoy cierto que hay en ello un resabio romántico y anarquista pero de alguna manera yo no tuve que esperar una epidemia de esta magnitud para mantener mi solidaridad ante las personas que más sufren.
Toda riqueza que crea pobreza es riqueza mal habida, la única riqueza que yo valoro y acepto no es la que crea miles de empleos pobres sin seguro médico, sin seguro de desempleo y con gran inseguridad, es la que no daña a los demás. Soy una especie de socialista escéptico, que mantendré la crítica todo el tiempo. Tenemos que criticar y yo creo que debe ser con gentileza.
¿Pero los gobiernos aceptan la crítica aunque se haga con gentileza?
Si los gobiernos a los que criticamos por esa misma crítica nos menosprecian o nos consideran enemigos o adversarios pues me parece una mala señal; tenemos derecho todos los ciudadanos que hayan votado o no hayan votado, que sean partidistas o no sean fieles a ningún partido, como yo, tenemos derecho a opinar, a ejercer la denuncia, la crítica y a dar nuestra opinión sobre los bienes de la sociedad, y la obligación de todo político y funcionario es saber escuchar.
Un político que no sabe escuchar, que sólo escucha la voz del futuro, de sus allegados, que sólo piensa en cuál será su papel en la historia pues es un político ególatra que a la postre nos hará más mal que bien. Comencemos a construir desde nuestra propia casa, continuemos la crítica y ojalá los políticos y los funcionarios públicos sepan escuchar, sepan que ellos son los criados de la cosa pública y que están para servirnos y para construir junto con nuestra crítica una sociedad más habitable.
Siempre hago un mitin en mi asiento.
CRONOLOGÍA
Algunos títulos para conocer la literatura de Guillermo Fadanelli
1997 La otra cara de Rock Hudson.
Novela autobiográfica; el autor y sus personajes se miran para reconocerse entre sí.
2002 Lodo.
¿Cómo puede un hombre razonable, con estudios, prudente, dejarse guiar por sus pasiones?
2006 Educar a los topos.
Contra los demás, un padre envía a su hijo a la escuela militar. El niño no cree merecer el castigo
2009 Elogio de la vagancia.
Ensayo; la herrumbre y la vagancia se vuelven el primer motivo y el último del sentido de la vida.
2017 El billar de los suizos
“Si mis crónicas se leen con buen ánimo y sin mala leche, el viaje será compartido, sin arrepentimiento”
2019 Fandelli
“Autoficción” materializada en una novela corta que conjura imágenes de la vida de Fadanelli
MÁS DEL AUTOR
*Narrador:
Nació en la CDMX el 14 de noviembre de 1963.
*Traducción.
Sus novelas se han llevado a seis idiomas.
*Premios:
Nacional de Narrativa Colima 2002 por Lodo; y Grijalbo de Novela 2012 por Mis mujeres muertas.
*Fundador:
de la editorial y la revista Moho.
*Miembro
del Sistema Nacional de Creadores.
*Ha colaborado en:
publicaciones como Día Siete, Etcétera, La Tribu, La Vanguardia (Barcelona), Letras Libres.