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La relación del editor Jorge Herralde (Barcelona, 1935) con el premio Nobel de Literatura 2017, Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954), desborda lo profesional. Herralde fue su descubridor para el lector en español en los 80 y desde entonces mantienen un trato afectuoso.
“Es una persona de una amabilidad y una cortesía exquisitas”, dice el fundador del sello Anagrama a EL UNIVERSAL vía telefónica.
“Es un hombre encantador, con una honestidad y una autoexigencia altísimas, además de una gran curiosidad por cosas muy diversas, entre ellas la música. No en vano es uno de los mayores fans de Bob Dylan”, bromea el editor para dejar zanjada la polémica concesión del Nobel de Literatura 2016 al cantautor folk.
Por esa cercanía personal, el editor español se ha alegrado por el galardón. “Los designios de la Academia Sueca son inescrutables y, a menudo, un tanto desconcertantes, pero esta vez debemos celebrar que, como ocurre con Patrick Modiano (Nobel en 2014), se trata de dos escritores poseídos por la literatura. Ambos son muy distintos, pero viven fuera de la moda y del bullicio literario, ajenos al mercado, centrados sólo en su obra”.
La contratación de Ishiguro hace 30 años ayudó a impulsar el éxito comercial de Anagrama. Herralde recuerda que en esa feliz decisión fue vital la participación de Bill Buford, editor estadounidense de la revista Granta y amigo personal. “A finales de los 70 yo estaba muy atento a la literatura británica”, recuerda, “y trabajaba con una agencia literaria excelente que conocía muy bien mis gustos. Al primero que contratamos de esa generación fue a Ian McEwan. Buford se había ocupado de localizar a todos esos autores que salieron en el Granta, y yo escogí a los 11 que me parecieron mejores. Algunos tuvieron carreras fecundas, y otros no tanto. En Angrama seguimos con seis de ellos, incluido Ishiguro, y hemos quedado más que recompensados por esa decisión”.
En su opinión, ese grupo de escritores, que él llama “British dream team”, forma “una generación irrepetible, pues pocas veces se han visto a tantos autores brillantes juntos”. Entre ellos Julian Barnes, Martin Amis, Hanif Kureishi o Salman Rushdie. Sin embargo, el premio a Ishiguro no le parece un galardón generacional. “Al contrario: lo lamento por Barnes o McEwan, porque quizás tras este premio tengan que esperar muchos años para que llegue su oportunidad, pero esas cosas nunca se saben. Cuando Le Clézio ganó el Nobel (2008), parecía que ningún francés lo repetiría en infinidad de tiempo, y al poco fue para Modiano, de su misma generación”.
De la obra de Ishiguro, el editor destaca las novelas Lo que queda del día, Nunca me abandones y su última obra, El gigante enterrado.
“Cuando empezó con Anagrama, él tenía ya dos novelas muy japonesas apasionantes. Pero Lo que queda del día fue un giro: es una novela tremendamente británica que, como toda su obra, está transida de emociones”. De las otras dos destaca la capacidad de Ishiguro para transitar de un género a otro (la ciencia ficción en Nunca me abandones y el revival de la novela artúrica en El gigante enterrado) en busca de los ingredientes que necesita para desarrollar sus indagaciones sobre el alma humana.
“Son siempre novelas hipnóticas y profundas que merecen todo el respeto por la capacidad de reinvención que revelan”, explica Herralde. “Ha desarrollado una carrera en la que se ha movido al ritmo que le ha parecido, cambiando de escenarios y de temas, desconcertando a la crítica y al lector pero siempre con una calidad extrema, con esa prosa que parece sencilla pero que es muy compleja, construyendo artefactos con una tremenda calidad hipnótica”.
La obra de Ishiguro ahora más que nunca está en boca de todos. Tras el anuncio del Nobel, las novelas del autor en Japón se vendieron tan rápidamente que ayer estaban agotadas en varias ciudades. “Me siento como si estuviera soñando”, dijo Teruko Tanaka, de 91 años, profesora del escritor en el jardín de niños. “No pensé que ganaría el premio estando yo viva”.