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“Rilke no quiso ni fue querido nunca por su madre”, asegura en el epílogo el escritor Antonio Pau Pedrón en un nuevo libro que recopilará las cartas que el poeta alemán Rainer María Rilke dedicó a su madre.
De acuerdo a declaraciones de Pedrón a ABC, la clave para leer estos documentos es entenderlos como parte de su obra artística “aunque hable de sí mismo y se dirija a su madre, ha hecho, simplemente, y nada menos que literatura.
En el libro Cartas a mi madre por Navidad se recopilan mensajes de, quizá, una ilusión del amor que nunca fue, de las palabras que separan la realidad. En un tramo se lee “Temo íntimamente, a pesar de los años transcurridos, no estar lo suficientemente lejos de ella”.
Parece que tenía excusas para no acercarse. Durante los años que mantuvieron esta correspondencia Rilke llevó una vida itinerante, cambiando de país a cada poco. «La gente se sienta en las terrazas de los cafés y en los jardines, pero el ambiente está húmedo y triste, y no parece en absoluto Navidad», se queja desde París en 1902. Al año siguiente, ya en Roma, le informa de que no va a poner árbol para "pasar la fiesta tranquilos, sin parafernalias".
Una de las cartas más emotivas fue una fechada a finales de 1914, poco después de la Primera Guerra Mundial. “Por fin ha llegado esta fiesta santa, imperdurable a pesar de estos confusos tiempos grises...ojalá, incluso este añosiga presente este misterio, y convenza, transforme y sobrecoja a los hombres agitados y violentos que han tomado la muerte en sus manos y se han traído la desgracia los unos a los otros", escribe al inicio. Pero la revelación la encontramos más adelante, cuando Rilke al fin reconoce que su cariño solo crece en la distancia: "Desde que soy niño he tendido a ser solitario y a no tener familia y a huir de las fiestas familiares, y he preferido por el contrario tener relaciones distantes por todo el mundo, estoy predeterminado a no sentir en la proximidad, sino en la distancia; solo en la distancia se manifiestan mis sentimientos con toda su verdad, poder y profundidad".
El poeta no firmó estas cartas como Rainer sino como René , el nombre del que había renegado tras marcharse de casa, aquel que había elegido su madre después de la muerte prematura de su primera hija. Y quizá René no era ya el nombre de una persona, sino el de un personaje.
akc