En tiempos de normalidad y sosiego, un paseo nocturno por la Avenida Corrientes de Buenos Aires implicaba toparse con decenas de librerías abiertas, repletas de ávidos lectores que salían de los teatros o del cine, pero hoy todos sus locales lucen igual a la caída de la noche: cerrados por fuera y vacíos por dentro.

Esa estampa casi distópica de Corrientes se extiende por el resto de la capital argentina, uno de los mayores centros culturales del mundo gracias a sus alrededor de 21 librerías por cada 100 mil habitantes, comercios que se han visto obligados a interrumpir su actividad tras la instauración del aislamiento obligatorio el pasado 20 de marzo por el coronavirus.

"Es un golpe enorme para la industria en todos sus puntos", comenta a Efe desde su casa Cecilia Fanti, dueña de Céspedes Libros, una librería independiente ubicada en el barrio porteño de Colegiales.

Una opinión que comparte Mariano Arzadun, socio gerente de la mítica Librería Dickens de Corrientes, quien tuvo que pedir un crédito para pagar los sueldos de los quince empleados del establecimiento ante la total ausencia de facturación durante este mes.

"Una semana antes (de la cuarentena ) ya nos había bajado un 70 % la venta, porque en el centro trabajamos mucho con el turismo y con la gente que va a teatros y a los cines, que sale de los tribunales... El centro si no tenés administración pública, no tenés turismo, no tenés teatro, no existe", subraya en conversación telefónica con Efe.

El peor momento posible para un confinamiento

El sector editorial ya no pasaba por sus mejores momentos en Argentina antes del inicio del brote de coronavirus, tal y como evidencia una producción de libros que "se redujo a la mitad" en los últimos cuatro años debido a la crisis económica que atraviesa el país.

"En la Argentina estos primeros meses del año son una época muy buena de venta de libros. Tenemos nuestro inicio escolar a fines de febrero-marzo, por lo que hay una gran venta de textos, y tenemos nuestro principal evento cultural, que es la Feria del Libro a fines de abril. Todo eso se vio empañado, cerrado, cortado (como) producto de esta pandemia", relata a Efe Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL) .

Todo ello afectó por igual tanto a las editoriales, que estas semanas han acumulado deuda con algunos libros "que ni siquiera han llegado a sus depósitos", como a las librerías, que "suelen tener una espalda mucho menor" a la hora de afrontar un tiempo prolongado sin ventas.

En ese sentido, Gremmelspacher augura una caída "fuerte" del sector para este 2020, puesto que "no es lo mismo tener cerrado el mes de abril y mayo que enero, que es un mes de vacaciones donde se vende mucho menos".

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"Eso seguro que va a tener una incidencia de pérdida al año de un 10 o un 15 % como mínimo. Si a eso le sumamos la Feria del Libro, nos dará una caída de por lo menos un 25 %", afirma el responsable de la CAL.

Imaginando alternativas para salir a flote

Ante este panorama desalentador, sin transeúntes por las calles ni clientes en los negocios, cada librería ha tenido que recurrir a la inventiva para obtener un pequeño colchón de ingresos con el que intentar hacer frente a sus gastos más urgentes.

La Dickens fue una de las primeras que, nada más decretarse el confinamiento, comenzó una gran campaña a través de sus redes sociales con una propuesta muy sencilla: por cada compra online de 300 pesos argentinos (unos 4,5 dólares) ahora, el lector podrá elegir hasta 500 (7,6 dólares) en libros una vez se vuelvan a abrir las puertas del local.

"Por Corrientes pasa mucha gente, entonces por más que no tenemos catálogo online sí saben el material que van a encontrar. Tuvimos un retorno, que en comparación con la venta normal es ínfimo, pero estamos en contacto con nuestros clientes", señala Arzadun.

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Algo similar impulsó Fanti desde Céspedes, estableciendo unas órdenes de compra de entre 500 y mil pesos por las que "la librería regala el 10 % del monto" al cliente una vez retomen el negocio.

De hecho, Céspedes es uno de los veinte comercios que componen "Mi Librería", una plataforma online nacida con la cuarentena que ofrece una suscripción mensual de 250 pesos (3,7 dólares) pensada para usarse como una forma de pago del cliente y que, de paso, ayudará a sostener la economía de las librerías durante los próximos meses.

Un "año muy duro" por delante, con más sombras que luces

Por lo pronto, el Gobierno argentino incluyó este lunes a las librerías entre las actividades que están exentas de cumplir con la cuarentena, siempre y cuando limiten su actividad a la entrega a domicilio, ya que "en ningún caso se podrá realizar atención al público" hasta, como mínimo, el próximo 26 de abril.

Nada más enterarse, Cecilia Fanti corrió a sacarse el permiso para comenzar a despachar libros y retomar el contacto con su público cuanto antes, algo que en el caso de la Librería Dickens "puede llevar muchas semanas" al no disponer de una página web, un problema común de muchas librerías de Buenos Aires.

"Al vender ofertas y promociones, no tenía sentido vender online, era más caro el envío que el libro", reconoce Arzadun, agregando que ya están trabajando en la nueva web "sin mucha expectativa".

A este respecto, el presidente de la CAL reconoce que "hay indicios de que van a venir ayudas" por parte del Ejecutivo, ya sea a través de apoyo en los alquileres o alguna flexibilidad crediticia, pero de momento aún no se han concretado nada.

Gremmelspacher también apunta que el final de la cuarentena no implicará en modo alguno una mejora instantánea para las librerías, ya que el "susto" de la gente hará que lleve un tiempo volver a la cotidianidad.

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"Calculo que el primer día que abramos va a ser tan trágico o más que hoy en cuarentena, porque ahí uno va a hacer carne de la verdadera situación. Después le va a llevar un proceso de reconstrucción, mínimo de cinco o seis meses, hasta que la cadena de valor se vuelva a engranar", apunta.

En cualquier caso, la dueña de Céspedes reconoce que aunque este va a ser "un año muy duro", la cuarentena también ha traído buenas noticias al gremio, que ha aprovechado la ocasión para tratar "cuestiones de base".

"Este tiempo de lucro cesante nos puso a libreros, editores y distribuidores a tener una conversación que habitualmente no nos damos, (...) que es cómo salimos de esta situación entre todos. Creo que desde lo simbólico y lo que hace a cierto espíritu solidario, los lazos se están afianzando", sentencia Fanti.

fjb

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