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La obra de Lídia Jorge proviene de la vida, “nace del suelo” como lo señaló la propia narradora, filóloga, cronista y profesora universitaria que ayer fue reconocida con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2020 por “su realismo brutal” y por “la altura literaria con la que su obra novelística retrata el modo en que los seres individuales se enfrentan a los grandes acontecimientos de la Historia”.
“Hay escritores que escriben desde el estante de los libros, desde la cultura, desde la erudición porque leen mucho, porque quieren responder a otros escritores, yo también lo hago pero mi escritura nace del suelo, no de los estantes de los libros, sino de la tierra, del pueblo”, afirmó la narradora nacida en Boliqueime, distrito de Faro, Portugal, durante el anuncio del premio que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) y que este año llega a su 30 edición.
Considerada la narradora viva más importante de su país, muy reconocida en Europa pero poco conocida en el mundo de habla hispana, Lídia Jorge encabezará el cartel literario de la FIL que se realizará del 28 de noviembre al 6 de diciembre, pues a decir de Raúl Padilla la feria se hará presencial aunque señaló que a finales de septiembre tomarán una decisión definitiva y Sharjah definirá de qué forma será su presencia como Invitado de Honor.
En entrevista con EL UNIVERSAL desde Portugal, vía correo electrónico, con la traducción de Alma Miranda, la autora de “Los memorables”, “Estuario” y “La costa de los murmullos” que celebra a escritores como Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Octavio Paz y José Emilio Pacheco, habla de las mujeres, un tema central de su obra al igual que la migración, la pandemia y “Misericordia”, obra en la que trabaja y ha nacido de sus reflexiones sobre esta emergencia sanitaria y de la muerte de su madre, en abril, víctima de Covid-19.
El jurado destacó su "realismo brutal" ¿su literatura es brutal porque parte de la forma en que la Historia afecta la vida de los seres humanos?
La literatura, como otras artes, busca sumergirse en las profundidades de los comportamientos humanos. A mí me interesa, en una sociedad que fue clasificada por el antiguo dictador Salazar como de “blandas costumbres” poner al desnudo lo que esa blandura esconde de injusticia frente a los más débiles, villanía e indiferencia por la suerte de la vida humana. La narrativa ficcional permite desvendar los conflictos interiores, destapar los secretos perversos, denunciar la represión. Pero este mundo que envuelve brutalidades de diverso orden no pasará si no hay sutileza, propiedad, es decir, si cada página no se candidata a un estatuto de belleza. En el pasado, fue así que de las brumas de las campañas napoleónicas surgió “La cartuja de Parma”.
¿Cuál es la apuesta de su literatura, tocar los corazones, sensibilizar sobre las tragedias, intentar que los errores de la humanidad no se repitan?
Entiendo que me está preguntando que identifique el motor que hace rodar mi escritura, esa causa profunda que tenemos muchas veces dificultad en nombrar. Siempre lo intento, y siempre me parece que no sé responder completamente, pero creo que lo que me mueve es un gran deseo de armonía. Si a veces la vida parece un bote de basura tirado en el suelo, como decía Agustina Bessa-Luís, yo intento recoger fragmentos y, al unirlos, ofrecer una lógica en las páginas que en la vida es difícil de encontrar. Al mundo real yo deseo añadirle otro mundo que reclame la felicidad que no tenemos, la fraternidad que no construimos. Pero es necesario saber hacerlo, porque en la literatura el mal no se opone al bien, eso ocurre en los libros de autoayuda. En la literatura el mal se opone a la belleza.
¿Es una cronista de la vida de Portugal?, ¿la voz de quienes han luchado y perdido, de los desprotegidos?
Sí, por temperamento, urgencia, trayectoria biográfica, decidí ser cronista del tiempo que pasa. En ese espacio que se abre a lo imaginario encuentro muchos motivos. Tantos, que no me sobra vida para tanto asunto. La verdad, mientras en la segunda mitad del siglo XX Portugal aún se presentaba como cabeza de un imperio, su pueblo era un pobre mendigo con la mano extendida. Pasaron más de cuatro décadas después del paso de esa ilusión a la democracia. Ha sido duro, pero el país casi cambió radicalmente. En una sociedad que realiza estos saltos brutales, la vida de las mujeres y de los hombres se juega en escenarios estrechos. Escribir sobre estas contingencias reporta la historia de un pueblo, pero al mismo tiempo termina por tocar en lo que es esencial para la humanidad. Nunca he tenido temor de lo local, porque somos diferentes en tanto que habitantes de los territorios sociales, pero al mismo tiempo somos semejantes en las ansias más profundas de nuestras vidas. Fue lo que hicieron Juan Rulfo o Cortázar.
Las mujeres y los jóvenes son personajes que le interesan ¿ellos cambiarán el mundo?
No quiero imaginar un mundo que separe clases, géneros, generaciones. Las sociedades avanzan en conjunto, pero no puedo dejar de tener esperanza en los cambios que los jóvenes van a introducir en las sociedades futuras. Y si asistimos a la paradoja de que una parte de los jóvenes es superficial y brutal, la otra parte es fraternal, cosmopolita e inclusiva de todas las etnias y singularidades. Son jóvenes que se sientan en las universidades al lado de otros jóvenes que llegan de todas partes del mundo. Ellos tienen sobre su cabeza el precio de la amenaza de un apocalipsis real. Ellos van a tomar en sus manos su futuro inclusivo. Por su lado, me parece que las mujeres, la parte más alcanzada por las alteraciones que están por venir, están comprendiendo que el modelo de poder que ellas imitan de los hombres tiene que cambiar. Las mujeres aún no han alterado lo que tienen que alterar. Aún están en una fase de mimetismo y no de diferenciación positiva. Como mujer, me parece que aún no hacemos verdaderamente la diferencia, pero vamos a tener que hacerlo. Hay señales de que las mujeres van a ayudar a hacerlo mucho mejor de aquello que está a la vista.
“El virus que nos ha asaltado es pariente de la retórica de Trump, Bolsonaro y sus compañeros de diatriba... Son hijos de la devastación y origen del descalabro”
¿Esta pandemia podría dejar misericordia (hablando del libro que escribe) y solidaridad, amor por el prójimo, o saldremos igual?
No podemos salir de la misma manera. Creo que vamos a aprovechar esta catástrofe que está ocurriendo para alterar el paradigma que nos ha traído hasta aquí. Para que nos unamos, para crear otro equilibrio en las condiciones de trabajo y en la distribución de la riqueza. No quiero imaginar que regresaremos a la ley del capitalismo salvaje. A la devastación de la tierra, al desprecio de la vida humana frente a determinado avance tecnológico. El virus que nos ha asaltado es pariente de la retórica de Trump, Bolsonaro y sus compañeros de diatriba. Salieron, este virus y estos dirigentes, del mismo fondo de las selvas. Son hijos de la devastación y origen del descalabro. ¿A quién no le queda claro esto? La humanidad no tiene una vocación suicida. Yo pienso que los creadores están haciendo su trabajo --están utilizando sus medios para denunciar la catástrofe y al mismo tiempo para anunciar el sentido de la esperanza. Hommer, el poeta de la película “Las alas del deseo", de Wim Wenders, decía algo así--. Aunque el mundo esté cerca de su fin yo continuaré narrando. Soy de aquellas que creen que mientras haya narrativa no habrá fin.
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Un acto de resistencia
Horas antes, durante la ceremonia donde el Jurado del galardón que estuvo integrado este año por Mario Barenghi (Italia), Anna Caballé (España), Luminita Marcu (Rumanía), Anne Marie Métailié (Francia), Rafael Olea Franco (México), Javier Rodríguez Marcos (España) y Regina Zilberman (Brasil), destacó “el realismo brutal” de su literatura que narra las consecuencias del colonialismo portugués.
Sobre ese pasado de Portugal en África, Lídia Jorge dijo: “Soy hija de colonialistas, pero no soy culpable de lo que ha ocurrido. Quiero construir un futuro sin odio”. En acta del jurado señala que la escritora obtuvo “el respeto unánime de la crítica con su estremecedora novela “La costa de los murmullos”, escrita a raíz de su estancia en Angola y Mozambique en pleno proceso de descolonización.
“En ella se describe con un realismo a veces brutal las terribles consecuencias del colonialismo, aflorando además en la novela un problema que cruzará en lo sucesivo toda su literatura: la reflexión sobre cómo se construye y se escribe la Historia”, señaló el jurado que también celebró en Jorge una obra no solo novelística sino también poética, ensayística y teatral.
La narradora, aseguró que la literatura es un acto de resistencia absolutamente indispensable, y que ella ha hecho de su literatura una forma de hablar de los problemas particulares que nos permiten ver la totalidad, “la totalidad tiene que ser comprendida por las diferencias entre nosotros, toda la gente puede viajar pero viaja con su mundo diferente, pensando en el otro”, señaló Jorge.
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Seleccionada entre 68 propuestas provenientes de 18 países en los cuales estuvieron 55 autores en siete lenguas, Lídia Jorge habló también de las luchas de las mujeres y de su posición actual. “Las mujeres han cambiado bastante la sociedad, pero las mujeres necesitan hacer la diferencia porque hasta ahora se han tenido que mimetizar en las relaciones de poder masculinas… hoy las mujeres están comprendiendo que tienen que añadir a la sociedad otra posibilidad, crear una especie de arca de la alianza entre los seres humanos para que el mundo, el planeta se salve”.
Luego de afirmar que la une a México su cultura y la literatura de escritores como Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Octavio Paz y José Emilio Pacheco, Jorge dedicó este premio a los escritores de su generación, que han tomado la literatura como una gran lucha, entre ellos José Saramago, Antonio Lobo Antunes, Nuno Júdice, Ana Luisa Amaral y Mario Claudio, entre otros.
“Ellos no han creado una literatura fútil, sino una literatura diferente, difícil, tal vez, una literatura que no nos avergüenza, por el contrario”, señaló la autora de que dijo que esta pandemia que provocó la muerte de su madre, que murió en abril, por Covid-19, la ha llevado a escribir un libro que ha llamado “Misericordia”, que no tiene que ver con el hecho de la pandemia sino con la ser humano.
El Premio que se entrega desde 1991 y está dotado de 150 mil dólares estadounidenses, fue concedido a Lídia Jorge en su 30 edición, y recibirá el galardón, si la pandemia por el Covid-19 lo permite, el 28 de noviembre próximo, durante la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
TRAYECTORIA
Lídia Jorge publica novela, poesía, ensayo y teatro
Nació:
el 18 de junio de 1946 en Boliqueime.
Estudió:
Filología Románica en la Universidad de Lisboa.
Libros:
Sus primeras novelas fueron O Dia dos Prodígios y O Cais das Merendas. Luego vinieron O Conto do Nadador , Marido e Outros Contos, El fugitivo que dibujaba pájaros y El jardín sin limites , entre otros.
Relevancia:
Su libro A costa dos murmúrios, donde refleja la experiencia colonial pasada en África, la destacó en el panorama de las letras portuguesas.
Premios:
Es una persistente candidata al Nobel. Ha ganado el Premio Municipio de Lisboa en 1982 y 1984; el de la Asociación Portuguesa de Escritores en 2002 y el Internacional de Literatura Albatros 2006.
Confinamiento:
Ha pasado el aislamiento por la pandemia de Covid-19 entre la escritura y la muerte de su madre en abril, a causa de esa enfermedad.