Más Información
Sheinbaum supervisa avances de la Línea 4 del Tren Ligero en Guadalajara; “siempre será bienvenida a Jalisco”: Lemus
ONG obsequia implantes anticonceptivos a mujeres migrantes; buscan dar acceso a servicios de salud sexual
Sheinbaum se reúne con Lemus; “trabajar al estilo jalisco es en coordinación con la federación”, expresa gobernador
Marko Cortés difunde infografía a favor de denominar terroristas a cárteles; el “primer paso es reconocerlo”, dice
En “El corredor o las almas que lleva el diablo” (Literatura Random House, 2022), el escritor regiomontano Alejandro Vázquez Ortiz , propone una historia llena de velocidad, choques y adrenalina, donde hay violencia, desierto, armadoras y desarmadoras de autos, carreras y carreteras, choques, motores, y vidas al límite no sólo de la velocidad sino de lo legal y lo ilegal.
“Era eso lo que quería transmitir, mostrar cómo hay una violencia estructural en las ciudades que habitamos y en las formas en las que de alguna u otra manera todos nos entregamos a esta violencia y la ejercemos”, señala el escritor nacido en Monterrey, Nuevo León, en 1984, quien ayer sábado presentó su novela en la Feria Universitaria del Libro , que organiza la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANLeer), con los comentarios de Eduardo Antonio Parra, Laura Baeza y Eloísa Nava.
Vázquez Ortiz asegura que el viaje del escritor siempre es una exploración de su propio mundo y por ello “la razón por la cual está tan explorada y atmosféricamente bien recreada toda esta parte de los yonkes (deshuesaderos de autos), de los parques de chatarra y fundiciones, es porque yo me dedico a eso, conozco todos los procesos, desde que llega el scrap de motores y se desarma y se separa, lo que sirve se guarda y lo que no se tritura y se va a la fundición”.
Forma parte de una metáfora, agrega Vázquez Ortiz, porque al fin y al cabo el scrap o la chatarra es eso, y la representación de estos personajes orillados, olvidados, marginados, pues es también esta personificación del personaje ya convertido en un desecho, en algo que no le importa a nadie, en alguien que necesita buscar en esa dureza del parque de chatarra su forma de sobrevivir.
“De hecho se vuelve como un juego de espejos del propio laberinto de las almas de estos personajes. Cuando yo escribía estos personajes me preguntaba hasta qué punto ellos están orillados, o es su elección, o hasta qué punto es su única alternativa o es una pulsión misma de ellos, desde esta vocación de ‘muerte’ de lanzarse a la carrera y que sus motivaciones a veces son una excusa, entonces es una excusa o una motivación limitante”, afirma el también autor de “El mono que escribió el Quijote”.
Alejandro, quien estudió Filosofía y Literatura en la Universidad Complutense de Madrid, dice que hay gente en Monterrey que está muy obsesionada con la historia, siempre escribe novelas históricas porque lo que más les falta en el norte es la historia.
“Aunque las fundaciones sean muy antiguas, la explosión de Monterrey, demográfica e industrialmente se remonta a principios del siglo XX con la fundición de la venta de acero a Estados Unidos durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, ahí es cuando hubo un boom muy grande en Monterrey y esta juventud nos hace que seamos ciudades ‘sin historia’, no tenemos historias, no tenemos una genealogía que nos determine”, afirma el autor de “Artefactos” y “La virtud de la impotencia", publicados por An.alfa.beta.
Lee también:
Señala que lo mismo que ocurre en Estados Unidos entre el Este y el Oeste, donde el Oeste es la tierra joven donde no hay historia, pasa en México entre el Centro y el Norte y entonces sus personajes viven esa transhumancia, ese nomadismo de no estar casi en ningún lugar, de estar siempre en movimiento, de tener siempre su espacio peligrando.
Y es lo que él ve en Cadereyta cuando hacen esa procesión de camionetas y carros circulando en las calles de la ciudad y que él considera como la evolución del ritual viejo de otros tiempos donde la gente se salía a pasear a la Alameda como para verse y para ver a lo demás, “pues ahora se sigue haciendo pero en carros, creo que es parte de una idiosincrasia también, y que la geografía de las ciudades y su organización necesita precisamente de ese movimiento de los automóviles para funcionar”.
De ahí que en su novela se refleja ese vértigo en el que están sometidos los personajes pero también esa sensación de estar atrapados porque no hay otra opción, no hay otra salida para sus deseos, anhelos y limitantes, la única salida que aparentemente ven estos personajes es lanzarse a esta carrera ilegal y aceptar casi casi abrazar y ejercer la violencia que padecen.
“La exploración de este territorio y del tema parte de la vivencia y también me alimenteé de todos los productos culturales que pudiera encontrar en ese tema, busqué libros, no hay tantos del tema de automóviles, una coordenada importante para la lectura de la novela es 'Crash', de J. G Ballard, y mucho cine porque en el cine sí se refleja la relación de los automóviles, la velocidad y el vértigo que fue muy explotado en los años 70 cuando se pusieron de moda la road movies”, señala Alejandro Vázquez, para quien fue básica la cinta “El diablo sobre ruedas”, de Steven Spielberg.
rad