Javier Cercas (1962) es uno de los escritores contemporáneos españoles más reputados y aclamados por la crítica.
Saltó a la fama con "Soldados de Salamina", una novela sobre la Guerra Civil española en la que mezclaba ficción y realidad y que fue traducida a más de 30 lenguas.
Su nuevo libro, con el que ha ganado el premio Planeta 2019, se titula "Terra Alta" (en referencia a la comarca de Cataluña del mismo nombre) y tiene como protagonista a Melchor Marín, un exdelincuente que pasó por la cárcel, es hijo de una prostituta e investiga el asesinato de un matrimonio de industriales.
BBC Mundo habló con el escritor a propósito del Hay Festival Cartagena 2020, que se celebra en la ciudad colombiana del jueves al domingo.
"Terra Alta", su nueva novela y con la que ha ganado el premio Planeta 2019, es radicalmente diferente a sus anteriores libros y, al mismo tiempo, radicalmente fiel a ellos. ¿En qué se parece y en qué se diferencia?
Creo que se diferencia en muchas cosas aparentes y se parece en muchas profundas.
Por ejemplo, se diferencia en que, según me dicen, parece una novela policíaca —aunque todas mis novelas anteriores tienen algo de policíacas, en la medida en que en todas hay un enigma y alguien que quiere resolver ese enigma—.
O en que es eso que suele llamarse una ficción pura, mientras que algunas de mis novelas anteriores eran novelas sin ficción, relatos reales, novelas transidas de realidad histórica, a veces muy pegadas a mi propia biografía.
Y se parece en que, en el fondo, en ella hay una exploración de algunos de mis temas de siempre, como la naturaleza del heroísmo o la persistencia del pasado en el presente (también hay algunos temas nuevos, o que al menos no había tratado con la profundidad con que los trato aquí, como el tema de la justicia).
En fin: podría seguir.
¿Qué le impulsó a escribir "Terra Alta"?
Muchas cosas, entre ellas el deseo de cambiar, de reinventarme como escritor, de escapar al riesgo de repetirme o de convertirme en un imitador de mí mismo, que es el peor riesgo que, a cierta altura de su trayectoria, puede correr un escritor.
También algunas cosas que me ocurrieron en la Terra Alta, el lugar donde transcurre en gran parte esta novela, una apartada comarca catalana que descubrí escribiendo mi anterior novela, "El monarca de las sombras", y que me fascinó, en parte porque me pareció un escenario de western (me gusta pensar en Terra Alta como un western disfrazado de thriller).
Y, en cualquier caso, yo no hubiera escrito esta novela —o no la hubiera escrito así— si no hubiera vivido la crisis de 2017, cuando el intento de separar por las bravas a Cataluña de España partió por la mitad Cataluña y los catalanes vivimos cosas que nunca habíamos vivido (Josep Fontana, el patriarca de los historiadores catalanes y filoindependentista en su vejez, habló de un clima prebélico).
"Terra Alta" tiene como protagonista a Melchor Marín, un agente de la policía autónoma catalana. Marín es hijo de una prostituta, pasó por la cárcel y allí, en prisión, comienza a leer y los libros le cambian la vida. ¿La literatura tiene realmente la capacidad de salvarnos?
Depende de lo que entienda usted por salvarnos. En todo caso, tiene la capacidad de cambiar nuestras vidas.
De hecho, eso es lo que hacen las grandes novelas, y esa es su forma de cambiar el mundo: cambiar la percepción del mundo del lector.
A todo buen lector le ha ocurrido eso, y no sólo una vez. Y, en cierto sentido, Melchor es quizá el mejor lector que conozco.
El libro que transforma a Melchor Marín es "Los miserables", de Víctor Hugo. ¿Qué tiene esa novela para cambiar a una persona?
"Los miserables" lo tiene todo —más que una novela, es un mundo—, así que puede cambiar a una persona de muchas maneras.
Melchor siente que ese libro es un espejo de su propia vida y gracias a él empieza a entenderse y descubre su vocación, y a partir de entonces convierte la literatura en un instrumento para vivir más, de manera más rica y más compleja, y en una defensa contra las ofensas de la vida.
"De te fabula narratur", dice Horacio: la historia habla de ti.
Eso es lo que hacen los grandes libros (y a veces los no tan grandes): hablarnos de nosotros, contarnos lo que somos, permitirnos entendernos de verdad, permitir que nos repropiemos de nuestra vida.
Esas son algunas de las cosas que tiene "Los miserables" para Melchor.
Un policía ¿puede ser un buen agente si ha pasado por la cárcel, como es el caso de Melchor Marín?
¿Por qué no? Al fin y al cabo, alguien que ha sido delincuente conoce a los delincuentes mucho mejor que quien no lo ha sido, y los entiende mucho mejor, así que está mejor preparado que muchos para combatirlos.
Es imposible combatir algo sin entenderlo.
Melchor Marín está inspirado en un personaje real: el mosso d'Esquadra (policía autónoma catalana) que abatió a los cuatro militantes islámicos que en 2017 acabaron con la vida de 15 personas en un atentado en la localidad de Cambrils y es considerado un héroe por muchos en Cataluña. ¿Lo es para usted?
Si se refiere al personaje real, no lo conozco, así que no puedo opinar.
Y aunque lo conociese, muchos de los libros que he escrito son una reflexión sobre qué es un héroe, y todavía no tengo una respuesta clara a esa pregunta.
De hecho, es posible que, si la tuviese, dejara de escribir (al menos sobre ese asunto).
En cuanto a Melchor, sólo sé que no se siente un héroe, lo que significa que podría serlo —un héroe ambiguo, contradictorio, violento y lleno de oscuridades—, porque una de las primeras condiciones para ser un héroe consiste en no considerarse un héroe.
La primera consiste en decir "no" cuando todo el mundo a su alrededor dice "sí".
"Terra Alta" plantea el dilema moral de si quien mata a un asesino es un héroe o un villano. ¿Hay ocasiones en las que está bien matar a alguien?
Existe la legítima defensa, ¿no?
Quiero decir: si alguien está a punto de matarme, a lo mejor no me queda más remedio que matarle.
De todos modos, una novela no es un tratado moral o filosófico y no ofrece respuestas claras, nítidas y taxativas a las preguntas que formula. Al contrario.
Una novela formula preguntas complejas de la manera más compleja posible, y además no ofrece respuestas, o sus respuestas son siempre ambiguas, contradictorias, poliédricas, tornasoladas, esencialmente irónicas.
En el fondo, la respuesta es la propia búsqueda de una respuesta, la propia pregunta, el propio libro.
Si acaso, es el lector —que es quien termina el libro, quien tiene su última palabra— el que puede dar una respuesta. Y cada lector dará la suya.
La ley y la justicia son dos de los grandes temas que se abordan "Terra Alta". ¿La justicia necesita estar respaldada por la ley para ser verdaderamente justa? ¿Por qué?
En una democracia, la ley no es el resultado del acuerdo entre unos pocos —como ocurre en una dictadura—, sino del acuerdo entre todos, porque somos todos los que elegimos o podemos elegir a los que hacen las leyes.
Así que una ley democrática es fruto de la voluntad de todos, o de la mayoría.
Eso no significa que sea justa; eso significa que es legítima y que, si llegamos a la conclusión de que es injusta, puede cambiarse, cambiando a quienes la promulgaron (y quienes tienen la potestad de cambiarlos somos los ciudadanos).
Una justicia sin ley no es justicia, porque la ley es la forma que en cada momento adopta la justicia, y su instrumento.
Esto no lo entiende o no quiere o no puede entenderlo Melchor, el protagonista de "Terra Alta", y de ahí sus conflictos con la ley (aunque sea policía, o precisamente porque lo es).
¿Qué se puede hacer cuando la ley ampara una injusticia?
Cambiar la ley. También puede uno saltársela, como hace a veces Melchor, pero entonces uno se está tomando la justicia por su mano, con lo que se puede caer en una terrible injusticia.
Hay un personaje de la novela que dice: "La justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias".
Y otro que dice también, más o menos: "No respetar las formas de la justicia es no respetar la justicia".
Insisto: esto no acaba de entenderlo Melchor, y por eso quizá el dilema esencial que plantea la novela —la pregunta que formula— tiene que ver con la oposición entre justicia formal y justicia natural.
La venganza ¿puede estar justificada cuando la justicia falla? ¿Es justo vengarse cuando la justicia no hace justicia?
Volvemos a la pregunta central de la novela.
Como decía, yo trato de formularla con la mayor complejidad posible —por eso soy novelista, por eso "Terra Alta" es una novela—.
Y al final del libro, si el lector quiere contestarla, que lo haga.
En todo caso, creo que, depende de cómo se formule, esa pregunta puede ser más interesante que la respuesta.
Es lo que he intentado hacer yo en mi novela.
Los militantes islamistas creen estar haciendo el bien al matar. ¿Eso los redime de algún modo de sus crímenes?
No, aunque ellos creen que sí. Y mucha gente con ellos. En nombre del bien se han cometido las mayores barbaridades.
"Terra Alta" tiene como telón de fondo el procés, el proceso independentista que sacude a Cataluña. ¿En qué medida le influyó a la hora de escribir la novela?
Me parece que mucho, como dije antes.
La crisis catalana no es el tema del libro, en absoluto: apenas aparecen un par de pinceladas, pero nada más. Eso sí, es en gran parte el carburante del libro. La diferencia es importante.
"La metamorfosis" de Kafka trata de un señor que se levanta por la mañana convertido en un insecto monstruoso, pero el carburante de ese libro es la angustia existencial de su autor, su incapacidad para vivir, sus dificultades con su familia, etc.
Con "Terra Alta" ocurre algo parecido: aunque su argumento no tenga nada o tenga muy poco que ver con la crisis catalana, su carburante fueron las experiencias que yo, como todos los catalanes, viví en otoño de 2017, unas experiencias que yo no había visto ni vivido antes, salvo en las novelas y en las películas.
Es que a menudo las ficciones son como los sueños: una cosa son las imágenes de que constan y otra los sentimientos que las originan.
A esos sentimientos es a lo que yo llamo carburante.
Su nueva novela muestra una Barcelona muy diferente a la que publicitan las agencias de viaje, una Barcelona con delincuencia, prostitución, sicarios, tráfico de droga…
Es cierto.
En realidad, en la novela hay un diálogo y un contraste deliberados entre esa Barcelona salvaje y la Terra Alta, que es exactamente lo contrario que ella: un lugar bucólico, apartado, silencioso y tranquilo.
Sea como sea, esa Barcelona brutal es la Barcelona de Melchor, la Barcelona de un chaval nacido en un barrio muy pobre que se hace primero delincuente y luego policía.
Y, sobra decirlo, es una Barcelona tan real como la Barcelona turística. Que no digo que no sea real, pero que tiene algo o mucho de escaparate para los visitantes. Toda gran ciudad es muchas ciudades, y Barcelona no es ninguna excepción.
*Esta entrevista es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena 2020, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 30 de enero y el 2 de febrero.
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