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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Luego de Las violetas son flores del deseo, de Las ninfas a veces sonríen y por supuesto de El amor es hambre, su más reciente novela donde está la relación con la Caperucita Roja, Ana Clavel lleva toda su exploración sobre el deseo, sobre las ninfetas, nínfulas y las pequeñas Lolitas a un ensayo literario Territorio Lolita, recientemente publicado por Alfaguara.
La narradora asegura que el tema de la nínfula se ha ido manifestando en varias de sus novelas y llega ahora a este ensayo literario que es una exploración más racional del tema. “Me viene a sorprender porque yo empecé con una suerte de fascinación por el personaje nabokoviano, hurgué en los antecedentes edénicos, en el caso de Caperucita, en Alice Liddell, en Helena de Esparta o Helena de Troya, que es una historia que encontré referida por Roberto Calasso, pero que es un dato que viene asentado en las historias de Herodoto”.
Ana Clavel reconoce que esa pasión por las ninfas viene de tiempos lejanos y ha sido una parte de pronto de “toda esa magia que puede despertar la inocencia y luego brincar a esta parte donde la Lolita se vuelve un estereotipo perverso, sexualizado, por eso después de un tiempo me sorprendí al llegar a darme cuenta de cómo el personaje de Nabokov y buena parte de la iconografía, sobre todo cinematográfica, han abusado del estereotipo de considerarla una deidad, la han convertido en una enfant fatale muy de acuerdo con los intereses comerciales, políticos, económicos y sexuales de un poder considerado patriarcal y digo que unívoco”.
En este trabajo que arrancó en 2010, Ana de pronto se dio cuenta de toda esa construcción fantasmática del deseo donde más que hablar de la nínfula se ha estado proyectando sobre la nínfula los propios deseos humanos. “Me vengo a dar cuenta que entre el arquetipo y el estereotipo la interioridad de la nínfula pasa de largo. Para mí eso fue un descubrimiento porque de alguna manera en Las ninfas a veces sonríen y en El amor es hambre, yo había tendido a esa interioridad, pero de pronto venirte de eso me sorprendió, fue pensar en el esquema que se desarrolla es la ninfeta tipo Juan García Ponce: pervertidona, medio ingenua pero a la vez siempre manipuladora, mucho más precoz de lo que se pudiera imaginar. Pensé que eso depende de cómo la está viendo y la quiere ver el deseo masculino. Entonces me plantee qué tanto el personaje de García Ponce, Enedina, siente curiosidad, que sería legítima; siente deseo, que también es legítimo, pero hasta dónde ella es la que manipula toda la situación cuando además el narrador está siendo cómplice de la mirada del adulto”, afirma Clavel.
Ese es uno de los aportes principales de su ensayo literario y esa clave de lectura, dice Ana Clavel, se la dio el propio Nabokov porque en su libro de Lolita hay momentos de lucidez en que el personaje de Humbert Humbert reconoce que él no está hablando de Lolita, está hablando de una Lolita creada por él, por su propio deseo.
Territorio Lolita parte de la certeza de que todo objeto de deseo se vuelve, en la fantasía, fetiche, y uno de los más fascinantes fetiches de nuestra época es precisamente Lolita.
Este libro será complementado con una exposición de portadas donde invitará a artistas y diseñadores.