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Una torre circular de calaveras fue desenterrada hace tres años en la Ciudad de México en una de las zonas aledañas al Templo Mayor .
Desde entonces el gran "tzompantli" ha causado sorpresa entre los investigadores, quienes han continuando el estudio de la pieza prehispánica.
Un artículo publicado por la revista Science señala que los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) estudian los cráneos a detalle, con la esperanza de aprender más sobre los rituales mexicas y el tratamiento postmortem de los cuerpos sacrificados.
En las culturas de Mesoamérica, incluidos los mayas y mexicas, se creía que los sacrificios humanos alimentaban a los dioses. Sin embargo, Vera Tiesler, de la Universidad Autónoma de Yucatán, dice que los mexicas llevaron esto al extremo la realización de los sacrificios humanos.
Además están en curso estudios de isótopos y ADN que revelen que las víctimas provenían de toda Mesoamérica.
Ximena Chávez Balderas, bioarqueóloga del INAH, pasó dos años estudiando los restos de las víctimas sacrificadas en el Templo Mayor. Sostiene que la importancia religiosa y el mensaje político del sacrificio humano van de la mano.
Identificó una distribución similar de sexo y edad en sus estudios de víctimas en ofrendas más pequeñas dentro del Templo Mayor. Sus colegas también analizaron isótopos de estroncio y oxígeno que los dientes y huesos habían absorbido.
Este elemento en los dientes refleja la geología del entorno de una persona durante la infancia; los huesos muestran dónde vivía una persona antes de morir.
Sus resultados demostraron que las víctimas eran de varias partes de Mesoamérica, pero pasaron un tiempo significativo en Tenochtitlán, por lo que la investigadora sostiene que no son extranjeros traídos directamente para el ritual, sino fueron asimilados en la sociedad.