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El silencio que precede a la muerte fue quebrado de tajo por el canto de unas Mañanitas, que llegaron fortuitas a la última casa del escritor Sergio Pitol .
El contraste entre la celebración de la vida y el dolor de la muerte acompañaron los restos del escritor Pitol Deméneghi, en sus últimas horas en esta tierra.
De la vivienda marcada con el número 11 de la calle Pino Suárez, en el centro de Xalapa, salió una carroza fúnebre con el cuerpo del autor acostumbrado a desvelar la riqueza del lenguaje mediante textos.
Adentro, el silencio sepulcral de la familia que, a pesar del momento se mostraba fuerte, entera. Afuera, amigos y medios de comunicación se reunieron para acompañar al escritor en el trayecto a la funeraria .
Habían pasado casi cuatro horas desde que se conoció de su fallecimiento y para entonces la vida en los alrededores seguía su curso; un puesto de antojitos en la esquina tenía a su clientela habitual que se preguntaba por la presencia de tantas personas fuera de una vivienda.
“Es la casa del escritor”, dijo quien despachaba el modesto puestecito. “No, debe ser que ya hubo bronca con los maestros”, dijo un comensal que está habituado a los cierres de las calles en Xalapa por manifestaciones de docentes, y que se dejó llevar por la cercanía con las oficinas de la Sección 56 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
De ahí salió de manera repentina el cuerpo del traductor y rompiendo el silencio Las Mañanitas , despidieron de manera fortuita a Pitol, pues por azares del destino maestros celebraron el aniversario de uno de sus compañeros.
Momentos antes, el nerviosismo de los familiares era evidente; cuidaron hasta el último momento la dignidad de su querido Pitol, y repitieron en varias ocasiones a los miembros de la prensa que no darían declaraciones.
Durante la mañana se acercaron algunos conocidos y amigos del autor, que entraron al hogar familiar, pero no así el director de Editorial de la Universidad Veracruzana (UV), Edgar García Valencia, a quien informaron no se le permitiría la entrada a la vivienda.
Acaso por los problemas que la UV ha tenido en años recientes con la familia, ya que suspendieron el pago de regalías de las obras de Pitol desde hace varios meses por un pleito legal.
Algunos más decidieron esperar afuera, mostrar su respeto sin incomodar a la familia, como el escritor colombiano Marco Tulio Aguilera Garramuño, que se expresó de Pitol como quien merecía haber ganado el premio Nobel de Literatura.
Tras la salida de la carroza, la vivienda volvió a la tranquilidad; los vecinos regresaron a sus hogares tras observar partir a quien por décadas los acompañó con sus tertulias literarias.
El viaje no ha terminado, y las notas del crescendo están por ejecutarse, porque a Pitol Deméneghi lo acompañarán quienes disfrutaron de sus obras, de su personalidad sencilla y de su capacidad para inspirar a quienes atendieron su llamado a leer como un ejercicio hedonista.
afcl