Juan Villoro
fue “conociendo un poco de manera azarosa la ciudad”, esta ciudad suya de la que habló este mediodía en la conferencia El vértigo horizontal: La Ciudad de México como discurso , que el escritor y ensayista dictó en la Universidad Autónoma Metropolitana ; donde dijo que “la Ciudad de México nos desvive y enajena”.
Villoro, quien fue el sexto participante en el ciclo Conferencias Magistrales Metropolitanas , organizado por la Rectoría General de esta casa de estudios, dijo que esta manera accidental de enfrentarse a la gran ciudad marcó mucho la idea que posteriormente ha tenido de ella.
“Este conocimiento fragmentado, pero no menos intenso de esta urbe es el que tuve de niño y es el que he tratado de ejercer como cronista, resignándome a no conocerla en su totalidad, porque es una enciclopedia viva que no se puede cubrir por entero”, dijo el escritor.
Durante la conferencia dijo también que describir la Ciudad de México ha resultado complejo, así que, “trato de entenderla como una suerte de discurso y de leer qué es lo que nos quiere decir en su edificación en piedra este espacio que de alguna manera nos permite hospitalariamente vivir en él, pero también, en muchos momentos, nos desvive y enajena”, afirmó Villoro.
El doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) , que le fue entregado en días pasados, adelantó algunos puntos de vista que contendrá su libro sobre la Ciudad de México que publicará en el mes de septiembre.
¿Hasta dónde es posible describir esta ciudad desde la literatura? se cuestionó el autor de El testigo y Dios es redondo , y señaló que es la novela “La región más transparente”, de Carlos Fuentes , la primera donde se aborda la metrópolis como la protagonista absoluta del relato; “si bien hubo muchas crónicas previas donde se hicieron notables descripciones, ninguna como en la de Fuentes se había entendido que el gran personaje era la urbe misma”.
Entonces la capital del país tenía cuatro millones de habitantes y la idea de captar una metrópoli por entero, al modo de un mural, todavía resultaba viable, pero ahora “sería absolutamente imposible escribir una novela de este modo, pues requeriríamos de un ejército combinado de múltiples escritores y cronistas para tratar de descifrar la asamblea de espacios que seguimos llamando Ciudad de México”.
Dijo que hasta principios del siglo XX la metáfora rectora en muchas construcciones del mundo fue la de una selva de concreto, expresada en inmuebles que parecían competir unos con otros para elevarse y por eso fueron llamados rascacielos.
Sin embargo, a diferencia de Manhattan, Londres o Sao Paulo, entre otras grandes metrópolis, la de México apostó “por otro tipo de avance que podría reclamar otra metáfora, como la del océano infinito: una urbe más bien extensa y no una que se desarrollara hacia la altura”, dijo
“Uno pensaría que el vértigo requiere necesariamente de la verticalidad, pues nos hace perder el equilibrio y ser rehén de éste”, mientras que la horizontalidad pareciera ser un espacio estático, inmóvil y menos desafiante, pero “los habitantes sabemos que esta condición puede ser también una forma del vértigo”, señaló el autor de “El Testigo”.
nrv