En el año 2008, cuando el escritor, crítico cultural y catedrático Jorge Carrión (Tarragona, España, 1976), puso la primera frase de su novela "Los muertos", el inicio de una tetralogía que este 2024 ha reunido en un solo volumen titulado Las huellas (Galaxia Gutenberg, 2024), lo hizo sin darse clara cuenta que comenzó a narrar el cambio del siglo XX al siglo XXI. Lo hizo a través de temas como la memoria histórica, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, como grandes cicatrices del siglo pasado, así como el cambio del cine a las series de televisión que son objetos culturales centrales de cada siglo.
Sobre Las huellas, que está compuesta por las novelas "Los muertos", "Los huérfanos", "Los turistas" y "Los difuntos", que publicó entre 2010 y 2015, conversa el escritor y revisa los grandes cambios tecnológicos y políticos, que ha plasmado en novelas y hoy explora en su podcast "Gemelos digitales".
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¿El paso tecnológico y cultural ha sido vertiginoso?
Está el cambio del cine a las series de televisión como objetos culturales centrales de cada siglo, o sea, en Los muertos hablo mucho de “Blade Runner” y después de “Los Soprano” y sería esa idea de que el cine fue el gran lenguaje, de la segunda mitad del siglo XX, artístico narrativo y las series lo serían del siglo XXI, pero en efecto aunque creo que sí conseguí contar cómo cambia un siglo y evidentemente, las Torres Gemelas, por ejemplo, son un fenómeno importante en el proyecto o el auge de la ultraderecha y del revisionismo histórico, pero sí que digamos que Los muertos, Los huérfanos, Los turistas y Los difuntos termina donde empezaría mi novela “Membrana”, que es sobre inteligencia artificial, o sea, Las huellas habla de las series de televisión como objeto cultural del cambio del siglo XX al siglo XXI y “Membrana” habla de cómo en la tercera década, el objeto cultural más importante es la inteligencia artificial.
¿Hay avances tecnológicos y retrocesos políticos?
No es casual que escribiera esos cuatro libros, que en verdad son una única novela, durante los años en que viajé varias veces a Israel y a Venezuela, creo que en Israel y en Venezuela vi cómo proyectos más o menos utópicos se convertían en proyectos totalitarios y cómo la manipulación del pasado, en el caso de Israel desde la presencia mítica de los hebreos en Tierra Santa hasta la Segunda Guerra Mundial, y en el caso de Hugo Chávez, Simón Bolívar y su legado se podían construir narrativas muy peligrosas a partir de narrativas históricas.
¿Hay una gran manipulación informativa y de la historia?
Esta tetralogía habla de cómo se manipula el pasado, de cómo se ficcionaliza y eso lleva en la novela a dos fenómenos: el culto a los muertos y la reanimación histórica, que sería la voluntad de reencarnar movimientos políticos y militares del pasado. El nacionalismo japonés resucita a los samuráis y el nacionalismo alemán resucita a los nazis, o sea, hay ejércitos de samuráis o de nazis en el siglo XXI.
¿Y estamos más polarizados?
Los muertos, aunque esté ambientada más en Estados Unidos, habla mucho sobre temas más españoles. Hoy en día, evidentemente hay una gran polarización y en México es muy evidente entre los muy ricos y los muy pobres, pero también hemos llegado a un momento en que todos los países del mundo prácticamente están divididos entre una mitad de derechas o de extrema derecha y que una mitad de centro izquierda o izquierda, o extrema izquierda, y ese tipo de polarizaciones y de divisiones sociales también están en las novelas.
¿Hay un uso de la memoria histórica?
Yo evidentemente creo que es necesario abrir las fosas comunes, investigar e identificar a los muertos, hacer juicios a los victimarios, pero visto ahora en perspectiva me temo que la izquierda no ha sabido crear un discurso de ilusión y de necesidad de ese examen crítico del pasado; han pasado más de 15 años desde que escribí Los muertos y el contexto en el cual lo escribí, que era el de abrir las fosas comunes del franquismo, sigue siendo una herida abierta en España. En Argentina ha ganado Milei que niega los desaparecidos de la dictadura, de modo que estamos en un momento muy complejo y muy triste en el cual se revela que los museos de la memoria histórica, las políticas de memoria histórica, las canciones y los poemas de la memoria histórica, de algún modo, han fracasado y que llega el momento de buscar otras estrategias para recordar y para construir futuro.
¿Estás en México donde se hallan fosas en el presente?
Me interesa que cada lector, en cada país y en cada ciudad, aplique lo que está leyendo a lo que vive, o sea, Los muertos y Los huérfanos habla de nuestra relación con los muertos de la ficción para que después el lector mexicano piense en su abuela o en las víctimas del narco, para que el lector japonés o norteamericano piense en cómo su país y él mismo se relacionan con los muertos, con las víctimas, ya no de la ficción, sino de la realidad.
¿Los gobiernos atacan la libertad y los derechos humanos?
Las novelas plantean más preguntas que respuestas y lo hacen a través de metáforas y de fábulas, pero en el fondo hay, supongo, una especie como de reflexión sobre qué significa ser humano. Hemos construido unas industrias culturales en las cuales cada día matamos en videojuegos, leyendo novelas, viendo películas, viendo series de ficción, y eso es una metáfora de los exterminios y las masacres de seres humanos. Hay una especie de gesto heroico que tiene que ver con hacer pensar al lector sobre cuál es nuestra relación con el lenguaje a través de las redes sociales en la época de Las huellas, y a través del ChatGPT en la época de Membrana.
¿Han muerto las utopías y sólo quedan las distopías?
En Los huérfanos creo que un personaje dice: ‘La distopía es utopía más tiempo’, y no obstante, aunque las novelas tengan fuertes dosis de oscuridad, sobre todo Los muertos y Los huérfanos, en Los turistas, que es un gran flashback y es el origen del proyecto de Los muertos y de lo que pasaría después, intento pensar en cuestiones más esperanzadoras como la fuerza de la creación, como la fuerza de la amistad, como la capacidad de crear micro utopías, que son proyectos artísticos. Las huellas habla de si es posible o no hacer una obra maestra que cambie la realidad, eso sería la base de la utopía, de los libros utópicos: la voluntad de proponer una alternativa que sería capaz de transformar lo real, pero pese a esa oscuridad, para mí el final de Los huérfanos es secretamente esperanzador, y en Los difuntos hablo de una revolución que está en el origen de ese mundo de Los muertos. De modo que intento que Las huellas vaya como basculando entre la utopía y la distopía, entre la luz y la oscuridad, pero creo que más bien las utopías, si se pueden dar son siempre micro y nunca macro.
¿Qué peso todavía tiene el arte y la cultura ante la tecnología y la IA?
La cultura tiene un efecto placebo. Es posible que la literatura y el arte no tengan demasiado sentido, pero le da sentido a mi vida, de algún modo, los que leemos y los que escribimos construimos sentidos que al menos nos alivian, no nos salvan, pero quizás no se alivian un poco de la carga del mundo, de modo que en muchos grados, de muchas formas, siempre en tensión con las tecnologías y con los formatos y con las industrias culturales, la búsqueda de la belleza y de la crítica son necesarias, al menos lo es para mi vida y para la vida de las personas que yo más respeto y quiero.