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Entre 2005 y 2008, David Miklos publicó tres novelas "La piel muerta", "La gente extraña" y "La hermana falsa", que no surgieron como una trilogía pero que lo acabaron siendo, pues las tres son una exploración sobre la identidad y la búsqueda del origen; hoy, 15 años después, esa trilogía se convierte en una nueva obra, distinta pero con el sustrato de las tres originales, que Miklos ha titulado "Residuos" (Dharma Books) con el subtítulo “(Y un apéndice sobre la reescritura de una trilogía)”.
Miklos dice no haber vuelto a leer esas tres historias hasta que apareció Dharma Books con la colección Combate a 10, que propone a escritores reescribir una de sus novelas pasados 10 años de haberse publicado, en una especie de boxeo de sombra con ellos mismos y su obra.
“Cuando Nicolás Cuéllar me propuso el proyecto le dije que había reescrito parcialmente La piel muerta porque se tradujo al inglés y lo publicó Rose Mary Salum en ‘Literal’, yo lo había devuelto un poco a su origen a cómo lo escribí en un cuaderno a mano. Le dije a Nicolás que había recuperado los derechos de mis libros y que por qué no en vez de publicar uno, hacíamos un libro a partir de los tres libros, no tres partes, sino un libro con otro título y que guardaran relación entre sí las partes”, relata Miklos.
Entonces comenzó a reescribir de nueva cuenta La piel muerta, que es Detritus; luego, La gente extraña, que es Cenizas, a la que le hizo una cirugía mayor y cambió radicalmente; y La hermana falsa, que es Cáscara, en la que hizo más independientes cada una de las cinco voces que componen el libro; “y metí este elemento en común que es un guijarro que va transitando de una parte a otra”, señala.
Lo que logró fue "Residuos", un libro independiente que se puede leer en sus tres partes porque están relacionadas, pero que si las leen de manera independiente, no pasa nada.
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Hubo dos hechos que modificaron a David Miklos y cambiaron su obsesión literaria por la exploración de la identidad y la búsqueda del origen: en 2010 nació su hija Ana (tiene otro hijo mayor), y conoció a un personaje que era pura ficción en La piel muerta, su madre biológica, y entonces ella se volvió una realidad.
“Escribo de esa persona que conocí por cinco años, la conocí en 2012, aunque me comencé a escribir con ella en 2010 y ella murió en 2017, pero toda esa historia fue permeando también mi propia paternidad, mi relación con la maternidad, ver cómo era la relación que tenían mis hijos con sus madres, que es la sustancia de lo que escribo”, afirma.
Miklos dice que fue así que la reescritura de esas tres novelas y su transformación en un solo libro está alimentado de toda su experiencia de vida.
Otra cosa que lo influyó fue que justo cuando terminó de escribir La piel muerta entró a trabajar a la División de Historia del CIDE, donde fue jefe de redacción de la revista “Histor” junto con Jean Meyer, pero que ahora él dirige.
En el CIDE se volvió profesor asociado y desarrolló su línea de investigación sobre historia y ficción, “entonces también empecé a trabajar ensayísticamente estos temas que tanto me habían movido literariamente: la memoria y el tratamiento de la memoria, y el rescate de la memoria y el recuerdo a través de la escritura”.
Miklos dice que desde entonces ha trabajado en el puente que se traza entre historia y ficción y del que además ha nacido un libro que está terminando y que va a publicar Festina en los próximos meses, que es el fruto de ensayos y seminarios sobre el tema a lo largo de 16 años.
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“No soy académico, soy un híbrido extraño, sí doy clases y he dirigido tesis y hago todo lo que hacen los académicos y docentes, pero lo que gana es la escritura, entonces todo mi trabajo va sobre la escritura, y sí, mi gran búsqueda es la construcción de la identidad y de la identidad histórica a partir de la memoria y el recuerdo, y cuál es nuestra participación real en esta historia mayúscula”, señala.
David Miklos dice que haber reescrito tres de sus novelas y creado un nuevo libro más que una pelea fue una especie de reconciliación, “pues ciertamente eres tú el que escribió ese libro pero ya no eres tú”.
“Lo que ocurrió fue un empate técnico. No ganó el David de antes de hace años, ni el David de ahora, de 2020 que acaba de cumplir medio siglo de vida, sino que quedaron empatados porque hubo un buen pase de estafeta, de esas voces originarias a esta nueva voz originaria que abreva de esas voces. Es como haber transitado el mismo río, el mismo cauce pero siendo un agua distinta, pensando como Heráclito”.
El reto fue muy satisfactorio, lúdico y gozoso, y dice que pese a que conocía las deficiencias o sabía dónde estaban los errores en los libros originales, estaba muy satisfecho con ellos.