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Tras la indicación de aumentar de velocidad hubo un gran estruendo que interrumpió la transmisión en vivo del lanzamiento del transbordador Challenger de la NASA el 28 de enero de 1986.
Los espectadores no entendían lo que había ocurrido y la NASA se negó a hacer declaraciones de forma inmediata. Pero fueron los familiares de los siete astronautas, e incluso algunos alumnos de Christa McAuliffe , maestra de primaria que iba a bordo, quienes presenciaron la explosión de 1.5 millones de litros de hidrógeno líquido y 550,000 litros de oxígeno líquido que ocasionó la inmediata destrucción de la nave.
Ante la tragedia, la URSS invitó a EU a abandonar su programa espacial, sin embargo el presidente Ronald Reagan dijo ese mismo día que el accidente no haría que detuvieran los viajes tripulados por humanos de la NASA.
Promesa que sigue en pie con el lanzamiento de mañana de la Crew-1, el primer viaje espacial tripulado de la NASA en una nave construida por SpaceX, una empresa privada.
Así fue como EL UNIVERSAL publicó el accidente del transbordador Challenger en 1986
Estalló el Challenger al iniciar su vuelo espacial
29 de enero de 1986
Se desintegró al fallar uno de los dos tanque de combustible
CABO CAÑAVERAL. 28 de enero (AFP).-
El transbordador espacial Challenger estalló más o menos un minuto quince segundos después de su lanzamiento hoy en Cabo Cañaveral, Florida, provocando la muerte de sus siete tripulantes, entre los cuales estaba Christa McAuliffe, la primera profesora que impartiría una clase desde el espacio.
Los otros miembros de la tripulación eran el comandante Francis R. Scobee, de 46 años; el piloto Michael J. Smith, de 40; Judith Resnik, de 36; Ronald E. McNair, de 35; Ellison S. Onizuka, de 39 y Gregory B, Jarvis, de 41.
La destrucción del Challenger, convertido en una bola de fuego, fue provocada por la explosión de un tanque de combustible, aparentemente a raíz de fallas en uno de los dos gigantescos cohetes propulsores.
El “patrón” de los vuelos habitados de la NASA, Jesse Moore, se negó a especular sobre las causas de la explosión. No obstante, desmintió con fuerza que la NASA hubiera lanzado a Challenger en condiciones catastróficas con tal de recuperar el tiempo perdido desde el comienzo del año a causa de malas condiciones meteorológicas.
La vigésimo quinta misión del transbordador Challenger, que debía comenzar a las 14.38 (GMT) volvía a ser aplazada media hora para dar tiempo a que se fundiera la fina capa de hielo formada en la torre de lanzamiento, según había anunciado la propia NASA. A esas horas la temperatura había descendido considerablemente en Cabo Cañaveral afectando los conductos de agua en la plataforma de lanzamiento.
Se dijo que salvo nuevos percances, el lanzamiento se realizaría a las 16.08. La “ventana horaria” del disparo concluiría a las 16.08. Anteriormente, el lanzamiento se había aplazado tres veces. La última, ayer lunes, cuando surgieron problemas en un sistema de alerta y por la existencia de fuertes vientos de hasta 50 kilómetros por hora, considerados peligrosos por la NASA. Los siete astronautas descendieron de la nave después de permanecer cuatro horas en ella. Los técnicos tuvieron que utilizar una manija de la nave gemela Discovery para abrir la puerta por la que salieron los tripulantes. La manija original tuvo que ser aserrada.
A las 16.39 (GMT, de hoy) el Challenger y sus tripulantes se transformaron en una gigantesca bola de fuego ante la mirada incrédula y horrorizada de todos los presentes en el Centro Espacial Kennedy. Según el filme difundido durante toda la tarde de hoy por las cadenas de televisión norteamericanas, aparecieron llamaradas a lo largo de uno de los cohetes auxiliares del navío espacial.
La desintegración se produjo a unos 20 kilómetros de altitud en plena fase de ascenso y cuando el transbordador se desplazaba a casi 3.200 kilómetros por hora.
Varios barcos y helicópteros acudieron de inmediato hacia el lugar donde caía una lluvia de fragmentos, pero la NASA se negó a hacer el menor comentario sobre los restos recuperados.
El presidente Ronald Reagan, poco después del drama, canceló el informe que debía pronunciar esta noche ante el Congreso, acerca del estado de la Unión Americana.
La Casa Blanca dijo que el programa previsto, 15 vuelos para este año, seguiría adelante a pesar de la destrucción del Challenger.
“Adelante con el programa”. “De acuerdo. Aumentamos la intensidad”.
Estas fueron las últimas palabras del piloto del Challenger, Mike Smith.
“Ha ocurrido algo muy grave… El navío espacial ha estallado.. Esperamos novedades de los equipos de salvamento”, balbuceó un controlador del centro espacial Kennedy tras la explosión del Challenger, transmitida en directo a las 16:38 (Gmt) por la televisión a un país estupefacto.
El estupor y la consternación imperaban en los centro de control de Houston, Texas y de Cabo Cañaveral, donde los técnicos, anonadados por el accidente, eran incapaces de proporcionar ninguna explicación.
Más de tres horas después del accidente, ninguna información o explicación había sido entregada por la NASA, mientras que varios navíos y helicópteros proseguían vanamente la búsqueda en el océano Atlántico, a unos 30 kilómetros al sudeste de Cabo Cañaveral, donde cayeron los restos.
El depósito, cuyo verosímil estallido provocó la tragedia, contenía (en dos compartimentos separados) 1.5 millones de litros de hidrógeno líquido y 550,000 litros de oxígeno líquido, lo que constituye una de las mezclas potencialmente más explosivas que el hombre puede fabricar después de una bomba atómica.
Este era el segundo vuelo del Challenger, una de las cuatro naves, con Columbia, Discovery y Atlantis, que forman la flota de la NASA.
El costo de cada nave espacial es de 1,200 millones de dólares.
En esta misión, que debía durar seis días y había sido aplazada en varias ocasiones debido al mal tiempo o a problemas técnicos, el Challenger debía poner en órbita un satélite de comunicación para la NASA, el TDRS-B, y un vehículo espacial para observar el cometa Halley.
Pero la atención de todos, en particular de los millones de estudiantes y profesores de Estados Unidos, estaba concentrada en Christina McAuliffe (elegida entre más de 11,000 docentes candidatos a un vuelo espacial).
La profesora Christa McAuliffe compró una póliza de vida por 1,000.000 de dólares antes de embarcar en el transbordador espacial Challenger, informó la cadena de televisión CNN.
Según el corresponsal de la CNN, la NASA propone a todos los pasajeros de sus vuelos espaciales un seguro excepcional garantizado por la compañía Lloyds, de Londres.
Christa McAullife fue, al parecer, la única de los siete tripulantes de Challenger que aceptó la oferta.
Los otros seis tripulantes de la nave, por ser astronautas de la NASA, se beneficiaban probablemente de un seguro de vida pagado por el Gobierno norteamericano.
Los padres y los hijos de la profesora astronauta presenciaron en directo, en el centro kennedy, la catástrofe del Challenger, y pasó más de un minuto antes de que se dieran cuenta cabalmente de lo que había ocurrido.
Las tres grandes cadenas de televisión norteamericanas suspendieron sus programas habituales inmediatamente después del accidente, para difundir notas y reportajes, de manera ininterrumpida, sin ningún mensaje publicitario.
“Es algo horrible, no puede dejar de pensar en los parientes, en los hijos de las víctimas”, declaró el presidente Ronald Reagan, quien envió de inmediato a Florida al vicepresidente George Bush y al jefe de la NASA, William Graham, para investigar las causas de la catástrofe.
El director de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), William R. Graham, estaba reunido con los congresistas en el Capitolio para discutir el presupuesto de esa dependencia cuando vieron el desastre por televisión.
Esta fue la reacción del director de vuelo Jay Greene que se encontraba en Houston, ante el estallido del transbordador espacial Challenger. Hemeroteca EL UNIVERSAL
Durante la repetición a cámara lenta de la película de televisión del lanzamiento que recoge la explosión del Challenger, resulta difícil determinar la fuente del estallido, pero es indudable que cuando el enorme depósito con casi 500,00 galones de combustible se rompió, destruyó el Challenger en cientos de pedazos.
La NASA dijo que pequeños escombros del transbordador continuaron cayendo durante 45 minutos y que los barcos y aviones de rescate tuvieron que esperar a que esto cesara para poder entrar a la zona.
Después de la explosión, los dos cohetes propulsores de combustible sólido se separaron y continuaron volando sin control, dejando tras sí largas estelas de humo antes de precipitarse al mar.
Las imágenes de televisión del sector de impacto, transmitidas desde un helicóptero, no mostraban señales de escombros sobre las aguas.
La NASA dijo que la explosión ocurrió en un instante cuando los astronautas comenzaban a acelerar sus motores al máximo luego de avanzar con una fuerza de gravedad durante el despegue.
Entre los que presenciaron la explosión se hallaban el esposo de la señora McAuliffe, Stev, y sus dos hijos, Scott, de 9 años, y Caroline, de 6, que estaban en las graderías de espectadores en Cabo Cañaveral.
También estaban algunos estudiantes de tercer grado, alumnos de la señora McAuliffe, en Concord, estado de Nueva Hampshire.
Observaron estupefactos mientras la nave se destrozaba en pleno vuelo. Varios comenzaron a llorar y sus padres sollozaban, retirando a sus hijos inmediatamente de las graderías para abordar autobuses y dirigirse al lugar de alojamiento.
Los padres de la señora McAuliffe, Ed y Grace Corrigan, residentes de la ciudad de Framingham, en el estado de Massachusetts, observaban silenciosos el lanzamiento. Un funcionario de la NASA trepó algunas filas de las graderías hasta donde se hallaba la pareja y les dio las malas noticias: “El vehículo ha estallado”. La señora Corrigan, atónita, respondió haciéndole la pregunta: “¿Estalló el vehículo?”. El funcionario les confirmó la noticia y los Corrigan fueron retirados de inmediato del lugar.
McAuliffe, de 37 años de edad, fue seleccionada de entre 11,146 maestros que solicitaron la plaza para el primer maestro en participar en el programa “Ciudadano en el espacio” de la NASA.
En Cabo Cañaveral también estaban las esposas y el esposo de los otros astronautas, aunque no pudieron ser entrevistados de inmediato.
El despegue y el estallido fueron presenciado por televisión por millones de norteamericanos. Los 1,200 estudiantes de la escuela secundaria de Concord, donde daba clases McAuliffe, vitoreaban el lanzamiento cuando se les ordenó hacer silencio porque parecía que había algún tipo de problema.
La primera dama, Nancy Reagan, que observó lo ocurrido por televisión en la Casa Blanca dijo, “No puede ser, Dios mío”.
La Cámara de Representantes interrumpió su sesión al conocerse la noticia y el capellán pronunció una oración por los astronautas. La Cámara entonces levantó su sesión.
El locutor dijo: “El vehículo ha estallado… esperamos noticias de las fuerzas de recuperación”, un grupo de buques y helicópteros destacados a lo largo de la ruta de vuelo sobre el océano Atlántico.
Las últimas palabras
He aquí las últimas palabras del transbordador Challenger al Centro de Control de Hourton, Texas:
Piloto Mike Smith: “Adelante con el programa”.
Control de la misión: “De acuerdo, Challenger, adelante con el programa”.
Comentario del control de la misión: “Confirmamos el programa de avance. El Challenger baja ahora de altitud. Los motores trabajan a un 94%... Los motores aumentan ahora de intensidad, tres motores están ahora al 104%”.
Control de la misión: “Challenger, vamos a aumentar la intensidad”.
Smith: “De acuerdo. Aumentamos la intensidad”.
(Estallido en llamas).
Comentarista de la misión: “Estamos ahora a un minuto y 15 segundos (del despegue). La velocidad es de 883.92 metros por segundo, la altitud nueve millas náuticas y el radio de distancia siete millas náuticas.
(Hay un largo silencio).
Comentarista de la misión: “Los controladores del vuelo observan cuidadosamente la situación. Obviamente se trata de una falla grave. No tenemos comunicaciones…”.
La destrucción de la nave Challenger y de sus siete tripulantes, ocurrida hoy, es una tragedia que podría trastornar y retrasar el conjunto del programa espacial norteamericano, manifestaron los especialistas.
Casi es seguro que ahora, privada de una de sus cuatro transbordadores, la NASA no podrá cumplir el ambicioso objetivo de realizar 15 misiones este año, contra 9 el año pasado.
A más largo plazo, el drama del Challenger perturbará también, sin duda, las próximas etapas de la aventura espacial norteamericana: la estación orbital (prevista para comienzos de los años 90) y las bases lunares proyectadas para el inicio del siglo 21.
Estos dos objetivos están, en efecto, estrechamente ligados al “camión del espacio” y a su capacidad de llevar hasta una órbita cargas voluminosas.
El presente año, que debía ser un año estelar para la NASA, pasará a la historia como un año negro, el más dramático del cuarto de siglo que ya dura la exploración espacial norteamericana.
El accidente ocurrió días después que la NASA registrase un éxito espectacular con la pequeña sonda automática Voyager 2, que el viernes pasado concretó su extraordinaria cita con el lejano planeta Urano, en los confines del sistema solar.
El estupor y la consternación invadieron igualmente los centros de Houston (Texas) y de Cabo Cañaveral (Florida), donde los técnicos, anonadados por el accidente recibieron la orden de eludir cualquier comentario.
Un día de luto que no olvidaremos: Ronald Reagan
WASHINGTON, 28 de enero (AP).- El presidente Ronald Reagan en un mensaje a la nación, pronunciado pocas horas después que explotara en el aire el transbordador espacial Challenger matando a sus siete tripulantes, dijo que “hoy es un día de luto que nunca olvidaremos”.
Reagan habló desde la Oficina Oval de la Casa Blanca hoy a las 17:00 después de haber aplazado el discurso sobre el estado del país que tenía planeado pronunciar esta noche ante una sesión conjunta del congreso.
Reagan, que lucía entristecido, dirigió parte de un breve discurso a los niños de las escuelas de Estados Unidos. Una de sus maestras, Christa McAuliffe, era una de las tripulantes que pereció en la tragedia.
“El futuro no pertenece a los pusilánimes, pertenece a los valientes”, dijo el presidente.
Reagan prometió solemnemente continuar con el programa espacial norteamericano. “Nada finaliza aquí”, dijo. “Nuestras esperanzas continúan vivas. Quisiera poder hablar personalmente con cada hombre y cada mujer que trabaja en la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio) y poder decírselo personalmente”.
Estudiantes de preparatoria lloran durante un servivio memorial para la profesora Christina McAuliffe en la iglesia de San Pedro en su localidad, Mcauliffe iba a bordo del transbordador Challenger, el cual estalló poco después de su lanzamiento. Fototeca EL UNIVERSAL.
“Hoy es un día de luto que nunca olvidaremos”.
Señaló además que “Nancy (su esposa) y yo estamos consternados hasta lo más profundo por la tragedia del transbordador Challenger. Y sabemos que compartimos este dolor con todo el pueblo de nuestro país”.
“Se trata de una verdadera pérdida nacional”.
El presidente se enteró de la explosión cuando se reunía con sus ayudantes para una presentación por televisión.
Expresó la URSS su pesar por la pérdida
Aprovechó la oportunidad para criticar la “Guerra de las Galaxias”
NACIONES UNIDAS. 28 de enero (AP y AFP) .- Un delegado soviético expresó hoy “profundo pesar” por la pérdida de la nave espacial Challenger después de exhortar a que se abandone el programa militar espacial de Estados Unidos, a fin de “evitar la trágica pérdida de vidas humanas”.
Preguntando que si vinculaba al Challenger a la iniciativa de defensa estratégica de la administración del presidente Reagan, el embajador soviético Vasilly S. Safronchuk respondió.
“No, no me refiero a eso. Fue simplemente un accidente. Después de todo, sabemos que esa clase de pérdida no puede excluirse. Podría ocurrir durante el desarrollo del uso pacífico del espacio. Puede ocurrir durante el desarrollo del programa de la Guerra de las Galaxias.
Reacción mundial
En Londres, los futuros astronautas británicos dijeron estar deshechos y los funcionarios de la agencia espacial europea lo calificaron de desastre para todos los involucrados en asuntos espaciales.
En México, Brasil y Argentina, los programas de radio y televisión fueron interrumpidos con noticias de la tragedia.
En Japón las pantallas de la televisión recogieron en vivo poco antes de las 2 de la madrugada, hora local, la explosión de la nave.
De continente a continente hubo transmisiones inmediatas sobre el desastre del programa espacial norteamericano.
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